Estamos acostumbrados a las muestras de amor. Desde que somos pequeños, uno de los elementos con los que estamos más familiarizados es con la caricia. Nuestros padres ya acarician nuestro cuerpo cuando somos tan solo unos bebés, pero ese significado va evolucionando con el paso del tiempo.
Si algo es cierto, es que es algo que relacionamos como una expresión de cariño. Por eso, llega un momento en el que, cuando estamos en pareja, es un acto reflejo que nos sale solo. Usamos las caricias para seducir, para demostrar nuestro afecto e incluso para excitar cuando llega el momento de ir un paso más allá.
Si tienes interés por este tema tan relacionado con la pareja, descubre cómo es la caricia más seductora.
El origen de la caricia
Tanto ha evolucionado el hecho de dar una caricia que ahora lo relacionamos con estar diciendo «te quiero» a nuestra pareja, y también a otras personas muy cercanas como pueden ser los amigos, los familiares, o nuestros hijos. Siempre que tenemos uno de estos gestos con otra persona, estaremos intentando que dicha persona se sienta cómoda y segura.
Para remontarnos a su origen tenemos que echar la vista atrás y llegar hasta nuestra familia. De esta es de quien recibimos el primer aprendizaje a nivel psicoafectivo. La caricia es una parte muy importante en lo que a la construcción de nuestra autoestima se refiere, tanto la del presente como la del futuro. Aprendemos estos modelos afectivos y los vamos repitiendo tanto dentro como fuera de nuestro núcleo familiar. Es tan importante, por eso, desarrollarnos en un entorno afectivo sano y seguro.
En ese primer momento de nacimiento de las caricias, la intencionalidad erótica o sexual no existe. Sin embargo, eso no significa que no sintamos otro tipo de placer cuando nuestros padres nos acarician. Es por eso que la intencionalidad es la que matiza los diferentes afectos que podemos sentir a lo largo de nuestra vida. El objetivo de acariciar a un hijo o a una pareja no es el mismo.
Disfrutando de las caricias
Cuando nos tocan o recibimos una caricia, hay personas que sienten placer y otras sienten incluso miedo. Esto se puede deber a que tuvieron experiencias negativas relacionadas con el sentido del tacto. En este sentido, el miedo debe quedar fuera de la ecuación para ir cogiendo confianza. A la hora de recibir una buena caricia, tenemos que poner el foco en las sensaciones, dejando a un lado el mundo exterior.
La persona que acaricia también debe poner el foco en cómo son sus manos. Para que una caricia resulte seductora, las manos que la ejecutan deben estar cuidadas. Por ejemplo, es importante que no raspen, que tengan las uñas bien limadas o que usen crema para evitar inconvenientes. Para otorgar una buena muestra de afecto hay que poner en marcha la paciencia, no hacerlas con prisa, dejando que nuestras manos viajen y exploren nuevos y desconocidos lugares de la piel de la otra persona.
Podemos imaginar que estamos extendiendo crema por el cuerpo de alguien o incluso del nuestro. Y dejarnos llevar. Cuando hacemos esto con un objetivo afectivo, que puede ser ofrecer placer, cuidar o dar cariño a la otra persona, estamos ante una de las mejores caricias. De hecho, no tenemos por qué tener delante a otro para poder ponerlo en práctica. Si lo hacemos con nosotros mismos, estaremos ensayando mientras recibimos placer.
Cómo aprender a realizar la caricia perfecta
Al querer ofrecer la caricia perfecta, el deseo jugará un gran papel. Sin embargo, esto no será suficiente para hacerlo bien, pues la habilidad siempre tiene que estar ahí. Por eso, es bueno practicar en nuestro día a día y aprender a acariciar de forma perfecta. Para ello, podemos usar diferentes elementos, como las bolas chinas, manuales y metálicas, que se emplean para meditar y para la relajación. Si las giramos en nuestras manos, contribuiremos a agilizar los dedos.
También podemos poner en práctica otras actividades, como la alfarería. Mientras acariciamos o moldeamos la arcilla, estaremos también ensayando para que nuestros dedos sean cada vez más ágiles. Esto también lo podemos hacer con plastilina, por ejemplo, para convertirlo en un juego divertido a la vez que estamos entrenando.
Otra buena técnica es jugar con elementos como la nieve, dibujar sobre la misma o hacerlo con la arena de la playa. Tenemos a nuestro alcance un sinfín de elementos con los que desarrollar nuestro tacto. Cuando llegue el momento de poner en práctica lo aprendido, seguro que la otra persona nota que somos unos especialistas en lo que estamos haciendo.
Diferentes tipos de caricias
Una vez que hemos ensayado con los elementos, es el momento de poner en práctica lo aprendido. Existen una gran variedad de situaciones en las que podemos hacer una caricia con la intención de seducir. Por ejemplo, una de ellas es acariciar los pies de la otra persona debajo de la manta, en la cama. Aquí la clave es saber jugar con el empeine en el caso de que se tengan cosquillas. Lo mismo podemos hacer en el cine, esta vez en las manos, aprovechando la intimidad y oscuridad del momento. No se tardará en activar el deseo.
Cuando no podemos dormir, una de las mejores sensaciones es que nos acaricien la espalda. De hecho, si no estamos por la labor de conciliar el sueño, esto puede hacernos entrar en calor y convertirse en un buen preliminar para una relación sexual. Si las cosas entran en calor, podemos proceder a deslizar las manos por la cara interna del cuerpo de la otra persona, pues aquí la piel es mucho más sensible. En el caso de que tengamos confianza, podemos acariciar, además de con nuestras manos, también con la mirada. Esto resultará de lo más sexy.
Si llega el momento del juego, podemos escribir mensajes cariñosos en el cuerpo de nuestra pareja para que esta los adivine. Aquí la compenetración debe ser máxima. Además, para resultar aún más seductores, podemos acariciar los labios al besar con elementos como nuestra lengua. Una caricia muy sensual, si estamos en ese momento de seducción, es también la que se produce a la hora de bailar.