Alemania ha entrado en recesión y se mantendrá así hasta final de año. Las estimaciones dadas el pasado año se hacen realidad tras las elecciones europeas y con una oleada de recortes y despidos, especialmente en las grandes compañías industriales.
El Gobierno alemán, debilitado por las propias políticas de Bruselas, estima una caída del 0,2% del PIB, el doble del descenso registrado en 2023, y con previsiones aún más nefastas para las automovilísticas y la industria en general, con unos altos tipos de interés, una débil demanda y tensiones que afloran una fuerte incertidumbre por la inflación, más cuando el petróleo amenaza con nuevas subidas por las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo, Venezuela y la invasión de Rusia a Ucrania.
Por el momento, el consumo se mantiene, mientras el ahorro se dispara, una muestra del temor de las familias ante un endurecimiento del futuro económico. Ante la recesión, las empresas grandes se aprietan aún más el cinturón y la oleada de despidos registrada durante el verano proseguirá, afectando especialmente a las empresas auxiliares, mientras Bruselas aboga por quitar los estímulos y el BCE mueve sus fichas lentamente a la espera de nuevos movimientos en la Reserva Federal de EE UU.
El fuerte aumento del número de empresas quebradas en Alemania mostró el camino de la recesión en mayo. Casi 2.000 empresas menos se registraron en ese mes, un 30% más respecto al mismo periodo del año anterior y el nivel más alto desde 2017. En el primer semestre del año, las quiebras se han disparado un 41% llevándose por delante a gigantes como el operador turístico FTI, Creditreform y la empresa de moda Esprit. En total, 11.000 suspensiones de pagos que han dejado una deuda milmillonaria en la banca.
11.000 QUIEBRAS EN ALEMANIA Y DESPLOME EN CHINA
Las constructoras se han llevado la peor parte debido a la escasa oferta de vivienda nueva ante los elevados precios de los materiales. El proveedor de automóviles VKW se acogió a la ley de impagos, como también lo hizo Kaufhof y Landwarme.
Como en toda crisis económica, una vez se inicia la caída de las grandes compañías, las pequeñas y medianas empresas sufren las consecuencias, con merma de ingresos por la caída de pedidos. De hecho, ante esta debacle económica, se espera que estas empresas caigan también como fichas de dominó.
El inicio del segundo trimestre, tras las elecciones europeas, tampoco arroja un futuro halagüeño. En julio, las quiebras se dispararon en 1.406 empresas, de las que más de 140 eran grandes compañías de la locomotora alemana. El efecto dominó pone a prueba la resiliencia de los proveedores y aseguradoras, que han registrado un agujero de 19.000 millones de euros.
EL GOBIERNO FÍA LA INVERSIÓN AL LADRILLO PARA TAPONAR LA RECESIÓN
Asimismo, el riesgo del crédito es otro de los factores que servirá de combustible para incrementar el número de quiebras en la principal economía europea, que amenaza con llevarse por delante al cohete español. De hecho, las empresas están utilizando sus posiciones de liquidez para apartarlas y generar un colchón ante un agravamiento de la crisis en toda Europa. En el segundo trimestre de este 2024 han aumentado las quiebras en un 3,1%, un nuevo récord.
El principal motivo del incremento de las quiebras se debe a las aportaciones públicas concedidas durante la pandemia a empresas zombis, incapaces ahora de devolverlas, así como un excesivo sobredimensionamiento empresarial por la inflación. Como todo en economía, los excesos no pasan en balde y la autorregulación del mercado termina apareciendo.
Los embudos de 2020 y el incremento de precios se juntan ahora con una demanda muy debilitada, con la búsqueda de trabajadores cualificados para cubrir puestos vacantes. Estos problemas se extienden desde el norte hasta el sur de Europa, y España no es ninguna excepción. De hecho, para tratar de paliar la situación, el Gobierno apostará por una mayor inversión pública, especialmente en ladrillo con el fin de evitar una mayor profundidad del declive económico. El sector inmobiliario está expuesto a un mayor riesgo de quiebras.
LA DEUDA, PRINCIPAL PREOCUPACIÓN
El mercado ha implosionado por numerosos factores -de ahí que sea la recesión más anunciada de la historia-, pero había conseguido sortear hasta ahora la difícil y convulsa situación económica, geopolítica y política a uno y otro lado del Atlántico. No obstante, hasta el jarrón más grande tiene una capacidad limitada. Y esto es lo que ha ocurrido desde la irrupción de la pandemia. Ese jarrón se ha llenado de deuda. A cierre de abril de este 2024, la deuda mundial alcanza los 292,7 billones de euros, un montante que viene de las primeras economías principalmente, pero también de los países emergentes.
Un tercio de esta deuda está alojada en países del sudeste asiático e India, así como Latinoamérica. Estas potencias han basado su economía en vivir de lo prestado y su debe se ha duplicado en apenas diez años, desde los 93,9 billones de euros a los 55 billones de dólares.
Las alertas por estos elevados niveles de deuda comenzaron a dispararse hace dos semanas, cuando Moody’s exigió a la India un plan de recorte de deuda urgente para equilibrar las finanzas. España no es ninguna excepción ni tampoco un milagro económico. Los niveles de deuda son los más elevados de la UE y no hay planes de estímulo para aguantar un aterrizaje suave. De hecho, una vez se frene el crecimiento, la deuda sobre el PIB comenzará a ascender, encareciendo los intereses de las emisiones.