Desde el gobierno de EE.UU. de Joe Biden, recientemente, anunciaron nuevas medidas de aranceles para una serie de productos de origen de China, lo que podría señalar una nueva fase en la ya prolongada disputa comercial entre ambos países.
Los nuevos aranceles, que aumentan significativamente las barreras a productos tecnológicos y de alta relevancia industrial, reflejan una respuesta a las crecientes preocupaciones económicas y estratégicas de Estados Unidos.
Los aranceles destacan por su magnitud. Las barreras a las baterías de vehículos eléctricos se elevarán del 7.5% al 25%, lo que también afectará a ciertos minerales críticos importados desde China.
Además, los aranceles sobre acero y aluminio subirán al 25%, mientras que los paneles solares y los semiconductores verán un incremento del 25% al 50%. Los vehículos eléctricos, en particular, enfrentarán un arancel del 102.5%.
Para poner estos números en perspectiva, el arancel promedio que Estados Unidos aplica a productos industriales es del 3.3%, y Argentina, conocida por su alto proteccionismo, aplica un máximo del 35% a los automóviles.
¿Por qué EE.UU., con niveles de protección arancelaria relativamente bajos, adopta medidas de esta magnitud? Una razón principal es el rápido avance de China en sectores tecnológicos clave, que preocupa a muchos países occidentales.
Un estudio del Rhodium Group destacó el dominio de los fabricantes chinos en los mercados de vehículos eléctricos europeos, con empresas como BYD ofreciendo productos de alta calidad a precios competitivos. Los nuevos aranceles estadounidenses, más del doble de los sugeridos para Europa, buscan frenar esta competencia.
Internamente, el impacto del ascenso de China en la distribución del ingreso y el empleo en EE.UU. y Europa ha sido significativo. El economista Paul Krugman ha señalado cómo la importación de manufacturas chinas ha contribuido al aumento de la desigualdad y las asimetrías territoriales.
1Respuesta de EE.UU. a China
En respuesta, la administración Biden ha implementado políticas de reindustrialización, como la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley de Ciencia y Chips, que fomentan la producción nacional en sectores estratégicos.
Los nuevos aranceles complementan estas políticas, enfocándose en productos que hoy tienen poco peso en las importaciones desde China, pero que representan una competencia futura significativa.
Además, la estructura económica interna de China, con una alta proporción de inversión en relación con el consumo, ha generado desequilibrios globales.
Economistas como Michael Pettis y Matthew Klein han argumentado que la sobreproducción china, en ausencia de un aumento proporcional del consumo, obliga al país a buscar mercados exteriores, lo que presiona a las economías importadoras, como la de Estados Unidos, que registró un déficit comercial de 770 mil millones de dólares en 2023.
Finalmente, la reindustrialización es vista como una necesidad estratégica en el contexto de la creciente competencia sistémica entre China y Estados Unidos.
Las capacidades industriales tienen una función dual, civil y militar, y son cruciales en caso de conflicto. La legislación estadounidense permite al gobierno dirigir la producción de las empresas en tiempos de necesidad extrema, algo inviable si la producción está localizada en el extranjero.
Sin embargo, estas medidas de protección podrían tener efectos negativos. El riesgo es que, sin la competencia extranjera, las empresas estadounidenses pierdan incentivos para innovar, bajar precios y aumentar su productividad, afectando su competitividad global y capacidad exportadora.
En resumen, las nuevas medidas de Estados Unidos reflejan una compleja mezcla de preocupaciones económicas, estratégicas y políticas internas, marcando una nueva etapa en la relación comercial con China.