Los críticos necesitan una excusa para poner en marcha su plan. En este caso, se trata de derrocar a Pablo Casado, el presidente del Partido Popular, sin que haya perdido ningunas segundas elecciones de forma estrepitosa y sin que haya habido ningún caso de corrupción que afecte al líder o a alguien de su cúpula. El discurso de la moción de censura fue un balón de oxígeno para Casado, pero ahora el líder popular vuelve a estar cuestionado entre los suyos después de unas semanas desaparecido y con un discurso gris. La diferencia es que en el horizonte hay un evento que puede suponer el principio de la conjura contra Casado: las elecciones catalanas y el posible sorpasso de Vox al PP en la región.
El miedo se palpa en Génova. Puede que sobre el papel no suponga un cambio muy significativo, ya que el PP no ha tenido una presencia relevante en el Parlament. Sin embargo, supondría una derrota sin paliativos a nivel interno el hecho de que los de Santiago Abascal obtuvieran mayor representación parlamentaria que los populares en las elecciones autonómicas de Cataluña. ¿Por qué? El PP pasaría a ser una fuerza (más) residual mientras que Vox habría capitalizado el voto de desencanto hacia el independentismo y de la derecha catalana menos (o más, según se mire) nacionalista.
Por el momento, no hay excusas para quienes quieren tumbar a Casado. Que no les convenza no es suficiente, ya que es el único y el primer candidato nacional del Partido Popular que está donde está por haber ganado unas primarias. Si los que quieren conjurar contra Casado quieren tumbarle a las bravas, antes necesitan una excusa lo suficientemente potente como para poder justificar la dimisión forzada del presidente del Partido Popular. Algo inusual, ya que no ha tenido tiempo para demostrar si es un candidato fallido. Pero la maquinaria conspirativa ya está en marcha desde hace meses y parece que las elecciones catalanas pueden dar una de las excusas perfectas para echar al líder del PP.
Según el barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), los independentistas obtendrían en las elecciones de Cataluña una victoria clara. Pero lo curioso es el estrecho margen que hay entre los resultados del PP y los de Vox. El candidato popular obtendría entre ocho y nueve diputados mientras que los ultraderechistas obtendrían entre siete y ocho. Es decir, que podría haber un empate, pero estas lecturas no son 100% fiables y en esos márgenes puede pasar casi cualquier cosa. Y es ahí donde se aferran los más críticos de Casado, si pierde, habrá una excusa más.
Casado ya genera dudas, pero no hay pruebas que sostengan esas dudas como para argumentar en el seno del partido que debe abandonar la formación, al menos en calidad de presidente. Tampoco gusta Teodoro García Egea, el secretario general del PP que ha elegido Casado para poner orden en la formación conservadora. Pero el problema es el mismo, a penas hay argumentos que sostengan que Casado deba abandonar la formación.
LA COCINA DEL INFIERNO
La batalla de perdedores será decisiva, pero se suma a otra que tampoco pinta bien para el Partido Popular. La trama Kitchen ha traído de vuelta a Génova el fantasma de la corrupción, que ya parecía cosa del pasado. Pero ahora, las rencillas entre el exministro del Interior Jorge Fernandez Díaz y el exsecretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, han puesto al PP otra vez en el punto de mira de la Justicia. En este caso, se juzga el presunto espionaje ilegal de las cloacas del Ministerio del Interior al que fue chófer del extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas para averiguar si tenía material sensible que pudiera perjudicar al partido. Y Casado, aunque solo era «diputado por Ávila», tal y como aseguró, puede verse salpicado por esta trama.
Se espera que en enero o febrero de 2021 se caliente el ambiente para el PP por las declaraciones y decisiones judiciales que tomarán. Y si a esto se le añade una derrota electoral importante que lleve a Abascal a superar en número de escaños a Casado en un lugar tan caliente y hostil para la derecha española como es Cataluña, se puede empezar a abonar el terreno de la conjura para traer a otro candidato que convenza más a los propios votantes conservadores y a los barones populares. No hay que olvidar que ambos acontecimientos se sucederán a principios de 2021. Y entre tanto, el PSOE verá desde el burladero cómo la derecha se saca los ojos entre sí para garantizar la posición del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la Moncloa.
FEIJOO, EL DESEADO
Los empresarios lo vieron muy negro durante la pandemia. Tanto, que algunos dirigentes del IBEX 35 decidieron ponerse manos a la obra para buscar un candidato alternativo a Casado que ofreciera al PP la posibilidad de ganar las elecciones, derrocar a Sánchez de la Moncloa e instaurar una política liberal que no cosiera a impuestos a todo el que pasara por ahí. Este deseo movió a estos empresarios a Galicia, donde intentaron convencer a su presidente en varias comidas y cenas cargadas de cierto grado de secretismo de que emprendiera un nuevo proyecto frente al PP a nivel nacional para convertirse en el presidente del Gobierno.
Esto no es nuevo para Casado. Sabe que Feijoo ya coqueteó con la idea de viajar a Madrid a ponerse al frente del Partido Popular y conquistar el centro derecha español, tan fragmentado desde la aparición de Ciudadanos y de Vox. Sin embargo, el presidente de Galicia desechó la posibilidad de presentarse a las primarias que había convocado Mariano Rajoy porque los ánimos estaban muy caldeados y la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría se había hecho fuerte en un partido en el que crecían los contrapesos a su poder en boca de Manuel García Margallo o María Dolores de Cospedal. En resumen, un lío tan monumental en el que Feijoo decidió no meterse. Pero ahora, vuelve a estar sobre la mesa que el presidente gallego cambie su tierra por una aventura en la capital. Total, ahora solo tendría que tumbar a un Casado cada vez más cuestionado.