El procés ha hecho trizas los bloques ideológicos que se vislumbraban tras la irrupción de la ‘nueva política’: el desgaste electoral del PP ha reanimado a dos proyectos que se daban por amortizados, Ciudadanos, treinta diputados en las generales de 2016, y Vox, fuerza extraparlamentaria hasta la sorpresa andaluza.
El bloque progresista también ha saltado por los aires para disgusto de Pablo Iglesias, que armó una gran coalición liderada por Podemos en la que se incluían Izquierda Unida y varias fuerzas nacionalistas fichadas en las comunidades autónomas donde no había inminente ‘peligro’ independentista: Galicia y la Comunidad Valenciana.
Los morados tutelan desde Madrid a sus federaciones en Catalunya, Navarra y Euskadi, pero sin embargo fiaron su destino en Galicia a En Marea, coalición liderada por Anova, y en la Comunidad Valenciana a Compromís, con los que se presentaron en las generales de 2015 y 2016.
UNIDOS PODEMOS: UNA COALICIÓN Y DOCE PARTIDOS
Unidos Podemos se quedó con la miel en los labios en 2016: volvieron a superar los cinco millones de votos y alcanzaron los 71 diputados. Pero a cambio se quedaron sin el añorado sorpasso sobre los socialistas.
Dentro de esta amalgama se encuentran al menos doce formaciones que cuentan a su vez con infinidad de corrientes internas: Podemos, IU, Equo, Alternativa Socialista, Democracia Participativa, Barcelona en Comú, EuiA, ICV, Compromís, Anova, Espazo Ecosocialista y Esquerda Unida.
Pero a cuatro meses del 26-M las alianzas han saltado por los aires: Compromís volará solo en las europeas, IU irá por su cuenta en algunas autonomías, y En Marea está roto en dos mitades tras el triunfo en las primarias del nacionalista Luís Villares contra los alcaldes del cambio.
ESPAÑA: SOLUCIÓN O PELIGRO
Federico Jiménez Losantos razona en el bestseller ‘Memoria del Comunismo’ que Podemos hubiese asaltado los cielos si se hubiese atrevido a abrazar la bandera de España. Cierto es que Santiago Carrillo lo hizo con pragmatismo y el PCE no dejó de perder credibilidad y votos.
Íñigo Errejón, menos alérgico a «España» y al «Régimen del 78» que Iglesias, quiere recuperar el viejo lema bolivariano: «Sin patria no hay revolución». Es evidente que Podemos no ha articulado una coordinación estatal, pero sus números electorales han sido despreciables pese a que las previsiones no invitan al optimismo.
Aunque la desbandada nacionalista podría comprometer a Podemos, que logró el 20% de sus votos en 2016 en la Comunidad Valenciana y Galicia. Compromís, que se presentará solo a las autonómicas y cuyos cuatro diputados se marcharon al Grupo Mixto en el Congreso, podría darle un disgusto a Iglesias en las europeas.
Unidos Podemos tendrá que vérselas previsiblemente el 26-M con Íñigo Errejón en la Comunidad de Madrid, con Compromís en la Comunidad Valenciana y con varias listas progresistas en las elecciones europeas: Ahora Repúblicas (ERC, EH Bildu y BNG), Primavera Europea (Compromís y quizás Anova), PACMA, Actúa y Recortes Cero.
Iglesias ha apostado por un discurso ortodoxo de la izquierda: las banderas y patrias son conservadoras y excluyentes. Pero otras voces no tienen la misma opinión y lo han dejado ver en los últimos tiempos, entre otros Errejón, que se ha mostrado «muy orgulloso de España».
La decepción de Adelante Andalucía ha levantado una gran polvareda en los morados pese a que las tesis de las tres grandes corrientes tenían su cuota de poder: los pablistas decían que la clave del éxito era la unión con IU, los errejonistas apostaban por renovar las siglas y los anticapis sostenían que un programa vehemente podía invitar a recuperar votantes: los tres perdieron y el electroshock de Errejón quizás reanime a un partido alicaído.
SIMBOLOGÍA IBÉRICA
El PSOE y el PCE también coquetearon en la Transición con varios movimientos autonomistas e incluso independentistas. Pero Carrillo abrazó la rojigualda y Felipe González agudizó su discurso contra los nacionalismos periféricos.
Podemos había sustituido el concepto bandera por una unión de ciudadanos indignados sin bandera, aunque el asunto catalán, la revolución de los balcones y los errores propios han limado sus aspiraciones.
Pablo Iglesias, que decía que el himno español era una «cutre pachanga fachosa», ahora echa de menos una bandera en plena globalización nacionalista como defensa interina ante la inmigración y la incertidumbre económica.
A falta de un sistema económico válido de la izquierda, en tesis de Monedero, Podemos deberá resetearse y quizás la cuestión nacional sea asunto de debate. En la actualidad el Congreso de los Diputados acoge a 95 diputados de partidos distantes con la monarquía española (UP, ERC, Bildu, PNV y CDC).
Pero todas estas fuerzas cotizan a la baja y ahora la orteguiana España invertebrada pasa de ser una ventaja electoral para Pablo Iglesias, que toreó electoralmente a diversas fuerzas regionales, a un posible lastre de cara al futuro.