El comisario Villarejo relató en la comida mantenida en el restaurante ‘Rianxo’ cómo el actual secretario de Estado de Defensa, Ángel Olivares, le pagaba en dinero metido en bolsas de El Corte Inglés el espionaje «al entorno» de José María Aznar, cuando éste último era presidente de la Junta de Castilla y León.
En aquellos años Ángel Olivares era concejal socialista del Ayuntamiento de Burgos. Tiempo después fue director general de la Policía –entre 1994 y 1996, ya con Margarita Robles como secretaria de Estado en Interior– y en la actualidad es el ‘número dos’ del Ministerio de Defensa.
Según explica a sus compañeros policías el comisario ahora en prisión, recibió el encargo de «pinchar el canuto» (pinchar los teléfonos, en argot policial) del «entorno de Aznar» con el objetivo de «cazarlo» en su vinculación con un empresario burgalés.
El encargo de Villarejo era espiar los teléfonos del «entorno» de Aznar. Se trataba de un encargo al parecer ilegal, ya que el comisario cuenta a Fuentes y García Castaño que «como no se podía, me dijeron, oye, pica los canutos».
El trabajo se pagaba a Villarejo en efectivo, en bolsas de El Corte Inglés. Ángel Olivares, entonces concejal del PSOE en Burgos, era el encargado de llevar «la pasta en crudo», en bolsas de El Corte Inglés.
El empresario al que se quería ligar con Aznar sería probablemente Antonio Miguel Méndez Pozo, constructor burgalés que, como explica el comisario a sus compañeros, «terminó imputado». Efectivamente, Méndez Pozo fue condenado a varios años de cárcel por delitos relacionados con la corrupción urbanística a principios de los años 90.
Villarejo se muestra dolido con Olivares, ya que considera que al tener semejante información de él, habría decidido apartar al comisario de puestos destacados. «Ruina», dice gráficamente Villarejo. Es, según el comisario acusado de gravísimos delitos, «el hándicap que tengo con él».
Esta es la transcripción del relato de Villarejo:
–Villarejo: Yo el handicap que tenía con Olivares es que cuando él era concejal en Burgos, yo era el que le pinchaba el canuto, por orden de ellos, que me pagaban además, a todo el entorno cuando estaba Aznar allí de presidente de la Comunidad. Entonces iban a cazarlo con aquel empresario que luego lo terminaron ‘implutando’ (sic) tal. Entonces como no se podía tal me dijeron, oye, pica los canutos, no sé cuantos y a mi el Olivares iba con una bolsa de El Corte Inglés con la pasta en crudo, pues me pagaba. Y, claro, llego aquí y ¡me lo encuentro de director, macho! Y digo, oye, pues qué bien, coño, es un tronquete, ¿no? Y claro, el otro claro sacó el crucifijo y dijo, “este hijoputa, testigo negativo”, y a partir de ahí, ruina. Y claro, yo me quedé alucinado.