viernes, 22 noviembre 2024

Pedro Sánchez ‘humilla’ al Estado ante Pere Aragonès

Dos horas de reunión y lo único «importante» es la imagen. Así ha aclarado Pedro Sánchez durante su nueva visita a Cataluña. El presidente del Gobierno lo ha dicho con las banderas de España y Cataluña a su espalda, pero la enseña nacional ha sido retirada después de su intervención, cuando comenzaba la de Pere Aragonès. Una humillación permitida por el Ejecutivo y una humillación realiza con quien va a pactar los Presupuestos. Una humillación que resume las ganas de diálogo de la Generalitat: ninguna.

Sánchez ha regresado a Barcelona tres meses después. Ese penúltimo viaje costó 20.000 euros. El jefe del Ejecutivo se trasladó en helicóptero Puma2010, para volver al día siguiente en el Falcon. Todo un séquito para anunciar los indultos a los presos independentistas que desafiaron a España en el Teatro Liceu ante 300 personalidades.

Hoy el clamor mayoritario del pueblo de Cataluña se empieza a hacer realidad

Pocos días después, concedió «la medida de gracia» que no ha conseguido cerrar herida alguna con los independentistas. La realidad es que los separatistas, liderados ahora por Pere Aragonès desde la Generalitat, quieren su venganza, buscando la humillación constante con quienes, según ellos, les reprimen día sí y día también.

Sánchez venía a hablar, con un documento con sus logros y compromisos cumplidos con Cataluña. Aragonés, por su parte, tenía más clara la línea de la negociación: amnistía y autodeterminación. Ambos se han enrocado en sus posturas y el único acuerdo al que han llegado es que no hay acuerdo. Las propuestas de ERC han caído en saco roto, las del PSOE y Unidas Podemos lo mismo. Para esta mesa no hacía falta expulsar a JxCat, aunque el mensaje que han dado los presentes en esta tabla es claro: con Puigdemont, ni a la vuelta de la esquina.

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Sin embargo, se envía un mensaje más oscuro a nivel político. La Generalitat tiene trato preferencial sobre el resto de Comunidades Autónomas y sin una presión por los representantes de los 40 millones de españoles restantes y la mitad de los catalanes no se va a modificar ese estatus.

LAS CCAA HAN PEDIDO EL MISMO TRATO, PERO NO BASTA SOLO CON LA PALABRA

El presidente de Murcia, Fernando López Miras, ha exigido para los murcianos el mismo trato que se le otorga a Cataluña. Sin embargo, el jefe político de los murcianos debiera cambiar el discurso. Con palabras y pataleo no se llega a ningún lado con ambos Pedros. Se necesita algo más que un enjambre de micrófonos delante para que su sanchidad pueda cambiar de opinión y rebajarse al nivel de la Región, como ha hecho con Cataluña.

Para ello, es sencillo. Tan sólo hay que exigir la independencia, montar un gobierno paralelo que gaste lo que no está en los escritos para ganar adeptos y creerse el ombligo del mundo. Eso sí, sin miedo ni dudas a la falta de inversión extranjera, ni a los boicots ni tampoco al sucio y bronco debate político. Gana quien la dice más gorda. Que «España nos roba», aplausos. Que «España es el enemigo y nos reprime«, vítores. Todo ello con solemnidad, elegancia y sin miedo al ridículo. En definitiva, seguir a pies juntillas el manual del buen independentista catalán.

Si luego los cachorros violentos incendian las calles o intentan asaltar la Jefatura de Policía de la Vía Laietana de Murcia no se preocupe, el Gobierno está ahí para afirmar que fue una Diada festiva, tranquila y sin incidentes. Total, los ataques los reciben la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra, funcionarios que han perdido compañeros en el servicio por las heridas causadas por los exaltados.

LA PRIMERA FUERZA POLÍTICA FACILITA LA MESA DE MONÓLOGO INDEPENDENTISTA

Esto ocurre en Cataluña y especialmente en Barcelona, donde apenas el aire político se puede respirar. Y es que, el independentismo lo emponzoña todo. López Miras puede comprobarlo asomándose un buen rato en la laguna del Mar Menor, donde yacen miles de peces debido a vertidos tóxicos y contaminación, entre otros factores. En Cataluña la podredumbre es aún más nauseabunda.

La situación es aún peor porque no hay una oposición firme y contraria al independentismo. El PSC, la primera fuerza de Cataluña, no sólo no se ha opuesto a esta infame mesa de negociación sino que ha asistido a la misma con el secretario general del PSC y ministro de Deportes, Miquel Iceta. Tampoco los proyectos de Ciudadanos o del PP convencen a su electorado, y Vox, como cuarta fuerza en el Parlament, trata de abrirse camino fagocitando a ‘naranjas’ y ‘azules’ cada día que pasa.

La «Agenda del Reencuentro», como así la denomina Sánchez y su Gobierno, había tenido precedentes anteriores. Curiosamente, todas ellas han obtenido el mismo resultado. Ni acuerdo ni diálogo y todas han acabado en un referéndum unilateral con consecuencias económicas y penales para sus promotores. Todo un éxito que ha provocado la huida de miles de empresas y la falta de inversión extranjera en Cataluña.

LA HUMILLACIÓN DE ERC, EL HAZMERREÍR DEL PSOE

Sin embargo, Pere Aragonès cree que esta vez puede ser diferente para solventar el denominado conflicto entre Cataluña y España. «Por primera vez un Gobierno admite que hay un conflicto», aseguró el también líder de ERC. Eso sí, no hay plazos y no habrá luz y taquígrafos para conocer de primera mano qué ha ocurrido en el interior de la habitación.

Habrá «reuniones periódicas y discretas«, ha asegurado con solemnidad en la Sala Gòtica del Palau de la Generalitat, donde se presentaban antes acuerdos importantes. Ahora se da a conocer la falta de los mismos. Para el líder catalán, se ha cumplido el viejo requerimiento de ‘Sit and Talk’ -Siéntate y habla-, como si Sánchez fuera la mascota que obedece. «Hoy el clamor mayoritario del pueblo de Cataluña se empieza a hacer realidad», ha dicho. «Llenamos las calles del país con el lema ‘Sit and Talk’ y lo hemos hecho realidad, hemos conseguido que el Estado se siente en una mesa de negociación y que reconociera el conflicto político y a Cataluña como sujeto político», ha dicho con tono vivo un Aragonès que tan sólo ha conseguido atraer a quien humilla al Estado con tal de permanecer en la silla de La Moncloa.