jueves, 28 noviembre 2024

Hablan becarios de la UAM: «Si faltabas por un examen, tenías que recuperar las horas»

  • La Seguridad Social ha presentado un recurso para demostrar que la UAM usó becarios para cubrir puestos estructurales.
  • La Universidad Autónoma de Madrid se ha gastado ya 90.000 euros de dinero público en defenderse en el proceso.
  • La biblioteca de la UAM funcionaba prácticamente por el trabajo de los becarios.
  • Para Eva (nombre ficticio), su experiencia como alumna en prácticas en la Universidad Autónoma de Madrid no fue del todo satisfactoria. Desempeñaba en la biblioteca labores propias de un trabajo estructural, pero la universidad le remuneraba su trabajo a precio de becaria. Como ella hay otros 285 alumnos más, tanto estudiantes en prácticas como doctorandos. Razón por la que la Seguridad Social denunció a la UAM. Y a pesar de que la justicia ha fallado a favor del centro, los afectados se aferran al recurso que aún está por resolverse.

    Eva trabajaba mucho más que los compañeros que sí disponían de un contrato laboral estable. Se encargaba del trabajo duro. Del que nadie quería hacer. Colocaba todos los libros en las interminables estanterías de la biblioteca. Subía y bajaba las escaleras del sótano para atender las peticiones de los alumnos. Hacía los préstamos y las devoluciones, forraba los libros e incluso llegaba a restaurar aquellos ejemplares que estaban en peores condiciones. En definitiva, Eva desempeñaba todas las labores necesarias para el funcionamiento de una biblioteca. Pero cobraba como una becaria.

    Por si fuera poco, la universidad, para asegurarse de que el servicio de su biblioteca fuera el adecuado, impartía a los becarios una formación previa y les entregaban un dossier que destacaba cómo funcionaba el programa de catalogación/préstamos y devoluciones. Una vez bien formados, el centro le explicaba a sus nuevos alumnos en prácticas cuáles serían sus horarios.

    Los alumnos en prácticas podían, en principio, elegir un horario de mañana o de tarde. Pero en el día a día, la biblioteca no lo aplicaba de ese modo. Aquellos encargados de gestionar la librería pedían a sus becarios que cubrieran los horarios que más les convenía. Independientemente de las preferencias del estudiante. «Si faltabas por algún examen tenías que avisarlo con antelación, apuntarlo en el cuadrante, y posteriormente recuperar horas», destaca Eva a MONCLOA.COM. Otro ejemplo más de que las labores que desempeñaba en la biblioteca eran propias de un trabajo estructural.

    Pero no solo eso. En caso de que algún compañero no pudiera acudir a su puesto, la universidad tenía claro que eran los propios becarios los que tenían que organizarse para que el trabajo saliera. «Si faltaba más de un compañero además teníamos que movernos los demás para que ese día no quedase descompensado, si no, el trabajo era imposible de completar entre dos o tres», comenta Eva.

    La Universidad Autónoma de Madrid relegaba en sus alumnos en prácticas todo el trabajo. La biblioteca funcionaba casi en su totalidad por el esfuerzo de los becarios. «Teníamos que estar un poco antes de abrir la biblioteca y entrábamos a los ordenadores con nuestro mail personal y contraseña», relata Eva. Incluso la apertura del centro se llevaba a cabo por los becarios. Cuando se trata de un trabajo que deberían desempeñar, o bibliotecarios o estudiantes de biblioteconomía en prácticas. Pues la carrera de Eva no tenía nada que ver con este grado.

    Respecto al salario, existían dos modalidades, supuestamente según el estudio que estuvieras desarrollando: en grado, una jornada de 18 horas semanales se pagaba a 300 euros al mes (que con impuestos se quedaba en menos, unos 289). Y los que estuvieran estudiando un máster o estuvieran realizando el doctorado, cobraban por jornadas de 25 horas por semana unos 600 euros al mes (que también se quedaban en menos).

    Estas prácticas son las que llevaron a la Seguridad Social, junto con los casi 300 alumnos que estuvieron bajo la tutela de la universidad, a denunciar a la UAM. La inspección de trabajo entendió que la Autónoma utilizaba a becarios para cubrir puestos de trabajo estructurales. De hecho, ya hay sentencias particulares que han dado la razón a algunos de los alumnos afectados (aunque se hayan recurrido). Pero la sentencia del macrojuicio no lo considera así.

    La UAM se ha gastado ya 90.000 euros públicos en su defensa. Ese dinero ha ido a parar a las arcas de un bufete conocido: Sagardoy Abogados. El mismo que ha defendido el ERE de Coca-Cola, a Deliveroo o a Glovo. Y aún puede crecer la cantidad siempre que el recurso presentado por la Seguridad Social prospere.

    Los alumnos también han presentado denuncias particulares. Pero las han dejado de lado para centrarse en el juicio principal. Ya hay dos sentencias que han condenado a la UAM por emplear becarios para cubrir puestos de trabajo. Pero en juicios particulares. Si la sentencia del Supremo es condenatoria para la universidad, el centro deberá abonar el dinero que les corresponda a los alumnos, cuya cuantía será similar al que se ha gastado la UAM en su defensa.

    Fuentes cercanas al profesorado de la UAM se han mostrado indignadas con el proceso. Algunos se sienten decepcionados con un proceso que está centrado en defender la dignidad del rector, Rafael Garesse. Además, este juicio daña la imagen de la universidad y de su profesorado, cuando la gran mayoría no tienen nada que ver con esta presunta mala praxis por parte de la Autónoma.