El presidente del PP ha lanzado una declaración de intenciones tras fulminar a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del partido. Pablo Casado quiere acercarse más al tono calmado y moderado del expresidente Mariano Rajoy y abandonar sus raíces aguirristas y aznaristas que tan malos resultados electorales le han dado hasta ahora. Esta actitud hostil que ha mantenido el líder del PP hasta ahora había traído consecuencias, y una de ellas era el bloqueo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que sigue en funciones desde diciembre de 2018. Ahora, con este nuevo talante, el PP podría sentarse con el PSOE y acordar una renovación justa que ponga fin al mandato de Carlos Lesmes al frente del Supremo. Sin embargo, la línea oficial popular asegura justo lo contrario, que el cambio de Cayetana no supone que Casado vaya a convertir el PP en un partido de Estado, sino todo lo contrario.
El bloqueo persiste porque Casado estableció un cordón sanitario al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. No es que el líder del PP haya cambiado de criterio respecto a Sánchez, sino que desde su partido consideran que es más adecuado convertirse en una oposición responsable que vuelva a erigir a la formación como un engranaje de Estado. Sin embargo, hay otra versión que fluye desde el PP que asegura que el cambio de Cayetana no significa que los populares vayan a desbloquear asuntos que llevan bloqueados durante años, sino que es la oportunidad de Casado de mostrar su lado mas conservador, hasta ahora solo representado en público por Cayetana.
La estrategia de Casado hasta ahora había sido la de no ceder ante Sánchez ni pactar con él la renovación del Consejo porque consideraba que con el nombramiento de la exministra de Justicia Dolores Delgado como Fiscal General del Estado era un caso claro de injerencia en el poder judicial. Las palabras de Sánchez en las que dejaba claro que le había pedido a Delgado que «fuera independiente» a la hora de ejercer su labor como fiscal hicieron mella en el PP y Casado creyó ver una oportunidad para erosionar al PSOE. Pero los planes no han salido como esperaba.
La pandemia facilitó a Casado el no tener que ceder ante lo que incluso el propio Lesmes considera un mandato demasiado largo. Todo se ha mantenido en stand by hasta el momento por una mezcla de nueva normalidad con las vacaciones que ahora amenaza con convertirse en una segunda ola, pero lo cierto es que desde el PP se muestran más dispuestos a convertirse en una oposición constructiva que ceda ante las obligaciones institucionales del Congreso dejando a un lado sus posturas políticas.
Desde el PSOE aseguraron hace unos meses que sí tenían intención de retomar el asunto y acercarse a Enrique López, consejero de Justicia, Interior y Víctimas de la Comunidad de Madrid, para tantear el tema. Ya pasadas las elecciones vascas y sin ningún evento importante a nivel electoral a la vista, solo queda saber cómo evolucionará el coronavirus, por lo que todo apunta a que las conversaciones para elegir vocales y renovar el CGPJ se iniciarán a la vuelta de estas vacaciones.
La guerra de reproches entre el PP y el PSOE se calmará, o al menos es lo que parece con la destitución de Álvarez de Toledo, un elemento discordante dentro de los planes de Casado de encauzar al PP en el lado moderado de la balanza y dejar a Vox en el nicho más radical. Y esto permitirá que el país pueda avanzar en algunos sentidos que ya urgen, como es la renovación del Consejo, que lleva casi dos años en funciones, o la aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado, ya que el país sigue con los que elaboró el exministro de Hacienda Cristóbal Montoro, elaborados en 2018.
A pesar de que todo esto, el propio presidente del Supremo, Carlos Lesmes, ha pedido en reiteradas ocasiones a los políticos que aborden la renovación del Consejo. El CGPJ observa detenidamente cómo su renovación depende de discusiones entre partidos y reproches políticos. Cambiar de presidente del Supremo supone disponer de una mayoría de tres quintos tanto en el Congreso como en el Senado, lo que hace absolutamente imprescindible un acuerdo entre el PP y el PSOE.