M. Traoré es un joven de 16 años, procedente de Mali, que hace algo más de un año se subió a una patera en Senegal, junto a otro hermano –por parte de padre–, también de 16 años, y que llegaron a una playa de la isla de Gran Canaria tras ocho días de travesía, tres de ellos sin comer, y con alguna herida de recuerdo de ese viaje. No muestra miedo a morir porque dice que en «la patera sabes que puedes morir pero en Mali también».
La entrevista con M. Traoré es por teléfono, y en todo momento está acompañado de una voluntaria del proyecto MERAKI de la Fundación Adsis, quien puntualiza que está algo nervioso, si bien esa sensación se va aplacando a medida que avanza la conversación y expone parte de lo que ha sido su vida antes de llegar a la isla, su viaje y lo que espera del futuro.
Él es el tercero de una familia con 11 hermanos por parte de padre y asegura que decidió montarse en una patera porque quería cambiar su vida y ayudar a su familia debido a la situación de guerra que vive su país, donde ha señalado que de no estar así, no habría salido de Mali, donde ha dejado a su madre y a nueve hermanos porque su padre se encuentra en Francia (que viajó en patera también) y, además, cuenta que tiene una tía en Barcelona.
Antes de emprender la aventura, M.Traoré, que es el nombre ficticio con el que la Fundación ha pedido que se le nombre para protegerlo al ser menor, trabajaba como conductor con una camioneta en la que transportaba mercancías y personas, «la guagua de África», ríe.
Sin embargo, ha señalado que él quería ayudar a su familia y es por lo que decide montarse en una patera con destino a España junto a otras 47 personas, entre las que también iba uno de sus hermanos.
M. Traoré cuenta que la travesía, que duró ocho días, fue «difícil», pasó «mucha hambre», ya que no comió durante tres días, y en la embarcación apenas podían moverse, si bien se levantaba a mirar, las olas los empujaban y caían unos encima de otros, llegando incluso a hacerse daño en una de las manos.
Ante lo vivido en el viaje, al ser preguntado por si tuvo miedo en algún momento, responde que «muchas personas tenían miedo» pero él niega que lo tuviera, puntualizando que «si mueres, mueres, y si no mueres, no mueres» porque, añade, que aunque pensó que podía morir al subirse a una patera, también puedes fallecer estando en Mali.
«Tú te sientas en una patera y sabes que puedes morir pero en Mali también te puedes sentar y morir porque hay mucha guerra», apostilla tajantemente.
TRAS UN AÑO, PERMANECE A LA ESPERA DE LA PRUEBA ÓSEA
Por ello, su esperanza a una nueva vida comienza a materializarse a comienzos del año 2020 cuando su embarcación arriba a una de las playas de Gran Canaria, donde tras llegar a tierra recuerda que le dieron «ropa, zapatos, fue a casa de los policías –la comisaría– y al médico» para tratarle la herida que se hizo en la mano.
Posteriormente, cuenta que a él y otras 11 personas de las que viajaban en la patera, entre ellos su hermano, los trasladaron a un Centro de Atención Inmediata (CAI) donde permanece porque aún está a la espera de que le realicen la prueba ósea para verificar que es menor de edad.
M. Traoré dice sentirse bien tratado en la isla y asegura que repetiría todo lo que ha hecho hasta ahora, ya que tal como está la situación de su país, admite que solo volvería de vacaciones. «Sí, está bien –todo lo que hice–. Cuando tenga papeles de vacaciones a Mali», afirma.
Él justifica esto porque «cuando tú tienes dinero, no tienes guerra ni nada pero cuando no hay dinero, hay mucha guerra».
De este modo, mientras espera que le hagan la prueba ósea, le den los «papeles» para intentar reunirse con su familia y pueda estudiar, M. Traoré pasa su día a día haciendo deporte, aprendiendo español o jugando a fútbol –dice que es de la U.D. Las Palmas– y se comunica con su madre que, expone, le pide que «no haga casos malas.
M.Traoré se despide agradeciendo la conversación y diciendo que lo que quiere son los «papeles» para estar legal en España e ir al colegio.
Entre las personas que ayudan a M.Traoré a poder integrarse está Aurora Acosta, voluntaria del Proyecto de Alfabetización MERAKI de la Fundación Adsis, que a través de dos grupos, los viernes y sábados, en Las Palmas de Gran Canaria, les dan clases durante dos horas de español, competencia lingüística, digital e integración ciudadana.
Este proyecto ha permitido, desde que se puso en marcha en el verano de 2020, atender a unos 57 migrantes menores y adultos, así como sensibilizar a la sociedad canaria a través de charlas en centro educativos u otras acciones con las que visibilizar la situación de las personas que llegan en patera al archipiélago.