La presencia de mujeres en la Carrera Diplomática sigue siendo una tarea pendiente. La profesión es aún un coto mayoritariamente masculino aunque con el paso de los años la diferencia entre el número de mujeres y hombres diplomáticos se ha venido reduciendo, sin que por el momento la paridad parezca una meta alcanzable a corto plazo.
En la actualidad, las mujeres suponen el 28 por ciento de los integrantes de la Carrera Diplomática –263 frente a 674 hombres–, si bien el salto cualitativo que se ha ido produciendo en las últimas décadas es significativo.
Así, según los datos facilitados por la Asociación de Mujeres Diplomáticas Españolas (AMDE), en 1989 solo eran el 6 por ciento, mientras que una década después el número se había duplicado hasta el 11,9 por ciento y en 2009 eran ya el 19,4 por ciento. En 2019, la cifra representaba el 26,5 por ciento del total.
La primera mujer en aprobar la oposición y convertirse en diplomática fue Margarita Salaverría en 1933, pero tras la Guerra Civil las mujeres tuvieron prohibido ingresar en la carrera hasta 1964. El año pasado fueron 15 las mujeres que aprobaron la oposición, frente a 20 hombres, con lo que supusieron el 42,85 por ciento del total.
Las diferencias varían en función de la promoción. Así, según AMDE, solo hay un 19 por ciento de mujeres entre quienes tienen más de 20 años de antigüedad, mientras aquellas con 10 o menos años en la carrera suponen el 38 por ciento.
Por lo que se refiere al número de embajadores, el máximo rango dentro de la Carrera Diplomática, hay 98 hombres y 27 mujeres. El Ministerio de Exteriores tiene en la actualidad a una mujer al frente, Arancha González Laya, algo que ya ha ocurrido en el pasado, y de los cuatro secretarios de Estado de la cartera dos son mujeres, si bien solo una es diplomática de carrera.
También lo es la subsecretaria, mientras que hay cinco mujeres directoras generales –frente a 13 hombres, el 28 por ciento– y 18 subdirectoras generales –frente a 39 hombres, el 32 por ciento–.
FOMENTAR LA PRESENCIA DE MUJERES
Esta brecha de género no ha pasado desapercibida para el Ministerio ni para el Gobierno. En este sentido, en la nueva Estrategia de Acción Exterior 2021-24 –pendiente aún de aprobación definitiva– se habla expresamente de la adopción de «medidas de fomento de la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad».
Además, conscientes de esta realidad, hace dos años un grupo de diplomáticas pusieron en marcha una plataforma que luego pasó a convertirse en AMDE y que desde hace unas semanas preside Cristina Fraile, actual embajadora de España en Viena.
En declaraciones, reconoce que la diplomacia «es una profesión muy masculina, mucho más que otras» y aunque la situación ha ido mejorando con los años «no nos podemos quedar con los brazos cruzados esperando a que el tiempo haga su trabajo» y se llegue a la paridad.
La secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Ángeles Moreno Bau, coincide. «Hay que seguir peleando todos los días», subraya. En su opinión, la diferencia entre el número de mujeres y hombres diplomáticos viene motivada por «un freno que nos ponemos a nosotras mismas».
Con la profesión de diplomático, señala, pasa un poco como con las carreras científicas y las ingenierías que se tiene la idea de que no son para mujeres «y por eso muchas no se lo plantean». «Hay una cuestión educativa y cultural que se debe superar», defiende Moreno, diplomática de carrera.
Entre los motivos que cree que pueden disuadir a las mujeres de convertirse en diplomáticas también identifica la idea de que «hay que renunciar a todo» y que al tener que trabajar fuera se debe renunciar a tener pareja o familia. En realidad, advierte, esto es algo que hoy en día ocurre no solo a los diplomáticos sino en otras muchas profesiones.
En la AMDE, explica Fraile, están decididas a tratar de averiguar que es lo que está frenando a las mujeres, si bien el problema no es solo en España, sino que en otros países también se constata la misma disparidad entre la cifra de hombres y mujeres.
Pero esta desigualdad no se limita al acceso a la carrera sino que también una vez dentro se constatan desigualdades, con un número inferior de mujeres que piden puestos en el exterior, resaltan tanto Moreno como Fraile. Ambas creen que se debe a que las mujeres suelen anteponer más los aspectos personales sobre los profesionales. «Hay sesgos inconscientes», afirma la secretaria de Estado.
A su vez, subraya Fraile, «esto genera un círculo vicioso», ya que facilita el ascenso de los hombres y además hace que una vez en puestos de responsabilidad estos acudan a otros hombres para conformar sus equipos.
BRECHA SALARIAL
También se ha constatado una brecha salarial, que la presidenta de AMDE relaciona sobre todo con el hecho de que hay menos mujeres desempeñando puestos en el exterior, que en general están mucho mejor remunerados. «Normalmente hay más hombres que piden destinos peligrosos y mejor pagados que mujeres, que suelen pensar más en su familia a la hora de tomar esta decisión», afirma.
Por tanto, defiende, «hay que introducir medidas correctivas desde ya para que la profesión sea representativa de la sociedad para la que trabajamos». En este sentido, en la asociación apuestan por la formación en igualdad con el fin de contribuir a cambiar comportamientos e incluir a los hombres en sus reivindicaciones, que «deberían ser asumibles por todos».
Además, las integrantes de la asociación –algo más de la mitad del total de mujeres diplomáticas– también consideran prioritario recabar datos sobre todo el proceso de la oposición para ser diplomático con vistas a «detectar si hay algún sesgo de género que no hemos detectado» hasta ahora.
También es fundamental, subraya Fraile, despertar vocaciones y dar a conocer tanto en las universidades como los colegios «una profesión que es muy desconocida para el gran público». «Todo el mundo tiene una idea de lo que hace un policía o un médico, pero no un diplomático», admite.
Por ello, lanza un mensaje claro en busca de futuras diplomáticas: «Si tienes vocación de servicio público y te interesan las relaciones internacionales anímate, ser diplomática es una profesión fascinante y no hay que tener miedo a problemas de conciliación o que esto impida tener una vida familiar o personal normal».
Fraile incide en que los problemas de conciliación no son diferentes a los de otras profesiones y por contra, la labor de diplomática aporta otras cosas, incluida «más vidilla». En el caso de las familias, pese al reto logístico de tener que cambiar cada varios años de país, «tiene enormes ventajas como la educación de los hijos en contextos plurilingüistas», destaca.
Además, añade, «les hace mucho más tolerantes». «Al estar en contacto con otras culturas tan diferentes de la nuestra y con otras realidades les hace personas abiertas al mundo», resalta. «Para mí la experiencia no podría haber sido mejor», remacha.