El Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, ha expresado con firmeza su posición frente a los recientes comentarios de la Delegada del Gobierno, Adriana Lastra, quien criticó el «discurso profundamente político y ultraderechista» que, según ella, pronunció el prelado durante la última misa de Covadonga. El arzobispo ha dejado claro que en su homilía no pretende hacer «oposición política», sino hablar «del Evangelio» desde una «perspectiva evangélica y cristiana».
Sanz Montes ha sido enfático al afirmar que no permitirá que se le «marque la pauta» de lo que debe decir en la homilía del día de Covadonga. Considera que no es «inteligente» ni «respetuoso» que se le indique «dónde, cómo y cuándo» debe pronunciarse. Según el arzobispo, cuando se habla «de la verdad, de la vida, de la familia», no se está abordando «cuestiones políticas», sino temas fundamentales desde su visión cristiana.
Una Relación Tensa y Desafiante
La tensión entre el arzobispo y la Delegada del Gobierno se ha hecho evidente en los últimos días, después de que Lastra criticara el discurso del prelado. Sanz Montes ha asegurado que está esperando la llamada de Lastra para poder «hablar correctamente» sobre el asunto. Además, ha expresado su esperanza de que la Delegada asista a la misa del día de Asturias, ya que «sentiría» si finalmente no lo hiciera.
En cuanto a las acusaciones de «machismo», el arzobispo ha negado rotundamente ser «machista» y ha lamentado «el acoso y derribo que durante siglos ha sufrido la mujer». Sin embargo, también ha criticado al «feminismo que cae en la misma trampa», argumentando que ambos extremos impiden «una complementaria relación respetuosa del hombre y la mujer».
Una Disputa Que Trasciende lo Político
Esta polémica entre el Arzobispo de Oviedo y la Delegada del Gobierno trasciende las fronteras de la política y se adentra en un debate más profundo sobre la relación entre la Iglesia y el Estado, la libertad de expresión religiosa y la interpretación de temas morales y sociales desde diferentes perspectivas.
El arzobispo ha sido claro en su posición: no permitirá que se le imponga un discurso o que se le acuse de hacer «oposición política» cuando en realidad está hablando «del Evangelio» y de cuestiones que, desde su punto de vista, no son políticas. Por su parte, la Delegada del Gobierno ha expresado su preocupación por el tono y el contenido de las declaraciones del prelado, considerándolas como una injerencia en el ámbito político.
Esta disputa pone de manifiesto la necesidad de encontrar un delicado equilibrio entre la libertad de expresión religiosa y el respeto a la diversidad de opiniones en una sociedad democrática. Será fundamental que ambas partes puedan dialogar de manera constructiva, buscando puntos de encuentro y reconociendo la legitimidad de sus respectivas posiciones, siempre en aras de fomentar un clima de respeto y entendimiento mutuo.