La generación del milenio fue definida por el año de nacimiento: quienes hayan nacido a partir de 1980 ya son considerados parte de la generación digital e hiperconectada, con ideologías políticas fuertes. En el caso de Europa, tuvieron un entorno político y social mucho más favorable que el de sus padres, y eso les permitió tener acceso a una mejor educación. Los millenials están altamente calificados en comparación con sus padres o sus abuelos.
Lo cierto es que, si se piensa en generaciones anteriores, no tuvieron que pasar por guerras ni grandes hambrunas. Los derechos democráticos siempre estuvieron -al menos en la mayor parte del continente- desde que tienen memoria, y esta es la razón por la cual se critica la ideología de los “derechos” pero no de las “obligaciones”. Otros críticos dicen que son niños consentidos, narcisistas y poco trabajadores. La realidad es que también hay aspectos positivos. Hay quienes los consideran mucho más comprometidos políticamente que la generación anterior, participativos y con una gran capacidad en lo que respecta al área digital, puesto que han crecido con ella. Esta generación es quien liderará el mundo del mañana.
A pesar de estar calificados, la dificultad que encuentra esta generación está vinculada a la posibilidad de obtener un trabajo de calidad. Con la llegada de la crisis en varias partes del mundo, y el hundimiento de los mercados internacionales, los millenials se ven afectados de manera inminente. La inestabilidad económica ha moldeado el carácter de los jóvenes, quienes ya no planean las cosas a largo plazo sino que van viviendo el día a día.
Una encuesta reciente muestra datos desesperanzadores: solamente un veintinueve por ciento de los trabajadores menores de treinta años posee seguro médico. Además, el cincuenta y seis por ciento (poco más de la mitad) nunca ha solicitado una baja por paternidad o maternidad, y los que lo hicieron, solo fue por menos de doce semanas.
Para paliar la crisis, muchos tienen un segundo ingreso alquilando una habitación o manejando su auto con el patrocinio de empresas como Lyft o Uber, manteniéndose, muchas veces, en la ilegalidad.
La realidad es que una visión pesimista recae sobre la base del pensamiento de esta generación, que ya no confía en grandes líderes ni en recetas económicas pero, sin embargo, tampoco se rinde. Son millones las personas que hoy en día, y a pesar de todo, se movilizan por sus derechos y por el de las demás personas. Esa es, sin dudas, una forma de la esperanza.