sábado, 23 noviembre 2024

El beso y la ‘césar’: las razones del ocaso de Carmena

“Los plenos del Ayuntamiento de Madrid son un esperpento que merece la pena verse. Los concejales del equipo de Gobierno peleados entre ellos, la mitad votando contra su jefa y los demás partidos salvándole la papeleta a Carmena”. Una cualificada miembro del Grupo Popular no se explicaba, ya a mitad de legislatura, cómo podía funcionar Ahora Madrid con semejante guerra interna. La mitad de los concejales de Carmena no soportaban a la alcaldesa, la alcaldesa no conocía ni quería trabajar con casi ninguno de los concejales de su equipo. Hoy todos han fracasado en las urnas, por errores de campaña, pero también pagando el aberrante diseño que, aunque les llevó a estar cuatro años en la alcaldía, acabó estallando. En Manuela Carmena pocas cosas han sido lo que parecía, y menos lo que decía.

A las pocas semanas de ocupar el amplio y luminoso despacho de Cibeles, Manuela Carmena decidió que iba a crear su propio equipo de trabajo, ajeno a los concejales que la habían acompañado a las urnas. Así fue como tiró de quien ha pasado a la historia como “su sobrino” (que lo es, político), pero que en realidad es un experimentado miembro del cuerpo de Administradores del Estado, Luis Cueto. El nombrado coordinador de alcaldía conocía a Manuela Carmena de los tiempos en que la magistrada fue decana de los Juzgados de Plaza de Castilla, antes de que tuvieran relación familiar vía matrimonial. Carmena, que dijo venir a parar los desahucios, fue quien inventó la forma acelerada de hacerlos, los llamados alzamientos, en su etapa de década de Plaza de Castilla. En Madrid, según datos de la oposición, hubo 12.000 de estos alzamientos durante el mandato de Ahora Madrid. Esto no hizo sino que sublevar los ánimos de los concejales más extremistas.

A los pocos días de ser alcaldesa, Carmena aseguró que el programa electoral era “un conjunto de sugerencias”, lo que evidenciaba que no pensaba cumplirlo. Y menos con personal como Romy Arce y el resto de díscolos, que vivieron con frustración ya los primeros meses en el poder. Los incidentes judiciales con el torneo de tenis de Madrid –el Mutua Open–, denuncias cruzadas, pérdida de confianza en Sánchez Mato, concejal de Hacienda…

ELITISMO

Alguien que ha tratado de cerca de Carmena explica que la hasta dentro de unas semanas alcaldesa de Madrid “es en el fondo una persona bastante elitista. Eso de que cree en el Gobierno de los mejores, sin contar con los partidos, va de eso. Es extraordinariamente amable y entrañable con todos, pero intelectualmente elitista”.

Y Luis Cueto forma parte de la élite de la Administración, de eso no cabe duda. Al menos pertenece a uno de los cuerpos de élite del Estado. La alcaldesa dio el poder del Ayuntamiento a alguien no votado, que no pertenecía a ninguno de los movimientos políticos que articulaban Ahora Madrid, y además iba a ejecutar un programa propio, ya que el electoral lo consideraba “una serie de sugerencias”.

Cueto ha explicado que Carmena se encontró “con un grupo de gente a la que no conocía, con la que tenía que gobernar”. Más Madrid nació de la necesidad de Manuela Carmena de formar un grupo propio de personas en las que sí confiaba, ajeno a los partidos, con el que desprenderse del lastre de sus compañeros de viaje a Cibeles. Solo la seguían un puñado de fieles “El gobierno de los mejores”, llegó a afirmar. Pero en el camino de hacer su proyecto absolutamente personal –los concejales díscolos la han acusado reiteradamente de “personalismo”– cometió el primero de sus errores, la ruptura de la izquierda y a desmovilización de los grupos que le dieron la victoria inicial.

Manuela Carmena y Ada Colau
Carmena y Colau, las estrelladas alcaldesas del cambio. Foto: Metropoli Abierta

Carmena logró su primera victoria, en palabras de un veterano dirigente político, “jugando a la abuela buena, frente a la brujita mala que era Esperanza Aguirre”. Tras cuatro años de gestión Carmena presentó como programa a sí misma.  Y como aval de lo que había hecho, a sí misma, ya que el grado de cumplimiento o desarrollo del programa de Ahora Madrid se circunscribe a unos kilómetros de carril bici y el controvertido experimento de Madrid Central, poco valorado por los madrileños.

El programa oculto de Carmena, sin embargo, poco tenía que ver con “la ciudad de los abrazos”. El programa real que pergeñaba su equipo íntimo era profundamente urbanístico: los desarrollos de Los Berrocales, la Operación Campamento y Canalejas (un hotel y viviendas de lujo). Y, claro, la Operación Chamartín.

Madrid Carmena Chamartín
La alcaldesa Manuela Carmena, junto al ministro de Fomento, José Luis Ábalos, y el presidente de Distrito Castellana Norte (DCN), Antonio Béjar, y el concejal de Desarrollo Urbano Sostenible, José Manuel Calvo, presentaron el proyecto.

Con este bagaje, la alcaldesa de Madrid se presentó a una campaña que parecía que tenía viento a favor. El País, quizás el medio más influyente en el entorno de Carmena, con el cambio de dirección defenestró a todo el equipo de información local que se había manifestado crítico con la gestión de la alcaldesa. Algún despido y traslados a galeras. Ya había vía libre mediática para la alcaldesa, a la que el socialista Antonio Miguel Carmona llamó “un icono pop contra el que no se puede ir”. Curiosamente Carmena tomó como jefe de prensa a un veterano jefe de El país.

Precisamente fue el concejal Carmona –que no se ha presentado a cargo alguno estas elecciones– quien alertó del papel del PSOE con Carmena: “No se puede estar medio embarazado”, dijo, apelando a su actuación a medio camino del apoyo y la poca crítica. A pesar de que Pedro Sánchez fichó a una estrella, un entrenador de baloncesto campeón del mundo, el PSOE, en plena ola favorable en toda España, ha sacado peores resultados con Pepu Hernández que con Carmona. Y encima no es decisivo en papel alguno en la nueva corporación, donde le esperan cuatro años más de desierto y decadencia.

LA ABUELA

Carmena iba a hacer campaña de nuevo en el papel de abuela de 75 años. En este caso “el nieto” era un aniñado Íñigo Errejón, el tíquet de Más Madrid para la Comunidad. A pesar del mal papel de Carmena en los debates, Más Madrid y ella misma apostaron por seguir en el papel de la abuelita buena, obviando los clamorosos incumplimientos del programa electoral en material de vivienda social o escuelas infantiles, por ejemplo. El problema es que una abuelita buena concilia mal con una abuela que se pega el lote con su compañero aniñado y candidato a la Comunidad de Madrid.

El baso de Carmena y Errejón es uno de los fallos clamorosos de la campaña. La alcaldesa echó el resto en los actos con el colectivo LGTBI, uno de esos errores por exceso de confianza. Carmena ya tenía todo el apoyo de estos colectivos, incompatibles en cierto modo con el PP y sobre todo espantados y movilizados por la llegada de Vox. Allí no tenía nada que ganar con los juegos de palabras sobre “bollería dulce” y mucho que perder. La centralidad.

Carmena no ha logrado sumar ni un solo apoyo nuevo a su proyecto respecto a 2015. Es más, ha perdido bastantes. En su despedida como alcaldesa, en la noche electoral, en un tweet envió “500.000 gracias”; se refería a sus votantes. No gracias a todos los madrileños, solo a sus votantes.

La acción de Gobierno se centró en su público, ni siquiera en sus electores. Los distritos del sur no han votado con la energía de 2015 a esta opción de izquierdas, porque se sintieron abandonados. El proyecto estrella de Madrid Central está dirigido a las élites intelectuales y sociales de izquierdas que viven en el centro, un colectivo del que procede buena parte del entorno del equipo de Gobierno. Lo mismo sucede con los carriles bici, mucho más escasos de lo que se prometió. Carmena se centraba en su grupo y dejaba de lado a colectivos del día a día de Madrid: conductores, comerciantes, usuarios del autobús (más afectados por los atascos que los mismos conductores), la cultura no underground, empresarios, constructores, ciudadanos preocupados por la falta de limpieza en las calles, los manteros…

El presidente de una centenaria institución que trabaja habitualmente con el Ayuntamiento explicaba a mitad de mandato que “Carmena está encantada con su papel de alcaldesa. Va con una libreta por ahí y una asistente y va apuntando lo que le va diciendo la gente. Lo que sea. Dice que se lo arreglará. No es forma de gestionar”. “Lo mejor es que el equipo de gobierno lo decidiéramos entre nosotros”, llegó a decir, como si se tratara de un asunto para hablar entre su grupo habitual mientras come unas magdalenas hechas por sí mismo.

Carmena además dejó claro que no iba a trabajar como concejala tras las elecciones. Que su único papel posible era el de alcaldesa, “porque es desde donde puedo aportar”, lo que fue leído por parte de la ciudadanía como una muestra más de cierto elitismo.

Una vez superado el efecto sorpresa, que la alcaldesa cocine en casa la comida de los invitados notables y visitas oficiales al Ayuntamiento de la capital de España no es percibido por los madrileños como una mejora de la gestión. Lo mismo ocurre con los coches oficiales. Los concejales de Podemos han tenido una relación de amor/odio con la flota de vehículos híbridos del Ayuntamiento.

Ahora Madrid, Carmena, no ganaron las elecciones de 2015. Las ganó Esperanza Aguirre y la coalición con el PSOE le dio la investidura por un concejal. Este domingo, la existencia de tres grupos de derechas le dio la inútil victoria a la aún alcaldesa. Porque ya no tiene un concejal más, sino dos concejales menos.

Y con esa derrota palmaria se acabaron cuatro años de errática gestión y de indigestión de una victoria inesperada en su momento.