La hija de la pastelera muerta en El Ejido: «se sentía amenazada»

La hija de Natalia P., la pastelera supuestamente asesinada en su establecimiento de El Ejido (Almería) en septiembre de 2014, ha asegurado este martes ante el tribunal de jurado que su madre «se sentía amenazada» por la acusada Loreta V. y su compañero, muerto antes de ser detenido, Viktoras K., quienes le «debían dinero desde hace mucho tiempo» y de quienes tenía «miedo» ante su posible reacción a la hora de reclamarles la deuda contraída, la cual quería cobrar antes de que se marcharan a Lituania.

«Ella me dijo que les iba a pedir el dinero y que esperaba que pudieran hacer daño al coche o al local, pero no a ella, y que una vez que lo dijera Viktoras podría llegar a entenderlo, pero que Loreta no», ha indicado en su declaración tras una mampara la hija de la víctima, quien ejerce la acusación particular, en la segunda sesión del juicio en la que se ha practicado la prueba testifical.

La testigo ha explicado que la acusada y su compañero debían dinero a su madre; un dinero que les había prestado porque «no tenían casa». «Les daba comida, les ayudaba a buscar trabajo, iban allí a ducharse o a usar internet», ha afirmado la joven que ha asegurado que los presuntos autores del crimen «entraban y salían a sus anchas» de la pastelería, de modo que incluso guardaban en cajas, bolsas y maletas con sus pertenencias en la trastienda.

Así, ha explicado que, antes de que decidieran irse a Lituania, su madre percibió unos 700 euros de la pareja con el pretexto de alquilarles un local para un negocio, aunque finalmente optó por quedarse con el dinero para cobrarse la deuda. «Ellos se querían ir a Lituania y mi madre dijo de coger ese dinero porque si no, no lo iba a ver más», ha indicado su hija, quien ha detallado que necesitaba ese dinero para atender los gastos de su hija pequeña y pagar letras.

«Creo que ellos fueron a reclamar el dinero y por eso hicieron eso«, ha sostenido la hija, quien ha narrado que fue ella quien halló el cuerpo de su madre en la parte de atrás del establecimiento donde supuestamente la pareja acabó con su vida a golpes antes de hacerse con dinero y varios objetos de valor para huir a Lituania, donde la acusada fue detenida cinco años después. Por estos hechos, la Fiscalía solicita 22 años y medio de prisión.

Frente a la versión de la procesada, quien aseguró que ella no presenció el crimen ni supo que Natalia P. había fallecido puesto que abandonó la pastelería tras iniciarse la discusión entre ella y Viktoras, los diferentes testigos han aportado detalles sobre la tarde del 13 de septiembre de 2014 en la que se sucedieron los hechos y la relación anterior entre los tres.

UNA «MUJER RUBIA» EN EL LOCAL

Entre los diferentes testimonios que han dado su versión sobre lo que ocurrió la tarde de los hechos, una vecina de la víctima ha asegurado que esa misma tarde acudió a la pastelería a entregarle a Natalia P. una bolsa de ropa, pero que al llegar la puerta estaba cerrada, aunque «escuchaba voces» de «más de dos personas hablando» en su interior sin que se viese a nadie por el cristal y la música «en ese momento estaba fuerte».

«Yo llamé pero no me escuchaban», ha explicado la vecina, quien asegura que en ese momento vio salir a una «mujer rubia» de la trastienda quien «subió todavía más el volumen», aunque por la posición de la vitrina y otros elementos, no consiguió verle la cara. Preguntada por si logró oír alguna frase, la testigo ha señalado nerviosa que escuchó «me matan», aunque no ha logrado explicar por qué no llamó a la Policía en ese momento. A los diez minutos de estar esperando en la puerta, se marchó.

Aunque todos los testigos han coincidido en asegurar que la acusada ponía un cartel en la puerta cada vez que se ausentaba para indicar que volvería en cinco minutos –momento en el entonces cerraba con llave–, la testigo ha apuntado que en ese momento no había ningún cartel. Fue horas más tarde, cuando volvía de pasear a su perro con su marido, cuando supo que la pastelera había muerto y se acercó al lugar de los hechos a narrar lo que había observado esa misma tarde.

Los testigos que estuvieron en el lugar de los hechos han afirmado que, además de desaparecer objetos como un ordenador, llaves, un teléfono móvil o dinero en la caja registradora, también echaron en falta algunas de las pertenencias que los acusados acumulaban en la trastienda. Del mismo modo, varios de ellos han dejado constancia de las discusión por motivos económicos que se dieron días antes del crimen.

En esta línea, una íntima amiga de la víctima ha relatado que después de que esta se quedara con el dinero cedido para el alquiler de un local, tuvo «un bronca tremenda» con los acusados. «Me puso un mensaje diciendo que Loreta estaba fatal, que tenía mucha rabia», ha explicado antes de narrar cómo la víctima tenía sospechas de que la pareja «tramaba algo» puesto que el día después de la discusión acudieron a la pastelería «como si no pasara nada». «Un martes fueron a tomar café y el viernes la mataron», ha deducido la testigo.

La tarde anterior al crimen la acusada y su acompañante estuvieron en una cafetería de un centro comercial, donde, según ha explicado el entonces camarero, ambos tomaron «dos consumiciones de cerveza con tapa». «No liaron pelea, pero se les notaba alterados, sobre todo la mujer», ha afirmado el camarero, quien en contra de lo declarado por la acusada, ha afirmado que ella bebió y no llevaba compras consigo.

Sobre los supuestos reproches que Viktoras habría realizado continuamente a Natalia P. por denunciar a su hermano por malos tratos, lo que le condujo a una cárcel para cumplir pena de prisión por otros hechos anteriores en Lituania, los testigos han indicado que quizás fueran así, aunque el penado le remitía «cartas de amor» a la pastelera desde prisión sin que hubiera amenazas de por medio.