La ministra de Exteriores, Arantxa González Laya, está en el punto de mira de los conservadores socialistas. Son ya muchas decisiones chapuceras las que han llevado a la socialista a estar en una situación comprometida. Evidentemente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no abrirá una fisura en su Ejecutivo expulsando a una ministra, pero en Ferraz tienen muy asumido que Laya, al igual que otros miembros del Consejo de Ministros, está en la rampa de salida por haberse convertido en la representante de Exteriores más laxa a la que países como Marruecos se le han subido a las barbas con afirmaciones como que Ceuta y Melilla son de su soberanía.
Hay tensión con Marruecos, sí. Lo cierto es que las afirmaciones del primer ministro marroquí, Saadedin al Othman en las que aseguraba que «hay que arreglar definitivamente el conflicto del Sáhara” y que entonces “llegará el día de reabrir el asunto de Ceuta y Melilla” para después asegurar que estas dos ciudades autónomas españolas son en realidad de soberanía marroquí han sentado mal en el Gobierno. Pero es que no es la primera vez que pasa algo así y Laya responde con una total sumisión y con poca contundencia. No hay que olvidar que esto se produce en un momento en el que Marruecos ha reforzado sus relaciones con Estados Unidos e incluso Donald Trump, el presidente del país, ha reconocido la soberanía del rey Mohammed VI sobre el territorio del Sáhara Occidental. Ha tenido que salir la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, para decir que «no hay nada que discutir. Ceuta y Melilla son españolas».
Hemos tenido que escuchar en boca de la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Cristina Gallach, quien ha trasladado a la embajadora que el Ejecutivo “espera de todos sus socios respeto a la soberanía e integridad territorial” de España. Pero esta provocación de Marruecos, como la de delimitar sus aguas e invadir parte de las Islas Canarias, se están repitiendo de forma frecuente desde el mismo momento en que Laya entró al poder. Y no parece que la ministra haya reaccionado, pues Marruecos sigue en sus trece.
“Volveremos a tratar el tema de Ceuta y Melilla, territorios marroquíes”, ha comentado el primer ministro de Marruecos, Saadedin al Othman. Pero el tema es que en marzo de 2020, el país vecino ya se vino arriba restableciendo sus fronteras marítimas e invadiendo parte de las islas Canarias. Marruecos publicó en su Boletín Oficial dos leyes aprobadas durante el mes de enero en las que extendía su frontera marítima hacia España y el Sáhara Occidental e incluían en su nueva delimitación aguas solicitadas por nuestro país en el territorio del sur de Canarias.
Ante esto, la respuesta de Exteriores fue prácticamente nula, más lejos de expresar su malestar por el hecho de que Marruecos aprobara dos leyes con las que se apropiaba territorio marítimo que debería pertenecer a las islas Canarias. Pero una vez más Laya no hizo nada, permitiendo que el país vecino siguiera esa política exterior agresiva con nuestro país.
Otras de las chapuceras gestiones de Laya se vio en Turquía, en plena pandemia. España se gastó una millonada en comprar respiradores para responder a las consecuencias de la pandemia, sin embargo, cuando este material que venía en avión hizo una parada en Turquía, el país decidió retener y apropiarse el contenido comprado por el Gobierno. Laya, una vez más respondió de forma tímida, aunque poco después consiguieron que el avión despegara destino España y llegara.
Lo de Laya en Ferraz ha sido un goteo intolerable. Marruecos ha apretado el acelerador en sus relaciones internacionales y ha aprovechado un filón que ha abierto Trump para mejorar el trato con EE UU. Y esto les ha llevado a situaciones como a, por ejemplo, convertir a España en un don nadie de cara al debate sobre la soberanía en el Sáhara Occidental. Trump reconoció la de Marruecos sobre este territorio hace décadas de soberanía española y esto ha envalentonado a Mohammed VI hasta el punto de de decir en boca de su primer ministro que las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla son marroquíes y que habrá que tratar este asunto en algún momento. Vamos, un Gibraltar africano.
LO MISMO QUE A ROBLES
La clave ahora es cómo acabar políticamente con Laya. Sánchez considera que si abre el melón de las dimisiones en el Consejo dará la imagen de un Gobierno incompetente y débil. Esto hace que los que tienen la marca no renovarán con toda seguridad de cara a las próximas elecciones, en caso de que Sánchez obtenga la mayoría suficiente como para seguir al frente del Ejecutivo. El problema es que el presidente ya lo tiene claro, especialmente con Margarita Robles, la ministra de Defensa, a la que, si pudiera, apartaría casi con toda seguridad de las Fuerzas Armadas para echarla del Gobierno, y más tras conocer que es la ministra más valorada de todo el Gobierno, por encima incluso del propio presidente.
Laya y Robles son dos diputadas que ocupan cargos al frente de ministerios de Estado que no han estado a la altura de las expectativas, según el criterio de los conservadores en Ferraz. Robles está en la rampa de salida desde hace semanas por motivos ajenos a su gestión, sin embargo, Laya se lo ha ganado a pulso por su política exterior y su actitud tan permisiva y laxa con los ataques de otros países como Turquía o Marruecos.
Ahora, de momento, Laya tiene tiempo de reaccionar con estos años por delante, sin embargo, no parece que Marruecos se vaya a echar atrás en sus declaraciones, por lo que tendrá que mostrar su actitud más dura y más inteligente para conseguir que el país vecino ceda. Esta presión de la nación africana también se nota a nivel migratorio, cuando han abierto las fronteras. Pero lo más esperado desde Ferraz es que Laya no reaccione, pues no tiene «instinto político» para abordar estas complejas relaciones diplomáticas.
Con Robles y Laya fuera, se abre una dura batalla entre los socialistas por ocupar dos de los ministerios más jugosos de todo el Gobierno. Sin embargo, habrá que esperar a 2023, tal y como aseguran fuentes de Ferraz, para ver cambios sustanciales, pues Sánchez no quiere mostrar debilidad. Y más cuando se sospecha que pretende darle la patada a Unidas Podemos tan pronto como pueda.