Quién lo diría. El secretario general del PP, Teodoro García Egea, ha creado una escuela en la que se imparte «teocracia» aplicada a la conservación del liderazgo. La misma estrategia que emplea el murciano para evitar que las conjuras de su formación acaben con la vida política de su líder, Pablo Casado, y la suya propia ha sido plagiada por Vox para que Santiago Abascal no sufra el más mínimo arañazo o se vea envuelto en alguna sombra de duda en referencia a su posición. El caso de los primeros es por supervivencia y el de los segundos por ego, pero, para ambos, la teocracia aplicada es de lo más útil para que los cabezas de cartel sigan siendo los mismos.
Podría decirse que la teocracia aplicada consiste en básicamente apartar, degradar, destruir o someter a cualquiera que se pase de listo y que amenace con tener un discurso propio que ponga en riesgo la posición de los líderes del partido. Podríamos hablar de Cayetana Álvarez de Toledo, exportavoz del PP defenestrada por tener un discurso propio y crítico con la gestión de Casado (y la de Teo, por extensión), de José Luis Martínez Almeida, sometido al criterio más directo de Teodoro tras ser nombrado portavoz, o de Macarena Olona, diputada de Vox a la que Santi quiere enviar más allá de Despeñaperros para aprovecharse de su efecto mientras la mantiene en el parlamento andaluz, lejos de él y de los «aristogatos».
La teocracia de la que Abascal ha aprendido se lleva aplicando meses en el PP con un rotundo éxito, aunque solo de cara a la galería, pues si el afilador pasara por los primeros pisos de la ya a la venta sede de Génova podría hacerse de oro solo con la cantidad de cuchillos que suenan entre mesa y mesa. Con Cayetana se estrenó la escuela de Teodoro. Apartar a un peso pesado del partido era difícil, pero se hizo a sabiendas de que la diputada comenzaría una geurra abierta y pública contra los intereses personales de Casado y Teodoro. Pero el rodillo del secretario general no tembló y la apartó hasta el punto de enseñarle dónde estaba la puesta de salida.
En el caso de Almeida, la teocracia estuvo algo más refinada. En vez de sacar el bate de béisbol para dar un golpe sobre la mesa cargado del mensaje «aquí mando yo», hilaron algo más fino y buscaron como cortar las alas a un alcalde que le aplaudían desde los balcones con la consiguiente crecida de ego que después exhibe en cualquier parte en la que se encuentre. En vez de cargarse a este activo, desde el PP tomaron la decisión de darle un regalo envenenado que sometiera al popular Almeida al criterio de Casado y Teodoro, por lo que se le nombró portavoz nacional del PP y desde entonces el alcalde no ha salido del tono oficial del partido mientras Teodoro decide qué se hace y cuándo. Y si se tercia, se fuma un puro,
Pero mientras Teodoro hacía de las suyas y cosechaba una buena cantidad de enemigos dentro del partido que gestiona como un buen fontanero, había alguien que aprendía las lecciones del murciano con especial atención: el presidente de Vox Santiago Abascal. Desde el partido de extrema derecha sopesan la decisión de mandar a la diputada Macarena Olona a liderar la candidatura del partido en Andalucía. A priori, puede parecer que todo es un premio para que Macarena se vaya dando palmas a Sevilla, pero lo cierto es que fuentes de la formación aseguran que la realidad es diferente.
Mandar a Olona a Andalucía es, al más puro estilo teocrático, una forma de aprovecharse de su estela política (como hizo Casado con Almeida) y de alejarla de un Abascal respetado pero socavado por el efecto-Olona y por la simpatía que despierta entre su ferviente electorado. Y si de paso se obtiene un resultado potente en la autonomía que haga que Vox parta de una posición ventajosa en las elecciones generales, mejor que mejor. Al más puro estilo de Teo, el implacable secretario.
Sin embargo, no es la primera vez que Abascal exhibe su formación en la escuela de Teo. Hubo un momento en plena pandemia en el que el presidente de Vox puso en práctica las lecciones aprendidas, aunque entonces estaba en prácticas y lo hizo en un entorno seguro. Cuando otra diputada del partido amenazaba con destacar en las redes sociales más que los «aristogatos», la formación de extrema derecha tuvo la deferencia de enviarla a un acto a Guadalajara que la dejara a unos cuántos kilómetros de los eventos importantes que protagonizarían Abascal y los suyos. Hablamos, por supuesto, de Mireia Borrás, de quien ya pocos se acuerdan.
La teocracia se asienta sobre un principio, según relatan las fuentes de Génova. Ese eje sobre el que se mueve toda esta filosofía de vida es el de que nadie puede destacar o hacer sombra a quienes llevan el bastón de mando, aunque sea sin querer. Si el líder mantiene un perfil bajo, gris y con poca repercusión social, los demás tienen que ser aún más grises. Como ejemplo, si se publican una serie de fotos de un evento, la que publique el líder debe ser la más bonita y llamativa. Y si quien se apropia de la imagen mejor recibida es alguien por debajo del líder, le caerá una reprimenda por haberse salido de tono. Y esto es algo que ha pasado en más de un partido.
Esa filosofía política tiene un efecto colateral adverso: que los enemigos crecen como setas aunque no sea otoño. En el caso del PP es por pura supervivencia, ya que las conjuras para tumbar a Casado y, sobretodo, a Teodoro, son cada vez más comunes. En el caso de Vox es puro orgullo militar, ya que no pueden permitir que alguien ensombrezca los músculos del presidente de la formación de extrema derecha. Pero ambas buscan establecer y mantener una jerarquía a toda costa. Un juego de tronos en toda regla, pero quien haya visto la serie sabe cómo suele acabar.