Este domingo España se tiñó de morado. Mujeres y hombres llenaron las calles de las ciudades más importantes del país para reivindicar, un 8-M más, las desigualdades a las que se enfrenta el sexo femenino. La manifestación de Madrid fue la más multitudinaria, como ha ocurrido en anteriores ocasiones. Según la Delegación del Gobierno, se concentraron alrededor de 120.000 personas.
Una cifra, que a pesar de ser elevada, es sensiblemente inferior si la comparamos con los dos años anteriores. 2018 supuso un antes y un después, ya que en la capital se congregaron 175.000 personas. Antes de esta fecha los manifestantes no superan ni los 50.000. Y en 2019 este número se multiplicó por dos. Alrededor de 375.000 mujeres y hombres reivindicaron las consignas feministas. Un récord sin precedentes que no se ha repetido en esta ocasión. Algunos apuntan al temor por el coronavirus –Madrid es una de las comunidades más afectadas– como posible causa de este decrecimiento.
También la participación ha disminuido en otros rincones de España. Barcelona fue la siguiente manifestación más masiva. Tanto en 2018 como en 2019 la ciudad condal anotó 200.000 personas en las calles. Sin embargo, este año la Guardia Urbana ha cifrado en 50.000 los asistentes. En otros puntos del país, como en Bilbao, unas 52.000 personas alzaron su voz, más o menos las mismas que en 2019, donde protestaron 60.000. En Sevilla, esta disminución se ha notado aún más: unas 16.000 en 2020 frente a las 50.000 un año antes.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS: TODOS, MENOS VOX
El momento más tenso de la manifestación se vivió con la llegada de Ciudadanos a la concentración. Bajo el lema, “Feminismo en Libertad”, algunas de las principales dirigentes naranjas, como la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, o la portavoz de Cs en Cataluña, Lorena Roldán, decidieron sumarse a las protestas por el 8-M. Su presencia, como algunos dentro del partido ya esperaban, no fue agradable. Ya contaban con el precedente del día del Orgullo, donde también fueron increpados, y esta situación volvió a repetirse en la tarde de ayer.
Un grupo reducido de manifestantes les gritaron y abuchearon por su acercamiento a Vox. Los asistentes aprovecharon la cita para mostrar su desacuerdo con la política de pactos de los naranjas, que en ciertos territorios, como en Andalucía o en Murcia, han tenido que alcanzar acuerdos con los ultraderechistas. Los naranjas, a diferencia del día del Orgullo, esta vez iban preparados con una decena de auxiliares que evitaban que los allí presentes se les acercaran. Finalmente, la tensión llegó a su momento más álgido a la llegada a Cibeles donde la policía tuvo que intervenir para pedirles que abandonaran la marcha.
Muy diferente a Ciudadanos fue la manifestación para el Partido Popular. Varias mujeres del partido acudieron por primera vez –al menos de manera oficial– a la manifestación de este domingo. En las calles madrileñas se vieron a la vicesecretaria de Política Social del PP, Cuca Gamarra, a la secretaria general del PP de Madrid, Ana Camins, o la exdiputada popular Marimar Blanco. Todas ellas, unidas, recorrieron la concentración como cualquier ciudadana de a pie, sin portar ninguna pancarta o signo que las identificara. Una estrategia que consiguió su objetivo: estar presentes en la marcha evitando ser increpadas y expulsadas del acto.
La formación que no acudió fue Vox. Los de Santiago Abascal ya expresaron antes de este 8-M su rechazo al evento y convocaron para ese día un congreso del partido en el Palacio de Vistalegre. En aquel acto, que ha durado todo el fin de semana, hubo momento para hablar de la marcha feminista. Abascal afirmó que “en Vox no hay locas del odio ni hace falta un macho alfa que os haga ministras”, en referencia tanto a los manifestantes como a la propia Irene Montero.
No fueron dirigentes de Vox, pero sí estuvieron presentes algunos de sus seguidores más polémicos. Es el caso del camerunés Bertrand Ndongo, quien se acercó a la manifestación para exclusivamente grabar momentos de tensión como los vividos con Ciudadanos y los propios que se generaron con su presencia. Un hecho que le ha servido para acusar a las feministas de estar llenas de “odio”, pero que no representa el verdadero sentido de la marcha, que fue pacífica.
EL GOBIERNO DE COALICIÓN, UN 8-M POR SEPARADO
Los partidos del Gobierno, PSOE y Unidas Podemos, acudieron a este 8-M individualmente, cada uno manifestándose con su formación. Los socialistas portaban una pancarta en la que se leía “Mujeres iguales, mujeres libres”. Algunas de las representantes que la sostenían eran la vicepresidenta Carmen Calvo, la ministra de Educación, Isabel Celaá, la titular de Economía, Nadia Calviño, o la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez.
Unidas Podemos también contó con su pancarta propia, bajo el lema “Unidas, libres y feministas”. La ministra de Igualdad, Irene Montero, era una de las que la portaban. Junto a ella estaban otras mujeres fuertes de la formación como la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, la eurodiputada morada María Eugenia Rodríguez Palop o la diputada Sofía Castañón.
Tanto las socialistas como las representantes moradas fueron por separado, pero tanto Montero como Calvo –ambas han protagonizado esta semana un sonado enfrentamiento a costa de la Ley de Libertad Sexual– lanzaron mensajes de «unidad» para limar asperezas. En esta ocasión, no ha habido una pancarta conjunta del Gobierno.