sábado, 23 noviembre 2024

Cambiar la dieta puede compensar años de emisiones de CO2

Los alimentos con proteínas vegetales, como lentejas, frijoles y nueces, pueden proporcionar nutrientes vitales utilizando una pequeña fracción de la tierra necesaria para producir carne y productos lácteos.

Al cambiar a estos alimentos, gran parte de la tierra restante podría albergar ecosistemas que absorben CO2, según un nuevo estudio que aparece en la revista ‘Nature Sustainability’.

En su estudio, los investigadores analizaron y mapearon áreas donde la producción extensiva de alimentos de origen animal, que requiere el 83 por ciento de las tierras agrícolas de la Tierra, suprime la vegetación nativa, incluidos los bosques.

La investigación destaca lugares donde cambiar lo que las personas cultivan y comen podría liberar espacio para que los ecosistemas vuelvan a crecer, compensando nuestras emisiones de CO2 en el proceso.

«El mayor potencial para la regeneración de los bosques, y los beneficios climáticos que conlleva, existe en los países de ingresos altos y medianos altos, lugares donde reducir la cantidad de carne y lácteos hambrientos de tierra tendría impactos relativamente menores en la seguridad alimentaria», señala Matthew Hayek, autor principal del estudio y profesor asistente en el Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad de Nueva York.

La quema de combustibles fósiles para obtener energía emite CO2, calentando el planeta. Cuando el calentamiento alcanza 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, se esperan impactos más severos como sequías y aumento del nivel del mar. Los científicos describen cuánto combustible fósil podemos quemar antes de alcanzar ese límite utilizando el «presupuesto de carbono» global.

Según los hallazgos de los autores, el recrecimiento de la vegetación podría eliminar entre nueve y 16 años de emisiones globales de CO2 de combustibles fósiles, si la demanda de carne cayera drásticamente en las próximas décadas junto con sus enormes requisitos de tierra. Esa eliminación de CO2 duplicaría efectivamente el presupuesto de carbono de la Tierra, que se reduce rápidamente.

«Podemos pensar en cambiar nuestros hábitos alimenticios hacia dietas amigables con la tierra como un complemento al cambio de energía, en lugar de un sustituto -apunta Hayek-. La restauración de los bosques nativos podría comprar un tiempo muy necesario para que los países hagan la transición de sus redes de energía a una infraestructura renovable libre de fósiles».

En su informe, los autores enfatizan que sus hallazgos están diseñados para ayudar a las estrategias adaptadas localmente para mitigar el cambio climático. Aunque el consumo de carne en muchos países hoy en día es excesivo y sigue aumentando, la cría de animales sigue siendo fundamental en algunos lugares.

Estas consideraciones serán importantes a medida que los países intenten desarrollar sus economías de manera sostenible, según Nathan Mueller, uno de los coautores del estudio, de la Universidad Estatal de Colorado, en Estados Unidos.

«El uso de la tierra se trata de compensaciones -explica Mueller, profesor asistente en el Departamento de Ciencia y Sostenibilidad de Ecosistemas y en el Departamento de Ciencias del Suelo y Cultivos-. Si bien el potencial para restaurar ecosistemas es sustancial, la agricultura animal extensiva es cultural y económicamente importante en muchas regiones del mundo. En última instancia, nuestros hallazgos pueden ayudar a identificar lugares donde restaurar ecosistemas y detener la deforestación en curso tendría los mayores beneficios de carbono».

Las recientes propuestas de cubrir gran parte de la superficie de la Tierra en bosques han generado controversia como solución climática. Plantar físicamente más de un billón de árboles requeriría un esfuerzo físico sustancial.

Además, una planificación deficiente podría alentar la uniformidad de las plantaciones de árboles, limitar la biodiversidad o agotar la escasez de agua en las zonas secas. Por último, los desafíos radican en encontrar suficiente tierra para mantener a los árboles a salvo de la tala o la quema en el futuro, liberando el carbono almacenado nuevamente a la atmósfera como CO2.

REGENERACIÓN

Sin embargo, los investigadores tuvieron en cuenta estos posibles problemas al diseñar su estudio. «Solo mapeamos áreas donde las semillas podrían dispersarse naturalmente, creciendo y multiplicándose en bosques densos y biodiversos y otros ecosistemas que trabajan para eliminar el CO2 para nosotros», dice Hayek.

«Nuestros resultados revelaron más de 7 millones de kilómetros cuadrados donde los bosques estarían lo suficientemente húmedos para volver a crecer y prosperar de forma natural, colectivamente un área del tamaño de Rusia», añade.

Las soluciones tecnológicas para el cambio climático pueden estar pronto en el horizonte, como maquinaria que elimina el CO2 directamente de la atmósfera o los tubos de escape de las centrales eléctricas. Sin embargo, depositar demasiada confianza en estas tecnologías podría resultar peligroso, según la coautora del estudio, Helen Harwatt, miembro de la Facultad de Derecho de Harvard.

«Restaurar la vegetación nativa en grandes extensiones de tierras agrícolas de bajo rendimiento es actualmente nuestra opción más segura para eliminar el CO2 -dice Harwatt-. No es necesario apostar nuestro futuro únicamente en tecnologías que aún no han sido probadas a mayor escala».

Pero los beneficios de reducir el consumo de carne y lácteos van mucho más allá de abordar el cambio climático. «La reducción de la producción de carne también sería beneficiosa para la calidad y cantidad del agua, el hábitat de la vida silvestre y la biodiversidad», señala William Ripple, coautor del estudio y profesor de ecología en la Universidad Estatal de Oregon.

Los acontecimientos recientes también han puesto de relieve la importancia de los ecosistemas saludables en la prevención de enfermedades pandémicas de origen animal, como el COVID-19.

«Ahora sabemos que los ecosistemas intactos y en funcionamiento y los hábitats de vida silvestre apropiados ayudan a reducir el riesgo de pandemias –agrega Harwatt–. Nuestra investigación muestra que existe el potencial de devolver grandes áreas de tierra a la vida silvestre. Restaurar los ecosistemas nativos no solo ayuda al clima; cuando se combina con poblaciones reducidas de ganado, la restauración reduce la transmisión de enfermedades de la vida silvestre a los cerdos, pollos y vacas, y en última instancia a humanos».