La Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) ha advertido de que si la política sanitaria «no cambia» y si las administraciones no salen «de la burbuja epidemiológica y de restricciones en las que están sumidas» por el COVID-19, el deterioro del sistema público, especialmente el nivel primario, «puede llegar a ser irreversible».
A juicio de FADSP, la Atención Primaria, que «debería ser la puerta de entrada al sistema y responsabilizarse de gestionar los procesos asistenciales», está supeditada a «unas gerencias deudoras de las necesidades hospitalarias y de las jefaturas de servicio de los hospitales, y carece de autonomía real para planificar y gestionar sus propios recursos».
«Tampoco tiene responsabilidad en la asistencia sanitaria de las personas que viven en las residencias de mayores, las cuales precisan de mayor atención por padecer más enfermedades crónicas y degenerativas que el resto de la población», lamentan.
Durante la primera ola, FADPS lamenta que las administraciones asignaron a la AP el «papel secundario de contener la presión asistencial, colaborar con los rastreadores en la identificación de contactos de los infectados sin apenas recursos o preparación, y asumir la gran cantidad de funciones administrativas y burocráticas derivadas de la epidemia (como extender bajas laborales, realizar informes para las empresas, recibir llamadas telefónicas, etc.)».
«Desde AP debemos aunar esfuerzos para minimizar los efectos perjudiciales de la pandemia: evitar fallecidos por todas las causas, hospitalizados, ingresos en UCI, evitar que crezca la desigualdad, mantener la estructura social, etc. Al fin y al cabo los objetivos de siempre de la AP, con y sin pandemia. Porque nos jugamos nuestra credibilidad en cada una de nuestras acciones, es esencial recuperar la relación directa con los pacientes, ser rigurosos en la aplicación de las medidas, transparentes con la información y perseverantes en la pedagogía, porque de no ser así la falta de confianza de la sociedad se puede generalizar añadiendo una catástrofe más: el descrédito de la Atención Primaria», concluyen.