Ana Julia Quezada, autora confesa del asesinato de Gabriel Cruz, acudía casi todos los días al lugar en el que había enterrado al pequeño, en la finca de Rodalquilar.
«Iba porque tenía enterrado al niño de forma temporal. Lo que quería era verificar que ninguna alimaña, un jabalí o un conejo, hubiera escarbado la tumba. Tardaba diez minutos», manifestó el teniente del Guardia Civil durante su comparecencia en el tribunal.
Al ser cuestionado por parte sobre la razón por la que no fue registrada la finca, el teniente, que comparecía como testigo y que fue instructor de las diligencias del caso, aseguró que se debió a que buscaban al niño con vida. «Porque los familiares estaban allí, habían dormido incluso dos noches y nosotros buscábamos al niño vivo», respondió.
SE BUSCABA AL NIÑO CON VIDA
Tras el hallazgo de la camiseta del pequeño el día 3 de marzo, se mantuvo abierta la posibilidad de que Ana Julia pudiese haber raptado a Gabriel y contar con un colaborador. Esto hizo que se creyese en que, en cualquier momento, se podría pedir un rescate.
Al mismo tiempo que cercaban a la acusada, la escuchaban a través de los teléfonos. La contrariedad de la autora del crimen cuando los padres pensaron en subir la recompensa a 30.000 euros y no lo hicieron por recomendación de la Benemérita, así como el sospechoso manejo de sus teléfonos por parte de Ana Julia hicieron alimentar la idea del secuestro.
La sospechosa perdió el móvil en dos ocasiones en menos de 48 horas, cambiando su dispositivo con su hija cuando esta llegó a Almería. Esto provocó que fuese interpretado por los agentes como una argucia de quien ocultaba al niño. «Ella alentaba a esa idea a través del teléfono«, manifestó el teniente.
TUMBA TEMPORAL
El teniente, así como el sargento, responsable del Grupo de Homicidios de Almería, dieron más detalles acerca de aquellos días de investigación. Hicieron hincapié en que la acusada acudía casi todos los días a la finca de Rodalquilar.
El instructor del caso aseguró que tenía la sensación de que era una tumba para dos o tres días. Sin embargo, la presión de los agentes, junto a la avalancha de los medios de comunicación, complicó los planes de Ana Julia. «Retrasó la idea que tendría ella de mantener el cuerpo allí; no cabía, debía llevarlo a un sitio seguro.
Además, los agentes desmontaron el supuesto arrepentimiento de la acusada en su declaración y su deseo de suicidarse. De hecho, detallaron cómo ella se dedicó a anticiparse a los movimientos de los investigadores.
En este sentido, era ella la que cogía el teléfono cuando querían hablar con Ángel. «Al decirle que íbamos a registrar los coches de la familia nos anunció que encontraríamos ADN del niño porque se había subido en el vehículo. Se ponía la tirita antes de la herida». Y también trató de dirigir las sospechas hacia su exmarido, Sergio. Para ello, colocó la camiseta a 500 metros de la casa de su expareja y contó a la Guardia Civil que tenía una furgoneta blanca.
El mismo día en el que se encontró la prenda, la madre de Gabriel Cruz, Patricia, sospechó de Ana Julia Quezada y así se lo hizo saber a los agentes. Sin embargo, estos no podían detenerla aún tan solo por las sospechas.
NO LLEVABA PASTILLAS COMO PARA SUICIDARSE
Ana Julia no llevaba pastillas como para suicidarse, ya que apenas llevaba 10-12 comprimidos de relajantes musculares y una bolsita de cocaína sobre la mesita de noche. Alguien que se va a suicidar no se alienta y jalea y ella lo hizo antes de desenterrar a Gabriel y meterlo en el maletero de su coche. «Tranquila, Ana, no vas a ir a la cárcel«, se arengó a ella misma.
Posteriormente, siguió con su itinerario hacia Vícar, un trayecto que fue vigilado, al mismo tiempo que era escuchada en directo y fotografiada. Por tantas vueltas como dio, los agentes creyeron que trataba de deshacerse del cuerpo del menor arrojándolo al mar. Tras ser detenida y ordenada a abrir el maletero por uno de los agentes, ella, con calma, respondió: «Aquí solo hay un perro».
En los días previos a la muerte del niño, la autora confesa del crimen había buscado un vídeo con las diez plantas más venenosas en el ordenador de Ángel, padre de Gabriel. La acusación cree que intentó envenenar al pequeño en dos ocasiones antes de matarlo.
EL RELATO DE ANA JULIA NO LES ENCAJA A LOS INVESTIGADORES CON UN HOMICIDIO
La acusada ha reconocido los hechos desde el primer momento en el que acabó con la vida del niño en la finca de Rodalquilar , aunque sostiene que fue de manera accidental. «Las respuestas que da Ana Julia las mantiene en el tiempo, pero a nosotros, como investigadores, los hechos no nos cuadraban como un homicidio«, ha manifestado el capitán de Homicidios, Secuestros y Extorsiones de la UCO.
Es decir, los investigadores apuntan a que no se trató de una muerte accidental, como Ana Julia ha mantenido en todo momento. Ella nunca reconoció los hechos como algo premeditado y doloso, afirma el capitán. Esto podría ir en contra de sus intereses y aumentar la pena.
Además, el capitán ha explicado que Ana Julia no colaboró antes de ser detenida. De hecho, asegura que «oculta verdades sobre su persona que nos extraña. Miente cuando se le pregunta sobre cosas personales, pese a la gravedad de los hechos. Así, mintió cuando se le preguntó si trabajó en prostitución. Dijo que no».
También hizo referencia a que cuando los investigadores descartaron al acosador, ella decidió culpar a un tercero, su exmarido Sergio. «Incluso nos llega a hablar mal del niño, que le insultaba, que cuando hizo un viaje ella a República Dominicana el niño le dijo que no quería que volviera», manifestó.
UNA MUJER FRÍA Y CALCULADORA
Desde la Guardía Civil definen a Ana Julia Quezada como «una mujer fría y calculadora«. El capitán de la Unidad de Policía Judicial así lo manifestó en su breve declaración ante el tribunal.
A lo largo de la videoconferencia hizo referencia a los diferentes testimonios recogidos sobre la acusada durante la investigación judicial. De ellos ha podido determinar que era una persona que en el ámbito privado tendía a ser distante, mientras que en público era cariñosa.
En el mismo sentido se manifestó Francisco Cruz, tío de Gabriel, quién en su declaración ante la Audiencia Provincial de Almería, indicó que cuando estuvo en la finca de Rodalquilar, mientras se buscaba a su sobrino, le sorprendió ver allí «una pala, un hacha y un rastrillo ordenados, bien puestos, en línea, como cuando vas a un examen y colocas los bolígrafos en línea». Además, también le extraño porque «Ángel (padre del niño) no tiene herramientas allí«. «La pala estaba en otro cortijo que vendimos y del que se limpió todo para pasarlo a casa de mi madre en Las Hortichuelas», continuó.
Por otro lado, indicó que la asesina confesa de Gabriel «se puso muy nerviosa» cuando días después de la desaparición vio aparecer a un grupo de personas en la finca. También hizo referencia a la pérdida del móvil por parte de Ana Julia en dos ocasiones en tan corto espacio de tiempo. Esto no hizo más que incrementar las sospechas.
«El teléfono desaparece misteriosamente del vehículo en el que iba, eso nos llamó la atención», concluyó.