Ecoembes debiera ser el garante del reciclaje de residuos en nuestro país. Lejos de eso, es una empresa singular y con muchas particularidades. En primer lugar, es una anomalía su existencia. Se trata de un monopolio amparado por la Ley de Reciclaje, que obliga a las empresas a adherirse bajo amenaza de una sanción de 600.000 euros si no lo hacen. Su modus operandi es sencillo, reciben dinero de cada envase que se vende en España, con el mandato de reciclar.
A cambio de ese inmenso favor gubernamental, Ecoembes tiene la obligación de ser una empresa sin ánimo de lucro. Escenario difícil de conjugar normalmente, pero en este caso concreto resulta absolutamente imposible. Lucro o no, lo que es evidente es que hay negocio, ¡y uno muy rentable! Ecoembes facturó en 2019 hasta 643 millones de euros.
Detrás de la compañía están las envasadoras (60%), los fabricantes (20%), y las distribuidoras (20%). Eso debiera ser en sí mismo motivo de análisis. La empresa que debe fomentar el reciclaje tiene unos propietarios, sus propios accionistas, que en ningún caso tienen interés en reducir la producción y consumo en envases, sino en aumentarla y vender más y más.
Empresas cómo Coca-Cola, el mayor contaminador de plásticos del mundo, están detrás de Ecoembes. También están en Ecoembes otras como Nestle, Carrefour, Mercadona, Bimbo, Colacao, Pepsico, Gallina Blanca, L´oreal, Danone, Freixenet, Unilever, Promarca, Argal, El Corte Inglés, DIA, Ifa… la lista es interminable.
Su objetivo no es reciclar. El objetivo de todas estás empresas y su matriz es vender cuantos más envases de usar y tirar mejor, hacer creer que se recicla un alto porcentaje y que por lo tanto el sistema es sostenible y se están interesando por el medio ambiente. El vehículo para hacerlo, Ecoembes, ingresa por ello casi 650 millones de euros al año, que ellos mismos gestionan. Es tan perverso como absurdo. Cobran al consumidor por un envase, que ellos mismos reciclan lavando así su conciencia, y ganan dinero tanto en la venda como en el reciclaje. Han conseguido la cuadratura del círculo.
En frente, el modelo nórdico, conocido como SDDR que defiende algo que parece indiscutible: si el usuario paga un peaje por el envase en la compra de cada artículo. Debería premiarse económicamente a las personas que recicla, no a una empresa privada constituida por los propios productores, vendedores y distribuidores de ese envase.
Eso es poco discutible. Otra cosa ya sería la manera de poder llevarlo a cabo.
A los que defienden esta tesis “de cajón”, que ataca el lucrativo modelo de negocio de Ecoembes, la empresa y sus brazos mediáticos y de lobby, les suelen acusar de forma delirante, de estar bajo la influencia “de los poderosos fabricantes de máquinas de reciclaje”. En fin.
Una ecuación perversa. Los lobos, por ley, cuidando de las ovejas y lucrándose con ello
¿Alguien puede pensar que las envasadoras, por ejemplo, tienen interés en limitar su negocio y vender menos envases? ¿Coca-cola o Pepsi, querrían hacer desaparecer el plástico y volver a alternativas más caras para ellos en producción y gestión?
Pues esos son los accionistas-tipo de Ecoembes. El modelo, absurdamente amparado por una ley anticuada. Es avalar por “el artículo 33” el ingreso de unos céntimos por cada envase se que se venda en nuestro país. Así el propio Ecoembes, que gestiona esos ingentes fondos, en ningún caso busca reducir el consumo de plásticos y latas. Lo que busca es que se venda cuanto más mejor para incrementar su facturación y para alegría de sus accionistas.
En un idílico mundo sin plásticos, Ecoembes simple y llanamente no existiría. Y no parece que eso les interese porque hoy es un negocio muy rentable, de hecho, crece en facturación cada año, ya que aumenta el consumo de envases, que es justo lo que financia más y más las actividades de la empresa “sin ánimo de lucro”.
En un país en el que el presidente del gobierno cobra 82.000 euros, los 10 altos directivos de una empresa «sin ánimo de lucro» se reparten cada año 2,3 millones
Pero ahora hay nerviosismo porque se vislumbra que se acaba el chollo: a corto plazo se llegan cambios administrativos que nos acercarán a un modelo mixto. Se reduciría así el poder de un monopolio privado formado por envasadoras, fabricantes y distribuidoras y sería el propio usuario el que recibiría de vuelta, a cambio de reciclar, el precio que ha pagado previamente por los envases. Cuestión de justicia.
La ecuación es sencilla y tiene toda lógica. Al comprar cualquier tipo de producto pagas unos céntimos por su envase. Al depositarlo en el contenedor verde, no recibes de vuelta tu dinero ni premio alguno por haber cumplido tu obligación ciudadana, el premio se lo ha llevado Ecoembes. Cuando echas una botella en el contenedor verde, lo que estás haciendo realmente es meter una moneda en la cuenta de resultados de una compañía privada, esperando ue haga buen uso de esos fondos.
Así, pagan igual quienes reciclan y quienes no. El dinero de todos los envases no regresa jamás al usuario. Ese dinero, cada año más y más, va a Ecoembes que lo administra desde una posición de monopolio y privilegio. Un negocio redondo que financiamos todos los españoles.
Menos mal que no hay ánimo de lucro
Pero, ¿Quién y cómo administra esos fondos esta singular compañía?
Con proyectos con los ayuntamientos y proyectos específicos por toda España. Pero también creando y manteniendo una clase dirigente como si se tratara de una multinacional del IBEX con altos ejecutivos. Los altos directivos de Ecoembes , capitaneados por su CEO, Oscar Martín Riva, se reparten 2,3 millones de euros, habiendo subido su remuneración de 1,47 millones en 2014 a 2,3 en el 2019, un 56,4%.
Calculando que hay 10 personas en el comité de dirección, tocarían a unos 230.000 euros brutos por barba. No está nada mal para una empresa sin ánimo de lucro. En un país en el que el salario oficial del presidente del gobierno es de 82.978,56 euros, es evidente que hasta Pedro Sánchez se equivocó de objetivo, ¡debería haber aspirado a un puesto de alta dirección en Ecoembes!
Aunque los sueldos estratosféricos están en la cúpula, la media salarial de los empleados está también muy por encima de la media de la inmensa mayoría de empresas y ni decir tiene que las empresas sin ánimo de lucro. La media salarial está en el entorno de los 50.000 euros anuales.
Así, con el dinero de todos los consumidores, no es de extrañar que la empresa presuma de estar en el top3 del ranking “Best places to Work” en España. Eso, que en el ámbito de la empresa privada tendría mucho mérito y es algo a celebrar, cuando se hace con “pólvora del rey” y desde un ámbito de monopolio y bajo el paraguas de una empresa “sin ánimo de lucro”, no es algo de lo que presumir, sino que irrita y se comprende cada vez menos por parte de los españoles. Con la excusa del reciclaje están financiando su privilegiado modus vivendi.
Ecoembes, el campeón nacional del Greenwashing
Y es que el gestor del reciclaje se ha convertido en un chiringuito, un cementerio de elefantes, donde con el dinero de los consumidores se perpetúa una clase dirigente y un sistema perverso en el que lo que interesa es contaminar, vender y reciclar cuanto más mejor, porque cada una de esas tres cosas forma parte del negocio.
De iniciativas para evitar el uso de envases mejor ni hablar. Nadie tiene interés en que no se contamine, en buscar alternativas o poner ciertos límites. El reciclaje “obligado” que pagamos entre todos, ha dejado de ser un medio para la conservación del medio ambiente. Se ha prostituido y ahora se ha convertido en un fin en sí mismo, un gran negocio que disfrutan, y del que viven a sus anchas, unos pocos.
No buscan reducir el consumo de residuos. buscan que se venda rápido y cuanto más mejor para incrementar su facturación la de sus accionistas. Ganan en la venta y en el reciclaje. Es la (lucrativa) cuadratura del círculo
El Greenwashing es un concepto por el cual se define a compañías que utilizan técnicas y estrategias de marketing vendiendo una idea de sostenibilidad y ecología que no necesariamente es real. Si Coca-Cola es el máximo exponente mundial (las campañas del año pasado sobre limpiar plásticos en los océanos eran delirantes al estar firmadas por el mayor productor y contaminador de plásticos del mundo), nuestro campeón patrio es sin duda Ecoembes.
Es un inmenso negocio bajo el reclamo de la sostenibilidad y el reciclaje. Un negocio redondo, camuflado de labor social sin lucro. Pero además insolidario.
Tal y como publicó MERCA2 en el artículo “La ‘cara B’ de Ecoembes: monopolio con sueldos de infarto y líos con Hacienda” la empresa tiene abierto un contencioso con el fisco por un pago atrasado de 21 millones de euros del impuesto de sociedades. Nada mal para una organización sin ánimo de lucro, que pagamos entre todos, premia a sus directivos con sueldos propios del IBEX35 y que está, además, de forma delirante, adherida al “código de buenas practicas tributarias desde 2013”.
Amén.