Hasta un total de 1,7 millones de muertes en 2019 estuvieron relacionadas con temperaturas extremas (356.000 por el calor y 1,3 millones por el frío), según el nuevo estudio de la Carga Global de Enfermedades (GBD, por sus siglas en inglés), que se ha publicado en la revista ‘The Lancet’.
El calor extremo es un fenómeno cada vez más frecuente en todo el mundo, y se prevé que las muertes y enfermedades relacionadas con el calor también aumenten. Por ello, los autores de una nueva serie de dos artículos sobre el calor y la salud en ‘The Lancet’ recomiendan que se realicen esfuerzos a nivel mundial «de forma inmediata y urgente» para mitigar el cambio climático y aumentar la resiliencia al calor extremo con el fin de limitar el calentamiento adicional, evitar un calor extremo permanente y considerable en todo el mundo, y salvar vidas protegiendo a las personas más vulnerables.
En consonancia con el Acuerdo de París, los autores piden que el calentamiento global se limite a 1,5°C para evitar una mortalidad sustancial relacionada con el calor en el futuro. «La reducción de los efectos del calor extremo sobre la salud es una prioridad urgente y debe incluir cambios inmediatos en las infraestructuras, el entorno urbano y el comportamiento individual para prevenir las muertes relacionadas con el calor. La serie se publica en vísperas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP26, que se celebrará este año en Glasgow (Reino Unido)», reivindican.
Así, consideran que unas medidas de refrigeración eficaces y ambientalmente sostenibles pueden proteger de los peores efectos del calor sobre la salud, como el aumento de los espacios verdes en las ciudades, los revestimientos de las paredes que reflejan el calor de los edificios y el uso generalizado de ventiladores eléctricos y otras técnicas de refrigeración personal que ayudan a las personas a regular su temperatura corporal sin agravar otros tipos de tensión fisiológica.
«Aunque el aire acondicionado está cada vez más extendido en todo el mundo, resulta inasequible para muchos de los más vulnerables, es costoso desde el punto de vista económico y medioambiental, y deja a muchos indefensos ante el calor extremo durante los cortes de electricidad», recuerdan.
«Se necesitan dos enfoques estratégicos para combatir el calor extremo. Uno es la mitigación del cambio climático para reducir las emisiones de carbono y alterar el mayor calentamiento del planeta. El otro es la identificación de medidas de prevención y respuesta oportunas y eficaces, especialmente para los entornos de bajos recursos. Con la previsión de que más de la mitad de la población mundial estará expuesta a semanas de calor peligroso cada año a finales de este siglo, tenemos que encontrar formas de enfriar a la gente de forma eficaz y sostenible», afirma la profesora Kristie Ebi, de la Universidad de Washington (Estados Unidos), coautora de este documento.
Así, advierte de que «si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y no se elaboran y ponen en marcha planes de acción contra el calor, a muchas personas y comunidades de todo el mundo les espera un futuro muy diferente». «Las actividades cotidianas del verano, como el ejercicio y el trabajo al aire libre, pueden cambiar drásticamente, ya que el aumento del calentamiento hace que la gente corra más riesgo de exponerse a un calor intolerable con mucha más frecuencia, sobre todo en las regiones tropicales», indican.
RIESGOS PARA LA SALUD DEL CALOR EXTREMO
Según un nuevo estudio de modelización de la Carga Global de la Enfermedad, más de 356.000 muertes en 2019 estuvieron relacionadas con el calor y se espera que esa cifra aumente a medida que aumenten las temperaturas en todo el mundo. Sin embargo, señalan los autores del documento, muchas de las muertes relacionadas con el calor «se pueden prevenir mitigando el cambio climático y reduciendo la exposición al calor extremo».
Cuando se expone a un estrés térmico extremo, la capacidad del cuerpo para regular su temperatura interna puede verse desbordada, provocando un golpe de calor. Además, las respuestas fisiológicas de termorregulación que se ponen en marcha para proteger la temperatura corporal inducen otros tipos de tensión fisiológica y pueden provocar eventos cardiorrespiratorios.
Los efectos del calor extremo también se asocian a un aumento de las hospitalizaciones y las visitas a urgencias, a un incremento de las muertes por enfermedades cardiorrespiratorias y de otro tipo, a problemas de salud mental, a resultados adversos en el embarazo y el parto, y a un aumento de los costes sanitarios. Las personas mayores y otras personas vulnerables que pueden ser menos capaces de cuidarse a sí mismas en caso de calor extremo (por ejemplo, personas aisladas en casa, personas con poca movilidad) también son más propensas a experimentar los efectos del calor extremo sobre la salud.
Por último, argumentan que el calentamiento de las temperaturas está agravando otros problemas medioambientales, como las concentraciones adversas de ozono a nivel del suelo, los incendios forestales y el rápido crecimiento de la población urbana.
«Los días extremadamente calurosos u olas de calor que se experimentaban aproximadamente cada 20 años se ven ahora con más frecuencia y podrían incluso ocurrir todos los años a finales de este siglo si las actuales emisiones de gases de efecto invernadero continúan sin disminuir. Este aumento de las temperaturas, combinado con una población más numerosa y envejecida, significa que un número aún mayor de personas correrá el riesgo de sufrir los efectos del calor sobre la salud», afirma Ebi.
AUMENTAN LAS TEMPERATURAS EXTREMAS
Como se evidenció en estudios anteriores, tanto las altas como las bajas temperaturas provocan un aumento de las muertes y la mala salud. Además de las 356.000 muertes estimadas por el calor en el nuevo estudio de la Carga Global de Enfermedades, los investigadores también estiman que 1,3 millones de muertes estuvieron relacionadas con el frío en 2019.
El estudio relaciona las muertes con la temperatura no óptima con 17 causas específicas de enfermedad, y destaca la relevancia de la mortalidad cardiorrespiratoria y metabólica, así como las causas externas de muerte como la violencia interpersonal, las autolesiones, los ahogamientos y las lesiones.
En la mayoría de los lugares, las temperaturas frías se relacionaron con más muertes que el calor, con un aumento del 31 por ciento en las muertes relacionadas con el frío desde 1990. En cambio, las muertes atribuibles al calor durante el periodo de estudio aumentaron un 74 por ciento, lo que sugiere un aumento de la mortalidad por calor extremo, especialmente en las regiones más cálidas del mundo.
Los autores señalan que el estudio se basa en datos de mortalidad de nueve países y que las estimaciones globales pueden subestimar el impacto de las temperaturas extremas en lugares con mayor sensibilidad a la temperatura, y sobrestimarlas en lugares con menor sensibilidad a la misma. Además, no se disponía de datos de mortalidad por causas específicas para Europa o el sur y sureste de Asia, y sólo se incluía un país del África subsahariana.