La magistrada socialista está como loca por quitarse lo que para ella es el San Benito de acabar en la capital como candidata o de la Comunidad de Madrid o del Ayuntamiento. Las aspiraciones de la ministra de Defensa no pasan por acabar como referente del PSOE en una autonomía o un municipio, sino que quiere por algo más elevado y, a su juicio, de mayor prestigio. Dado que Margarita Robles tiene cerrado el sueño húmedo de ser presidenta del Tribunal Supremo, la magistrada se ha aferrado con uñas y dientes a la posibilidad de acabar en el Tribunal Constitucional. En cualquier caso, lo que tiene claro Robles, y lo que aseguran las fuentes, es que no quiere acabar en Madrid ni en pintura. Y menos después de todo lo ocurrido, cuando se ha visto fuera del Consejo de Ministros y como candidata de una delegación que tampoco la quiere, entre otras cosas, por su carácter.
Robles odia a Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo. Le detesta porque Lesmes simplemente aplicó la ley y en el momento en el que la magistrada abandonó su puesto para ejercer como ministra y dio un portazo al sueño de Robles de ser presidenta del Tribunal Supremo. Aún hay abierta alguna posibilidad de que lo sea, pero Robles tendría que montar un escándalo mayúsculo para conseguirlo, algo que desde el PSOE aseguran que quieren evitar. Con todo esto, las aspiraciones de Robles se han visto limitadas y tiene que elegir entre pocos destinos. Pero lo que tiene claro la ministra es que la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento no son santos de su devoción.
Ahora que la presidencia del Supremo está fuera, Robles tiene, según detallan fuentes cercanas a la ministra, todas sus esperanzas puestas en el Tribunal Constitucional. No es un puesto tan jugoso como el que deseaba previamente, pero sí que satisface mínimamente la ambición de la titular de Defensa. Por supuesto, lo que Robles prefiere es quedarse en el Consejo de Ministros, pero eso parece que no va a poder ser. Y menos cuando hay una convocatoria anticipada de elecciones en ciernes que amenaza con poner fin al reinado militar de la magistrada.
El Constitucional no desagrada a la ministra, pero siempre que se hable de presidirlo. Para Robles, menos de eso es humillarse. Pero más degradante ha sido para ella que todos dentro del partido la vieran como candidata a las elecciones de la Comunidad de Madrid en sustitución de un (entonces) acabado Ángel Gabilondo. Para Robles, este movimiento que pretendía dar el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no era otra cosa que degradarla en público. Que humillarla con una especie de premio de consolación que para ella no era suficiente. Si a la exministra de Justicia Dolores Delgado la apartaron del Gobierno por su relación con el excomisario Villarejo y le dieron el premio de ser Fiscal General del Estado, a Robles deberían darle más. Mucho más.
Las fuentes detallan que la ministra de Defensa es consciente de que Sánchez la quiere apartar del Gobierno, pero que no está en absoluto de acuerdo. El que Robles apoyara a Sánchez en sus horas más bajas, justo cuando la expresidenta andaluza Susana Díaz pretendía apartarle de la dirección socialista, debería ser suficiente, a juicio de la ministra, para que Sánchez respetara sus deseos. El problema es que el líder socialista tiene muy claro que no la quiere dentro del Consejo por una sencilla razón: se entromete en la política de Estado más de lo que le compete.
Sea el Constitucional o no, Sánchez lo que quiere es colocar a Robles en algún lugar donde no moleste, pero que le sea útil. No hay que olvidar que la ministra de Defensa cuenta con una buena valoración por parte de la derecha. Esto hace que la magistrada socialista sea un activo útil siempre y cuando se la coloque en algún lugar donde su ambición tenga techo. Por eso, la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento de la capital era (y sigue siendo) perfecto.
ROBLES, LA ENTROMETIDA
Hay una razón por la que Robles estará fuera del Gobierno tan pronto como se convoquen elecciones (y ya hay muchas voces dentro del Ejecutivo que ubican la fecha de los comicios anticipados en 2021): que se ha entrometido demasiado en asuntos que ni le vienen ni le van. La ministra de Defensa se ha metido en todo tipo de problemas y ha intentado colocar a perfiles afines en puestos clave generando un conflicto directo con el Ministerio del Interior que dirige su colega (o no tanto) Fernando Grande Marlaska. Este es solo un ejemplo, pues también se ha entrometido en otros asuntos como la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
En referencia a los problemas con Marlaska, ya fueron públicos cuando el ministro del Interior empezó una purga de altos mandos en la Guardia Civil y en la Policía Nacional. En lo que toca a los que visten de verde, que también dependen del Ministerio de Defensa, Robles se entrometió todo lo que quiso y más porque algunos cargos gozaban de la confianza de la magistrada. Este enfrentamiento no gustó a la cúpula del partido e intentaron frenarlo de raíz, pero el daño ya estaba hecho.
Pero el punto más grave quizás es el de la renovación del CGPJ. Robles es Ministra de Defensa, un cargo que poco tiene que ver con este asunto, el problema es que conoce bien el Consejo y sabe que su futuro laboral pasará por ahí tarde o temprano. Por esta razón, la ministra ha intentado colocar, según detallan las fuentes, a vocales afines y vetar otros para que su vuelta al poder judicial sea más cómoda. Y esto lo ha hecho sin contar necesariamente con el apoyo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Tal fue la forma de entrometerse de Robles que, tal y como ha podido saber MONCLOA.com, el presidente llamó por teléfono directamente a la ministra y le dio un toque para se estuviera quieta de una vez. Por todo esto, Robles sabe que su aventura militar se acabará más pronto que tarde. Ahora toca tirar de contactos y de relaciones para ver dónde puede aterrizar una vez Sánchez la eche del Consejo de Ministros.