Aunque el riesgo de que un niño sea ingresado en un hospital debido a la COVID-19 es pequeño, un nuevo estudio británico ha descubierto que alrededor de 1 de cada 20 niños hospitalizados por esta enfermedad desarrollan complicaciones cerebrales o nerviosas relacionadas con la infección vírica.
La investigación, publicada en la revista ‘The Lancet Child and Adolescent Health’ y dirigida por la Universidad de Liverpool (Reino Unido), identifica un amplio espectro de complicaciones neurológicas en los niños y sugiere que pueden ser más comunes que en los adultos ingresados con COVID-19.
Aunque se han notificado problemas neurológicos en niños con el recién descrito síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico asociado temporalmente al SARS-CoV-2 (ST-PIMS), la capacidad de COVID-19 para causar una amplia gama de complicaciones del sistema nervioso en niños ha sido poco reconocida.
Para abordar esto, los investigadores desarrollaron un sistema de notificación en tiempo real en todo el Reino Unido en asociación con la Asociación Británica de Neurología Pediátrica.
Entre abril de 2020 y enero de 2021, identificaron 52 casos de niños menores de 18 años con complicaciones neurológicas entre 1.334 niños hospitalizados con COVID-19, lo que supone una prevalencia estimada del 3,8 por ciento. Esto se compara con una prevalencia estimada del 0,9 por ciento en los adultos ingresados con COVID-19.
Ocho (15%) niños que presentaban características neurológicas no tenían síntomas de COVID-19 aunque el virus se detectó mediante PCR, lo que subraya la importancia de examinar a los niños con trastornos neurológicos agudos para detectar el virus. El origen étnico resultó ser un factor de riesgo, ya que más de dos tercios de los niños eran de origen negro o asiático.
Por primera vez, el estudio identificó diferencias clave entre los niños con ST-PIMS y aquellos con complicaciones neurológicas sin ST-PIMS. Los 25 niños (48%) diagnosticados con ST-PIMS presentaban múltiples características neurológicas, como encefalopatía, derrame cerebral, cambios de comportamiento y alucinaciones; tenían más probabilidades de requerir cuidados intensivos.
Por el contrario, los 27 niños sin ST-PIMS (52%) presentaban un trastorno neurológico primario como convulsiones prolongadas, encefalitis (inflamación cerebral), síndrome de Guillain-Barré y psicosis. En casi la mitad de estos casos, se trataba de un trastorno neuroinmune postinfeccioso reconocido, en comparación con un solo niño del grupo ST-PIMS, lo que sugiere que están actuando diferentes mecanismos inmunitarios.
Los resultados a corto plazo fueron aparentemente buenos en dos tercios (65%), aunque un tercio (33%) tenía algún grado de discapacidad y un niño murió en el momento del seguimiento. Sin embargo, aún se desconocen las repercusiones en el cerebro en desarrollo y las consecuencias a largo plazo.
«El riesgo de que un niño sea ingresado en el hospital debido a la COVID-19 es pequeño, pero entre los hospitalizados se producen complicaciones cerebrales y nerviosas en casi el 4 por ciento. Nuestro estudio nacional confirma que los niños con el nuevo síndrome hiperinflamatorio postinfección ST-PIMS pueden tener problemas cerebrales y nerviosos; pero también hemos identificado un amplio espectro de trastornos neurológicos en niños debidos a COVID-19 que no tenían PIMS-TS. A menudo se debían a la respuesta inmunitaria del niño tras la infección por COVID-19», detalla el primer autor del trabajo, Stephen Ray, pediatra de la Universidad de Liverpool.