Han saltado las alarmas en Génova 13 y por extensión en UPN. El equipo de Pablo Casado ha comenzado a diseñar la campaña electoral de cara a los comicios municipales, autonómicos y europeos de mayo de 2019, con previsible prólogo andaluz en noviembre, y la situación se advierte como catastrófica en un territorio muy sensible para el partido: Navarra.
En la Comunidad Foral, el PP tiene a día de hoy todos los visos de convertirse en el único Parlamento autonómico a nivel estatal donde la formación conservadora no cuente con ningún representante, situación que podría convertirse en irrespirable por la incapacidad de sus tradicionales socios de UPN de recuperar el poder y por la previsible irrupción de Ciudadanos.
Al líder de UPN, José Javier Esparza, le está creciendo una disidencia interna liderada por las tesis navarristas del ex parlamentario Iñaki Iriarte, poco proclive a que la formación regionalista articule su discurso al igual que Ciudadanos y PP en torno a las críticas al euskera y a la ley de Memoria Histórica.
Voces internas señalan que los regionalistas no debieran haber criticado al Gobierno presidido por Uxue Barkos por eliminar la bandera «laureada» del Parlamento foral y al Ayuntamiento municipal de EH Bildu por la exhumación de los restos de Sanjurjo y Mola.
Pero Esparza hace oídos sordos y la presidenta del PP navarro, Ana Beltrán, está siendo incapaz de contener el trasvase de votos hacia Ciudadanos, que ha renunciado de forma implícita a sus tesis antifueristas.
CUARENTA AÑOS CON UPN
UPN cumplirá el próximo año cuarenta años en la vida política navarra. Esta escisión foral de la extinta UCD nació en torno a las críticas a la disposición transitoria cuarta, que abría la puerta constitucional a la anexión de Navarra en Euskadi.
El partido impulsado por Jesús Aizpún solo alcanzaría el poder autonómico tras dos legislaturas socialistas tras la unión electoral con el PP, ya en 1991. Juan Cruz Alli se convertía en presidente, pero estuvo a punto de no acabar la legislatura porque sus pretensiones de crear órganos comunes con el País Vasco llevaron a una escisión.
Alli lideró el CDN, que ayudó a que los socialistas recuperasen el poder en 1995…solo durante un año, ya que los escándalos de corrupción socialistas obligaron a Ferraz a forzar que el PSN se plegase ante UPN y apoyase la llegada al poder de Miguel Sanz, que se mantuvo en el cargo durante quince años y acabó dinamitando el pacto con el PP.
Yolanda Barcina le relevaría durante cuatro años, pero el Caso Caja Navarra acabó forzando su renuncia y José Javier Esparza intentaría prolongar el poder regionalista en 2015. Pero los comicios fueron una hecatombe hace tres años para UPN: perdían casi 20.000 votantes, eran desalojado del Gobierno por un cuatripartito liderado por nacionalistas vascos y perdían a nivel municipal todas las cabezas de Merindad (Pamplona, Tudela, Estella, Olite y Sangüesa).
Desde UPN se infundía tranquilidad en sus filas por la previsible recuperación del poder de forma cómoda en cuatro años, pero los números económicos y la falta de fricciones internas de relevancia han convertido «la legislatura del cambio» en un periodo donde ha predominado una inesperada falta de tensión.
ENCUESTAS DEMOLEDORAS PARA UPN
En junio vieron la luz tres encuestas que provocaron que una creciente preocupación en las filas de UPN y PP. Según un sondeo de Focus para ETB, UPN perdería dos escaños y se conformaría con 13, Ciudadanos irrumpiría con 3 y el PP desaparecería. Esos 16 escaños son a todas luces insuficientes para alcanzar los al menos 25 necesarios con los que se controla el italianizado Parlamento foral.
Otra encuesta de SyM Consulting también apuntaba una caída de UPN y la desaparición popular, mientras que trascendió un sondeo interno de Geroa Bai que caminaba por los mismos derroteros.
Estas predicciones tampoco son demasiado alentadoras para Uxue Barkos, ya que podría depender del PSN mientras ve con frustración el hundimiento de sus socios de Podemos, formación abierta en canal en la Comunidad Foral por las diversas tensiones internas que ha sufrido en los últimos tiempos.
Especialmente preocupante para Esparza y compañía es su debilidad mediática después de tres años de una legislatura, ya que la agenda política la ha marcado el Gobierno del cambio gracias a la dosificación de informaciones procedentes de épocas anteriores: «Las cesantías de altos cargos de UPN cuestan 1,2 millones de euros» o «los litigios de UPN costaron 67 millones de euros en 2017», se leía en Diario de Noticias, medio ideológicamente cercano al nuevo Gobierno y puntal mediático de Barkos.
«El discurso con el que Esparza abrió la campaña era vacío, sin ideas, sin innovación, lleno de tópicos y lugares comunes»
Entre las filas de UPN también crece el desánimo por el escaso apoyo que encuentra Esparza en el aliado regionalista clásico, Diario de Navarra. Tampoco recibe el jefe de la oposición demasiados mimos de Navarra.com, que inauguraba hace unos días el curso político subrayando que el discurso con el que Esparza abrió la precampaña en la localidad de Cadreita era «vacío, sin ideas, sin innovación, lleno de tópicos y lugares comunes» y denunciando que UPN se había abonado «al discurso del miedo».
UPN ya no tiene quien la escriba, Esparza tiene escasos nueve meses para salvar los muebles y en Génova no saben qué hacer para intentar sobrevivir después de los desprecios públicos que han recibido los regionalistas tras apuntar la posibilidad de rehacer el pacto electoral a nivel autonómico.