Para conocer la naturaleza de Albert Rivera hay que regresar a la primavera de 2016. El líder liberal, por aquel entonces émulo de Adolfo Suárez, se plantó en varios campos de refugiados para pedir que España liderase el rescate humanitario: «Europa debe afrontar los problemas de los refugiados, ser europeo también es ayudar a quienes lo necesitan (…) No permitiremos que España asuma una cuota formal de dieciséis mil refugiados y que sólo hayan llegado dieciséis».
Rivera había visitado días antes Caracas, preocupado por la situación venezolana. Tres años después, Ciudadanos no se acerca a Venezuela y su desafortunado portavoz sobre los refugiados es Marcos de Quinto, que llamó «bien comidos» a los migrantes del Open Arms.
El portavoz naranja ahora calla, pero hace tres años abanderaba los rescates: «La cuota de refugiados que tiene que recibir España no son solo números, son personas, son familias, son niños. Tenemos que acoger a todas estas familias. Huyen de la guerra, del terrorismo y de las bombas».
E incluso sacaba su vena más reivindicativa con el pasado de nuestro país: «Cualquier español, ahí está nuestro pasado, con la Guerra Civil, podría ser una de estas familias. Todo el compromiso de Ciudadanos para que España se arremangue si de nosotros depende».
ALBERT RIVERA ANTE EL MEJOR MOMENTO DE CIUDADANOS
Ciudadanos acaba de cumplir trece años de vida tras soportar el fuego a discreción que ha recibido desde La Moncloa con ayuda del ala socialdemócrata del partido, de Luis Garicano al dimisionario Toni Roldán.
Albert Rivera, aterrado por una posible repetición electoral, ha cumplido por primera vez su palabra ante una investidura, «no es no», y ha logrado asegurar la supervivencia de Cs tras orillarlo hacia el carril derecho.
El CDS o UPyD vivieron una trayectoria decreciente que ahora ha revertido Cs, de 32 a 57 diputados tras arañar un millón de votos en tan solo tres años. Cierto es que en la cúpula naranja hay cierto regusto amargo por la decepción del 26-M, día en el que la tupida estructura municipal del PP les dejó con la miel del sorpasso en los labios.
Pero Rivera, pese a la creciente campaña mediática que sufre en contra, advierte con felicidad el ramillete de vicepresidencias autonómicas que atesora: Juan Marín en Andalucía, Ignacio Aguado en la Comunidad de Madrid, Francisco Igea en Castilla y León e Isabel Franco en la Región de Murcia.
La propina la proporcionan las alcaldías de Granada, Albacete (dos años), Palencia y la presidencia de la Ciudad Autónoma de Melilla. No está mal después de los escándalos internos que soportó el barco: del pucherazo sin resolver de Silvia Clemente a la impresentable opacidad sin castigo de Begoña Villacís, pasando por la excéntrica incorporación de Ángel Garrido.
LÍOS EN PROVINCIAS
Con silente cara de decepcionados andan en provincias los mediáticos Toni Cantó y Félix Álvarez, que tras la decepción de mayo ni siquiera lideran la oposición en la Comunidad Valenciana y Cantabria. Peor van las cosas en Baleares, donde la derrota de Xavier Pericay en las primarias, el polémico fichaje de Juan Ramón Bauzá y los pésimos resultados de las autonómicas han ensombrecido el ambiente.
En las islas sigue la polémica tras la derrota en las primarias a la Asamblea de Palma de Mireya Vall, que ha exigido la anulación del proceso por supuestas irregularidades en el censo y recuento que habrían beneficiado al candidato oficialista, Juan Antonio Guzmán.
MAL CALENDARIO AUTONÓMICO
En los próximos meses se prevén tres elecciones autonómicas: Galicia, Euskadi y Cataluña. Alfonso Alonso, del PP, no es proclive a sumarse a Cs, invisible en el norte. El barón popular ha exigido a los naranjas que acepten y defiendan la foralidad, tragos que ni siquiera han tenido que aceptar en Navarra para meter la cabeza en el Parlamento foral tras pacto con el fuerista UPN.
Rivera tiene unas pésimas previsiones en Euskadi y también en Galicia, donde Feijóo les ha derribado la operación para fichar a un exconselleiro de la Xunta, Javi Guerra, que ha desoído los cantos de sirena naranjas.
Marta Rivera de la Cruz, diputada hasta hace unos días por A Coruña, parecía la favorita para encabezar la plancha autonómica por Cs, pero la escritora se ha sumado como consejera de Cultura y Turismo al Ejecutivo de Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid.
Miguel Ángel Castro, coordinador de la nueva agrupación de Pontevendra, suena para sumarse a la lista autonómica y ya ha dejado claro que está presto y dispuesto a ‘pegarse’ con el PP: «Somos un partido de centro, liberal, progresista y no tenemos mochilas de corrupción como sí tienen otros, y esa es nuestra principal ventaja».
Tampoco caería bien en el calendario de Rivera un adelanto en Cataluña, donde el éxodo de la cúpula naranja hacia Madrid ha provocado que la principal fuerza del Parlament esté en manos de Lorena Roldán, portavoz antisoberanista que tendrá muchas dificultades para explicar cómo hace seis años se calzaba una barretina para exigir la independencia catalana durante un 11-S.