La principal acusada del crimen de Cornellà admite su culpa y pide perdón sinceramente

La confesión de una tragedia nocturna ha sacudido la sala de la Audiencia de Barcelona, donde se desarrolla el juicio por el asesinato de Kristen, una joven de 19 años cuya vida fue segada abruptamente a la salida de la discoteca Capitolio en Cornellà de Llobregat. Los hechos, ocurridos en la madrugada del 28 de junio de 2020, han vuelto a cobrar protagonismo con la declaración de la presunta autora del crimen ante un jurado popular. En un giro inesperado, la acusada ha admitido su participación en los hechos, aunque intenta matizar su responsabilidad alegando un estado alterado por el consumo de alcohol y drogas.

El caso ha capturado la atención pública no solo por la brutalidad del acto, sino también por las circunstancias que lo rodearon. La noche de fiesta que terminó en tragedia pone de manifiesto la volatilidad de las situaciones sociales cuando se mezclan con el abuso de sustancias y la violencia. La confesión de la acusada, aunque acompañada de justificaciones y atenuantes, marca un punto de inflexión en el proceso judicial y plantea interrogantes sobre la responsabilidad individual y los factores que pueden desencadenar actos de tal magnitud.

La fatídica noche: Excesos y confrontación

La noche del crimen comenzó como una salida más en la discoteca Capitolio. La acusada principal y su marido ocuparon una mesa VIP, donde el consumo de alcohol fue desmedido. Según su testimonio, se bebieron casi por completo una botella de whisky Johnnie Walker etiqueta negra antes de que llegara la otra pareja implicada en los hechos. El ambiente festivo pronto se tornó en un cóctel peligroso de excesos.

La ingesta de alcohol no fue el único factor que alteró el estado de la acusada aquella noche. En su declaración, admitió haber consumido también un gramo de cocaína, una adicción de la que asegura haberse deshabituado durante su estancia en prisión preventiva. Este cocktail de sustancias habría jugado un papel crucial en los acontecimientos posteriores, nublando su juicio y exacerbando sus reacciones.

La situación se agravó al salir del local. Lo que comenzó como una cena improvisada de bocadillos apoyados en un coche, pronto se convirtió en el escenario de una confrontación. Según la versión de la acusada, un hombre comenzó a proferir insultos, lo que desencadenó una pelea que involucró a su marido y a otras personas presentes. Este altercado sería el preludio de la tragedia que estaba por ocurrir.

El momento del ataque: Una decisión fatal

En medio del caos de la pelea, la acusada relata un momento crucial: su marido le pidió una navaja. En un aparente intento de evitar males mayores, ella afirma haber guardado el arma en el bolsillo trasero de su pantalón. Sin embargo, la situación dio un giro drástico cuando vio a Kristen propinar una patada a su esposo, haciéndolo caer al suelo. Esta acción desencadenó una reacción impulsiva por parte de la acusada.

La persecución de Kristen por parte de la acusada y su prima culminó en un encuentro tenso junto a una valla. Según el relato de la principal acusada, sacó la navaja con la intención de asustar a la víctima, alegando que temía que Kristen también estuviera armada. Este momento de tensión escaló rápidamente cuando Kristen, al ver el arma, intentó desarmarla con una patada.

La reacción de Kristen, interpretada por la acusada como una posible amenaza, llevó al desenlace fatal. En lo que describe como un «autorreflejo», la acusada apuñaló a Kristen. Aunque admite haber asestado dos puñaladas, insiste en que no era consciente de la gravedad de las heridas infligidas, pensando que solo había alcanzado las piernas o los glúteos de la víctima. Este acto, producto de un momento de pánico y confusión, selló trágicamente el destino de Kristen.

Consecuencias y arrepentimiento: El peso de las acciones

La confesión de la acusada ante el jurado popular ha estado marcada por expresiones de arrepentimiento y un intento de contextualizar sus acciones. Afirma que nunca tuvo la intención de causar un daño tan grave y que los hechos han destrozado su propia vida. Este reconocimiento de culpa, aunque tardío, plantea reflexiones sobre la responsabilidad personal y las consecuencias irreversibles de actos impulsivos.

El caso se complica aún más con la posición de la segunda acusada, prima de la autora confesa. Esta se desmarca completamente de la agresión, negando haber tocado a la víctima. Aunque admite haber corrido tras Kristen junto a su prima, insiste en que se retiró del lugar sin participar en el ataque. Su tardanza en entregarse a las autoridades, según alega, se debió al temor de ser acusada injustamente como autora del crimen mientras su prima permanecía en paradero desconocido.

El juicio continúa desentrañando los detalles de esta trágica noche, poniendo de manifiesto la complejidad de los hechos y las motivaciones humanas. La confesión de la acusada principal, aunque aporta claridad sobre lo sucedido, no disminuye el dolor causado a la familia de Kristen ni la gravedad del acto cometido. Este caso sirve como un sombrío recordatorio de cómo una noche de excesos puede desembocar en consecuencias devastadoras e irreversibles, dejando cicatrices profundas en todas las partes involucradas.