El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ha consumado su divorcio con Vox, al menos durante esta moción de censura. El líder del PP ha sido duro, muy duro con la formación de Santiago Abascal y, con sus palabras y su voto, ha reafirmado su apuesta por conquistar al electorado de centro-derecha que, en gran medida, han abandonado al partido. El discurso de Casado no ha dejado dudas de que quiere diferenciarse de Abascal y pretende seguir una vía de consenso, a pesar de que sigue enrocado con algunas cuestiones que tiene que pactar con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Los reproches a Abascal han sido continuos, pero el discurso del presidente del PP ha gustado mucho a los suyos. Incluso a los que mantienen una actitud crítica con la cúpula popular. Si no le soltaba un guiño para desmarcarse del franquismo afirmando que «sí, Sánchez es el peor presidente de los últimos 40 años», resaltando esos «40» para no dar pábulo a la polémica afirmación de que el gobierno de Franco fue mejor que el de Sánchez; le recordaba el sinsentido que supone debatir una moción de censura solo para salir dos días en televisión.
Flaco favor le ha hecho Abascal a quienes buscan cambiar el signo político del Gobierno. «Viene a fortalecer el bloque de investidura cuando más debil está», le ha espetado el líder popular. Y por eso, no ha perdido ni un segundo para vapulear a Vox. «Sí, ellos pactan con independentistas, por eso es inexplicable que ustedes compartan grupo parlamentario en Bruselas con cinco partidos que apoyan la sedición de Puigdemont», ha comentado Casado, un golpe bajo que ha sentado mal en Vox.
Y si había que tirar del pasado político de los rivales (hasta ahora considerados partidarios de su mismo bloque de investidura), lo hace. «Van ustedes de nueva política, pero ya tenía cargo público cuando yo estaba en el colegio y algunos de sus diputados tenían escaño aquí cuando yo nací», ha comentado, un dardo directo a los chiringuitos en los que ha trabajado Abascal.
La reafirmación de la apuesta de Casado ha gustado mucho a los suyos. Los aplausos han sido sonados dentro del partido y por primera vez en semanas se respira cierto aire de unidad dentro de una formación que pasa por sus horas más bajas. El líder del PP es consciente de que los máximos dirigentes de su partido quieren una alternativa ganadora y moderada, que se instale en el centro-derecha y no caiga en las provocaciones de Vox, una formación que ya ha dejado clara cuál es su apuesta.
«Hasta aquí hemos llegado”. “Ahora lo que quiere no es cambiar el Gobierno, sino suplantar el PP, pero abandone toda esperanza”. Si había dudas sobre si el PP votaría «sí» en la moción de censura, Casado las disipó en el mismo momento en el que subió al atril. Y Abascal se ha quedado solo en el bloque. Cuando lleguen las elecciones, es probable que otro gallo cante, pero por el momento Casado busca recuperar lo que durante años ha pertenecido al PP: su electorado.
«Son ustedes la derecha que más le gusta a la izquierda. Hoy se censura a usted mismo y en esa censura va a tener más éxito de la que le gustaría», le ha comentado Casado, en referencia a una afirmación que recorre la sede de Génova e incomoda a todo aquel que la escucha, aunque sea accidentalmente: que mientras exista Vox y se divida el electorado de derechas, el PP no tendrá nunca opción de gobernar.
La apuesta de Casado no ha sido baladí. Con este giro consuma una decisión que le puede llevar a duros enfrentamientos con Vox e incluso a perder un potente electorado, ya que Vox está siendo capaz de canalizar el descontento general que ha dejado la pandemia flotando en la sociedad. Quedan años para las elecciones, pero cuando se celebren, Casado se presentará con unos galones arriesgados, pero claros.