Es una línea roja. Para el secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, sentarse en el Consejo de Ministros en esta legislatura es condición sine qua non. El partido rechazará cualquier solución intermedia, como la que propuso el PSOE a la formación morada. Ni secretarías de Estado ni cargos similares. Iglesias quiere consolidar su liderazgo en un momento en que las facciones internas de Podemos amenazan con desintegrar la el partido.
«Tenía que preguntar cada vez cómo nos llamábamos». Así criticaba el pasado 8 de junio el líder de Podemos la falta de organización territorial de la formación. Se celebraba el Consejo Ciudadano e Iglesias analizaba las causas de los malos resultados obtenidos por Podemos en los comicios del 26-M. Unidas Podemos es la suma de varios partidos. Y dentro de esas formaciones, hay corrientes internas contrapuestas.
Una de las más relevantes es la de los anticapitalistas, liderada por la otra pareja con más peso dentro de Podemos: José María González (Kichi) y Teresa Rodríguez. Su posición es clara. No quieren pactar con el PSOE. Al menos así lo demostraron en Andalucía cuando dejaron a la candidata socialista Susana Díaz sin su apoyo. Solo una victoria rotunda de Pablo Iglesias enterraría las críticas internas. Y esa victoria se llama Ministerio.
Pero las voces dentro de Unidas Podemos tienen diferentes tonalidades. El núcleo duro de Izquierda Unida, representado por Alberto Garzón, mantiene una posición más abierta. Están dispuestos a aceptar la solución que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha puesto sobre la mesa. Una secretaría de Estado u otros cargos de relevancia intermedios satisfarían a la vieja izquierda. Más recursos, más peso dentro del Gobierno y un acuerdo programático son elementos suficientes para los de Garzón.
Junto a los de Garzón, está el ala más moderada de Podemos. Un grupo minoritario, hasta más cercano al candidato a la Comunidad de Madrid Íñigo Errejón, que mantiene una postura similar a la de Izquierda Unida. Quieren acuerdo programático. Y si por el camino se obtienen cargos, mejor. No importa la relevancia.
Sin embargo, esta postura más moderada no gusta a los seguidores de Pablo Iglesias. Ellos son conscientes de que una secretaría de Estado no significa tener influencia en el Gobierno. El secretario de Estado depende del ministro. Y como tal, no tendría capacidad de decisión relevante. Pero un ministro es otro cantar.
LA LLAVE DEL MINISTERIO
Si Iglesias consigue, al menos, un ministerio en la negociación, no solo se traduce en tener presencia en el Consejo de Ministros. Podrán condicionar las decisiones del Gobierno y todo el aparato político de dicho Ministerio estaría ocupado por militantes de Podemos. Una victoria en toda regla que afianzaría el liderazgo de Iglesias dentro de la formación morada.
Los resultados de las elecciones generales, las municipales, las autonómicas y las europeas han remarcado el hundimiento de Unidas Podemos. El poder de negociación de Pablo Iglesias se ha reducido por momentos. Ni las municipales le han dado un respiro. Y por si fuera poco, su exlugarteniente Íñigo Errejón decidió montar un partido por su cuenta. Nunca había estado tan cuestionado el liderazgo de Iglesias desde la compra del polémico chalet.
Solo una victoria rotunda podría dar alas al secretario general y acallar las críticas internas que aún perviven en el seno de Unidas Podemos. La escisión ya ha azotado al partido. Los apartados por Iglesias construyeron un nuevo partido aprovechando la estela de la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena y la de Errejón. Una escisión que poco a poco tomará forma de partido de corte nacional. Ahora les toca a los anticapitalistas.
Las discrepancias internas entre los anticapitalistas y el núcleo duro del partido se han dejado notar a lo largo de los últimos años. Kichi es el único candidato de Podemos que ha salido reforzado tras revalidar la alcaldía de Cádiz. Ello le ha convertido en uno de los nombres que suenan para tomar el relevo de Pablo Iglesias en Podemos.
José María González ha cambiado el signo político de una ciudad entera desde que se presentara a las elecciones de 2015 con la marca blanca de Podemos. Y él, junto a su pareja, Teresa Rodríguez, han representado la rama más crítica contra la dirección de Pablo Iglesias. Esta discrepancia no se dejó notar en el Consejo Ciudadano del pasado 8 de junio, donde Pablo Iglesias echó balones fuera y culpó de los malos resultados del partido a la organización (algo que se cobró la cabeza política de Pablo Echenique).
Antes nuevas elecciones que perder los ministerios. La negociación de Iglesias será dura. Tiene menos que perder que el presidente del Gobierno. Y su liderazgo depende de mantenerse firme y conseguir buenos resultados. De no ser así e ir de nuevo a elecciones, Iglesias siempre podrá acabar con su relevancia política y dejar paso a otro de los nombres que suenan para sucederle, el de su pareja, Irene Montero.