Un nuevo estudio dirigido por la Universidad de Bonn (Alemania) que ha comparado la distribución espacial y temporal de las concentraciones de metano en el aire del norte de Siberia con los mapas geológicos ha comprobado que las concentraciones de metano en el aire tras la ola de calor del año pasado indican que el aumento de las emisiones de gas procedía de formaciones calcáreas, según publican en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS).
Los suelos permanentemente congelados del permafrost cubren grandes áreas del hemisferio norte, especialmente en el norte de Asia y América del Norte. Si se descongelan en un mundo que se calienta, esto puede suponer un peligro, ya que durante el deshielo se liberan CO2 y metano, lo que amplifica el efecto antropogénico de los gases de efecto invernadero.
«El metano es especialmente peligroso en este caso porque su potencial de calentamiento es muchas veces mayor que el del CO2», explica el profesor doctor Nikolaus Froitzheim, del Instituto de Geociencias de la Universidad de Bonn. Por ello, los pesimistas ya hablaban de una inminente «bomba de metano».
Sin embargo, la mayoría de las proyecciones anteriores mostraban que los gases de efecto invernadero procedentes del deshielo del permafrost contribuirían «sólo» a unos 0,2 grados centígrados al calentamiento global en 2100. Esta suposición ha sido puesta en duda por un nuevo estudio de Nikolaus Froitzheim y sus colegas Jaroslaw Majka (Cracovia/Uppsala) y Dmitry Zastrozhnov (San Petersburgo).
La mayoría de los estudios anteriores sólo se ocupaban de las emisiones procedentes de la descomposición de los restos vegetales y animales en los propios suelos del permafrost. En su estudio actual, los investigadores dirigidos por Nikolaus Froitzheim hicieron una comparación entre las concentraciones de metano en el aire de Siberia, determinadas mediante espectroscopia por satélite, y los mapas geológicos.
Encontraron concentraciones significativamente elevadas en dos zonas del norte de Siberia: el cinturón plegado de Taymyr y el borde de la plataforma siberiana. Lo que llama la atención de estas dos zonas alargadas es que el lecho rocoso está formado por formaciones calcáreas de la era Paleozoica (el periodo comprendido entre hace unos 541 millones de años y hace unos 251,9 millones de años).
En ambas zonas, las elevadas concentraciones aparecieron durante la ola de calor extremo del verano de 2020 y persistieron durante meses. Pero, ¿cómo se produjo el metano adicional en primer lugar? «Las formaciones del suelo en las zonas observadas son muy finas o inexistentes, lo que hace improbable la emisión de metano a partir de la descomposición de la materia orgánica del suelo», dice Niko Froitzheim.
Por ello, él y sus colegas sugieren que los sistemas de fracturas y cuevas de la piedra caliza, que habían sido obstruidos por una mezcla de hielo e hidrato de gas, se volvieron permeables al calentarse. «Como resultado, el gas natural, que es principalmente metano, procedente de los depósitos dentro y debajo del permafrost, puede llegar a la superficie de la Tierra», afirma.
Los científicos planean ahora investigar esta hipótesis mediante mediciones y cálculos de modelos para averiguar la cantidad y la rapidez con que puede liberarse el gas natural. «Las cantidades estimadas de gas natural en el subsuelo de Siberia del Norte son enormes. Si parte de este gas se incorpora a la atmósfera al descongelarse el permafrost, podría tener un impacto dramático en el ya sobrecalentado clima mundial», subraya Niko Froitzheim.