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La llegada del smartphone a nuestras vidas sin duda revolucionó el modo en el que llevamos a cabo nuestro día a día. Con los móviles de que disponíamos antes solo podías hacer llamadas o enviar mensajes e incluso con los móviles que contaban con acceso a internet, lo relegaban a una herramienta para descargar fondos de pantalla, politonos y minijuegos. Con la llegada del smartphone de pronto tuvimos acceso a dispositivos que eran auténticos ordenadores de bolsillo, que aceleraron de forma espectacular la evolución e implantación de conceptos como las redes sociales o las web de streaming de video, que ya habían aparecido en muchos casos yt era un utilizados por millones de usuarios a través de sus ordenadores en sus casas, pero que ahora adquirían una dimensión completamente diferente ya que el usuario ahora podía
acceder a ellos desde cualquier lugar con su dispositivo móvil.
Pero acceder a internet desde un smartphone no es lo mismo que hacerlo desde un ordenador, donde cuentas con un teclado para escribir cómodamente, una pantalla generalmente grande para ver todo con claridad y un ratón para navegar de forma simple y efectiva. Desde un dispositivo móvil cuentas con una pequeña pantalla y un teclado aún más pequeño que además ocupa la mitad de esa pantalla cuando está en uso. Incluso a pesar del gran avance que supusieron las pantallas táctiles, uno de los requisitos indispensables para el nacimiento del smartphone, la realidad es que navegar por internet no es tan cómodo cuando se hace desde el móvil, especialmente en los primeros días cuando las webs no estaban aun adaptadas a este nuevo formato y en muchos casos no era solo difícil e incómodo si no que directamente resultaba imposible leer según que texto o acceder a según que menú. Por este motivo los smartphones siguieron la vía alternativa de las apps. Este concepto popularizado por Apple es esencialmente el mismo que el de un programa informático. Se instala en el dispositivo del mismo modo que un programa se instala en un ordenador y a partir de ese punto es simplemente cuestión de ejecutarlo y empezar a utilizarlo. El concepto de la app sin embargo es mucho más sencillo de utilizar, esencialmente porque el proceso de instalación está completamente automatizado y es infinitamente más rápido, por lo que usualmente es más rápido y cómodo buscar una app e instalarla que buscar una web en el buscador y acceder a ella. Y el resultado suele ser también mejor.
Así hemos terminado teniendo cientos de apps instaladas en nuestros teléfonos móviles, algunas de ellas tan mundanas como las apps que permiten encender y apagar el flash de la cámara para emplearlo como linterna, apps de restaurantes para pedir comida a domicilio, y otras más relevantes como apps de mensajería, redes sociales en las que compartimos gran cantidad de datos e información personal o las llamadas fintec, empresas que prestan servicios financieros y que suelen prestar dichos servicios vía su propia app, la cual en muchos casos tiene acceso a cuentas bancarias de los usuarios. Sin duda la existencia de todas estas opciones y herramientas trae consigo una multitud de mejoras a nuestra vida diaria, pero también trae consigo nuevos riesgos al tener gran parte de nuestras vidas
expuestas a ataques informáticos.
Por fortuna, entre los beneficios de las aplicaciones se encuentra la protección de cuenta de los usuarios. Las empresas cada vez confían más en la seguridad a través de este tipo de formato digital. Ejemplo de ello se puede encontrar en los casinos en línea, donde debido a la gran
variedad de juegos de casino que se pueden encontrar, los usuarios prefieren descargarse la app para tener un entretenimiento seguro. Y es que al volverse tan fundamentales en nuestra sociedad y por tanto en nuestra economía, la inversión en seguridad es cada vez mayor y con razón, lo cual esta volviendo cada vez más seguro todo lo que tiene que ver con las apps de nuestros smartphones.
La historia nos enseña que todo cambio trae consigo riesgos y oportunidades, siendo por tanto un reto que de ser superado nos permite evolucionar al tiempo que minimizamos o incluso erradicamos esos riesgos que encontrábamos al comienzo. Esto ha sido siempre una condición necesaria para el progreso.