Las consecuencias del cambio climático ya son palpables en el viñedo español, un cultivo cuya vendimia en los últimos años se ha visto obligada a adelantarse principalmente por el aumento constante de las temperaturas o por la tendencia a un menor régimen de precipitaciones, según han informado viticultores de varias zonas geográficas del país.
Así, distintos viticultores han manifestado que las cada vez menos abundantes precipitaciones han obligado a algunas bodegas y áreas vitivinícolas a instalar sistemas de riego en sus viñas, un cultivo que tradicionalmente era de secano.
El sector genera una facturación total de 6.500 millones de euros al año, según datos de la Federación Española del Vino (FEV), que señala que este volumen supone en torno al 1 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB).
Así, alertan de que el sector podría verse perjudicado en el futuro cercano a consecuencia del cambio climático, aunque algunas bodegas han empezado ya a implantar medidas de adaptación al calentamiento y medidas de sostenibilidad para frenar las pérdidas de un sector que año a año ve algunas diferencias respecto al ciclo de la uva o de la viña.
El enólogo de Aroa Bodegas (Navarra), Iñaki Olaberri, cuya bodega posee el certificado de sostenibilidad ‘Wineries For Climate Protection’ (Vinos para la protección climática) desarrollado y otorgado por la FEV, ha manifestado como «poco a poco» están cambiando las maneras de hacer las cosas, aunque casi de manera imperceptible.
«Año a año se van tomando decisiones respecto a las circunstancias», ha asegurado Olaberri, que en su caso, sí que reconoce los efectos del cambio climático, especialmente tras un 2019 en el que tuvieron problemas por la sequía.
Recientemente, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha confirmado que los nueve primeros meses de 2020 han convertido a este año en el más caluroso hasta la fecha desde que se comenzó a tener registros en 1961.
Sin embargo, el director de Bodegas Viñátigo (Santa Cruz de Tenerife), Juan Jesús Méndez, también ha sido un año muy caluroso a la par que seco en cuanto a lluvias. «Estamos registrando en octubre temperaturas de 30ºC y esto no es normal para la época», lamentaba Méndez que reconocía que se produce una «alteración del ciclo importante» producida, entre otras cosas, por una sequía en los últimos cuatro años «bastante clara».
«En Tenerife tenemos una reducción media del 50 por ciento en la pluviometría. Todo esto se traduce en un delante de la vendimia para poder mantener los parámetros del azúcar, la acidez y la concentración fenólica», ha afirmado el director de Bodegas Viñátigo, quien además alertaba de la posible desaparición de algunas viñas al no poder adaptarse a estos nuevos escenarios.
A su juicio, el «futuro del sector» pasa por «huir a las montañas», algo que en su zona vitivinícola es «más fácil que otras zonas». En este contexto, considera «fundamental» cambiar de latitud para tener climas más frescos pero Méndez alerta de que habrá zonas llanas, con una climatología homogénea que no puedan hacerlo y «quizás tengan que cerrar el viñedo».
MEDIDAS PARA PREVENIR PERDER LA PRODUCCIÓN
En su caso, explica que están realizando varios estudios para modificar la gestión de riego en las zonas necesitadas para así poder compensar la falta de agua.
Además, las altas temperaturas también han obligado a modificar la altura de las espalderas dejando una mayor superficie para las hojas y así generar un mayor sombreado que evite quemar las plantas.
«Se está sometiendo a las plantas a un estrés muy marcado dado que en mucho menos tiempo la planta debe desarrollar lo mismo que años anteriores», ha apuntado Méndez.
Por ello, algunas bodegas ponen el foco de atención en la variedad de plantas a cultivar, como es el caso de Bodegas José Luís Pérez (Jerez), cuyo técnico de campo, José Luis Mateos, ha reconocido que ahora se busca una planta con mayor resiliencia al sol y a la sequía. «Y más en la Denominación de Origen de Jerez, donde el riego está prohibido por ley aunque «sí es necesario», comenta.
En este contexto, los expertos exponen que una de las principales decisiones que están tomando las bodegas es adaptarse al cambio climático. Por ejemplo, la bodega Terras Gauda (Pontevedra) ya no realiza el mismo deshojado que solía hacer anteriormente porque el calor podría deshidratar la uva e incluso quemar el fruto, tal y como ha reconocido el director enológico de esta bodega, Emilio Rodríguez.
En cambio, en la región gallega de Rosal (Pontevedra) aún no han tenido problemas con las precipitaciones e incluso han podido obtener una mejor maduración debido al aumento de la temperatura media.
MEDIDAS DE SOSTENIBILIDAD
De forma voluntaria o forzados por las circunstancias, las bodegas están poniendo en marcha medidas de sostenibilidad en la bodega para obtener recursos y contribuir a frenar el calentamiento global.
Por ejemplo, Terras Gauda tiene un proyecto basado en la economía circular, en el que utilizan el orujo de la uva prensada para alimentar el vermireactor, que es un aparato en el que se sitúa el orujo junto con lombrices de tierra, y estas descomponen ese bagaje, lo que genera un vermicompost, que volverá al suelo como abono. En la misma línea, desarrolla otro proyecto, con los organismos beneficiosos del suelo para la recuperación de la microbiota.
Por su parte, Bodegas Verum (Ciudad Real), donde todos sus caldos son ecológicos, su enólogo Elías López, ha detallado cómo cosechan los vinos a diez metros bajo tierra gracias al proyecto ‘Cueva de Crianza’. «Hemos implantado en la bodega este proyecto con unas condiciones de humedad y temperatura natural que no necesita consumir energía porque el propio terreno el que cede la humedad y baja la temperatura. El mayor consumo energético de una bodega es generar las temperaturas correctas para la fermentación y conservación del vino», ha recalcado el enólogo.
LA VENDIMIA EN TIEMPOS DE COVID-19
Además de los problemas a medio y largo plazo por el cambio climático, la vendimia de 2020 ha estado marcada por la pandemia del coronavirus, que ha obligado a acometer otra suerte de adaptación a las circunstancias. Si bien, los bodegueros han destacado que han superado la situación con las adecuadas medidas sanitarias y de limpieza para prevenir el COVID-19, tales como mascarilla, limpieza de manos y distancia social.
En el caso de la Bodega de Paco y Lola (Pontevedra) han ido un paso más allá, de acuerdo con su técnico de campo, Diego García, que ha explicado que instalaron mamparas de separación, cabinas para la descarga de las uvas y la digitalización del proceso.
Por último, coinciden en que la medida que ha predominado en los equipos de trabajo ha sido la formación de grupos burbuja, de ocho a diez personas, con un itinerario diferente a la hora de realizar la labor por si en caso de haber contraído alguien el virus, aislar únicamente a ese pequeño grupo.