Son meses trabajando para que todo se eche por tierra por culpa de la falta de un sustituto adecuado del gusto de Pedro Sánchez. El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, ha esquivado la bala en el último minuto. La titular de Defensa, Margarita Robles, y principal enemiga de su compañero en la judicatura llevaba meses trabajando para socavar la confianza que Moncloa tenía en el ministro del Interior. Todo parecía listo para que Pedro Sánchez cesara al socialista y diera la estocada a una legislatura marcada por los enfrentamientos con la Guardia Civil y con la Policía Nacional. Sin embargo, la falta de un sustituto del agrado de Sánchez ha salvado a Marlaska de la criba y ha dejado expuesta a Robles. Meses de trabajo echados por tierra por falta de un nombre adecuado. Pero eso sí, al menos el titular de Interior le ha cogido la matrícula a la de Defensa. Habrá nuevos enfrentamientos.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tenía prevista la salida de Fernando Grande Marlaska del Ejecutivo. No es algo nuevo. Ya en 2019 se planteó pasar al socialista de Interior a Justicia y llevan meses que no se convencen de la gestión del magistrado al frente del ministerio que dirige. Todo parecía de cara para satisfacer las pretensiones de Margarita Robles. De hecho, el presidente se puso de forma activa a buscar un sustituto que cumpliera todos los requisitos que él buscara pero no fue capaz. Al final, el querer acelerar las fechas para modificar el Consejo de Ministros y el no encontrar el sustituto adecuado han echado por tierra meses de trabajo de Margarita. La conspiración de la magistrada se ha quedado a las puertas.
Se sopesaron varios nombres. El del ministro de Presidencia, Félix Bolaños, también se manejó. El de la propia Robles era otra alternativa que la propia ministra no descartó durante una rueda de prensa en la que dijo que ella estaría donde los españoles quisieran que estuviera. E incluso se buscaron caras nuevas fuera del Gobierno. Pero ninguno convenció al presidente, por lo que al final ha optado por aguantar a Marlaska y a sus problemas con la Guardia Civil.
Marlaska y Margarita han chocado desde que entraron en el Gobierno
Marlaska y Margarita han chocado desde que entraron en el Gobierno. Los nombramientos en diferentes áreas en las que tienen parte del pastel tanto Defensa como Interior han sido el origen de miles de pequeños enfrentamientos que han acabado por una guerra fraticida socialista. La destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos fue la punta del iceberg, pero tanto Robles como Marlaska llevaban tiempo que no podían ni verse en los actos públicos. Por eso la titular de Defensa puso toda su maquinaria a funcionar para conseguir socavar la confianza de Moncloa en Marlaska, algo que consiguió en un primer momento. Hablamos de que Robles ha intentado echar al ministro del Interior desde el mismo momento en que estalló la pandemia. Vamos, desde el inicio de la legislatura.
La remodelación del Gobierno fue, para Robles, el punto de inflexión. Todos en el PSOE sabían a la perfección que el presidente del Ejecutivo preparaba cambios profundos. Y Robles no tenía ninguna intención de dejar pasar la oportunidad.
El plan de Robles fue sencillo. Buscó aliados que hablaran a nivel interno sobre la mala gestión de Marlaska. Con la Guardia Civil, un cuerpo policial que codepende tanto de Defensa como de Interior, fue aún más sencillo dado que el choque entre el coronel Diego Pérez de los Cobos y Marlaska y los ascensos polémicos que propuso el ministro saltándose la cadena de mando y el escalafón (algo fundamental para los guardias civiles) dejaron un terreno abonado para que los malos comentarios proliferaran como setas. Y así fue. Desde Moncloa no querían malestar interno ni enfrentamientos entre un ministro y un cuerpo policial tan importante como la Guardia Civil, punto que erosionó mucho la imagen de Marlaska de cara al núcleo duro de Sánchez. Pero no fue lo único.
Robles también fomentó los malos comentarios dentro del PSOE. Su poder dentro del partido es mayor que el que le gustaría a la mayoría y tiene una legión de «margaritos» que son capaces de poner en marcha rumores y críticas a nivel interno que llegan a oídos de cualquiera que tenga cierto poder en el PSOE. Y esto también lo consiguió. No había quien no cuestionara dentro del partido a Marlaska.
Margarita Robles consiguió dar el empujón al ministro del Interior que necesitaba, pero al final no parece haber conseguido su objetivo. Lo más curioso es que, para Robles, el echar a Marlaska no era una cuestión de ambición política. Ella estaría dispuesta a ocupar la cartera de Interior, pero no era precisamente su sueño. La obsesión de Robles, y lo que mejor habla de cómo es la ministra de Defensa, era la de echar a quien considera un enemigo «escurridizo» del Gobierno cuanto antes. Ella no perdona. Pero quien sí lo hizo fue Sánchez. Habrá que ver qué movimientos hace el titular de Interior durante los próximos dos años para responder a los cuchicheos que Robles lleva tiempo instigando para erosionar la confianza del presidente del Gobierno en su ministro del Interior.