El año que viene no será un camino de rosas para el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez. El líder socialista afrontará lo que resta de legislatura una contienda electoral que muy probablemente hunda más al PSOE por el empeño que ha tenido Sánchez en presentar a un candidato fiel a Moncloa. Juan Espadas, el hombre de Ferraz en Sevilla, no acaba de despegar. Las encuestas auguran que las elecciones de Andalucía darán la victoria (y la mayoría absoluta) a la suma del Partido Popular y Vox con la consiguiente humillación del PSOE en el que durante más de 30 años ha sido su feudo. Se baraja que las elecciones de Andalucía sean el 22 de noviembre de 2022, pero hay quien habla de un posible adelanto. Sea como sea, el partido ya habla sobre estos comicios y el temor y el malestar en Ferraz por los pésimos resultados que cosecharía su candidato se deja notar.
Sánchez está inmerso en un proceso «obsesivo» que busca erradicar toda voz contraria al criterio de Moncloa
La llegada de Espadas al frente del PSOE en Andalucía es la decisión personal del presidente, no lo que los militantes deseaban. Al menos esta es la percepción que tienen algunos dirigentes socialistas que se han puesto en contacto con MONCLOA.com. Sánchez está inmerso en un proceso «obsesivo» que busca erradicar toda voz contraria al criterio de Moncloa dentro de su partido para conseguir el control total del PSOE. El problema es que esta búsqueda obsesiva se resuelve muchas veces con la puesta al frente de un candidato o candidata sin tirón electoral que deja al partido a la altura del betún. Lo que ha ocurrido en la Comunidad de Madrid es un claro ejemplo de ello: ni Hana Jalloul, ni María Reyes Maroto ni, por supuesto, Ángel Gabilondo fueron capaces de contener la humillación electoral que supuso el sorpasso de Más Madrid.
Las encuestas en Andalucía, región que celebrará las elecciones en 2022, dejan claro que Espadas no convence a nadie. Desde Ferraz hay más de uno que no quiere excusas ni comentarios que hablen de que Juan Manuel Moreno Bonilla se haya ganado los galones por una gestión brillante, porque no es así. El malestar en Ferraz es porque culpan a Espadas de no ser capaz de plantar cara y sacar las vergüenzas a Bonilla. Más de 30 años en el poder no parecen ser suficientes para recuperar la confianza de los andaluces, pues los últimos sondeos apuestan porque el PSOE seguiría perdiendo entre cuatro y cinco escaños respecto a los resultados actuales (con los que obtuvo 33 asientos). Esto es «humillante» para más de uno. No quieren que se repitan experiencias pasada y no ven la luz al final del túnel, pues Sánchez prioriza lealtad a tirón político y electoral.
Espadas no ha conseguido un golpe de efecto. Que Susana Díaz estaba de capa caída era evidente, según las encuestas y los resultados electorales. Sin embargo, la llegada de Espadas ha conseguido desmotivar aún más al electorado socialista andaluz. Para el malestar que se respira en Ferraz, no es algo nuevo lo ocurrido con los sondeos. Cuando Sánchez eligió a Espadas como su candidato en realidad lo seleccionaba por dos razones: porque tiene un perfil leal y sumiso a Moncloa y porque no amenaza en ningún caso con destacar o hacer sombra al presidente. Estos son los requisitos básicos que debe cumplir cualquier candidato que aspire a representar al PSOE en cualquier punto de España, ya sea municipal, autonómico o por un puesto del Ejecutivo.
El segundo que ha puesto en la candidatura es Felipe Sicilia, otro candidato que motiva poco al electorado andaluz. Esta línea de Sánchez, que ha sacado a relucir con la remodelación del Gobierno, ha generado un profundo malestar en Ferraz porque ven cómo cada día pierden caras visibles que contribuyan a mejorar la imagen del partido en beneficio de leales servidores que no tienen más aspiración que la de permanecer en la administración pública o en cualquier parte del partido. Siempre que tengan un sueldo, esta nueva «plaga» del PSOE se mantendrá cerrando filas con Pedro Sánchez.
El nombramiento de Espadas se teme que sea como la segunda vuelta de Gabilondo. Bonilla tiene los vientos a favor y no parece que la pandemia le haya pasado factura al gobierno de la Junta de Andalucía. Con un contrincante bien visto y un candidato flojo y sin tirón, es más que probable que el resultado de las elecciones autonómicas que se celebrarán en 2022 (ya sea en noviembre o antes) sea otro fiasco más para el PSOE que además será la antesala de las autonómicas y municipales de 2023. Mal negocio, piensan desde el PSOE. Pero Sánchez no parece preocupado.
ANDALUCÍA, EN UN TERCER PLANO
Desde el PSOE no hay un solo político que haya hablado con este medio que no reconozca que la obsesión de Sánchez es la supervivencia política. Su gran objetivo ahora es el de permanecer en el poder durante una legislatura más para después retirarse con honores. Para esto, el escenario del Congreso de los Diputados es sensiblemente distinto al que presentan otras comunidades autónomas. Desde Moncloa no consideran que una victoria en Andalucía pueda beneficiar a los intereses de Sánchez de cara a las generales. Lo que dicen los números es que con el apoyo de los nacionalistas vascos y de los independentistas catalanes, a la par que el de Unidas Podemos, lo tienen hecho siempre que Vox y el Partido Popular no obtengan mayoría absoluta. Por tanto, la obsesión de Sánchez es conseguir que el PP o los de Santiago Abascal se queden a las puertas.
En esta maniobra, lo que tenga que decir Andalucía poco importa. De hecho, no importa absolutamente nada dado que a quien tiene que contentar el presidente es a ERC, PNV y Junts per Catalunya. Poco más. Y esto sin tener en cuenta que Ciudadanos está necesitado de éxitos políticos. Lo que obsesiona a Sánchez es que el partido no monte una conjura interna que acabe o dificulte su candidatura; en este sentido, el presidente quiere nombres como el de Espadas que aunque no tengan tirón político no amenacen con convertirse en una piedra en el zapato del presidente del Ejecutivo.