El coronavirus y la distancia social que debemos mantener para evitar al máximo la posibilidad de contagio nos ha robado mucho. ¿Se puede ser feliz sin tocarnos? Esa es la pregunta que ronda en la mente de los neurólogos, que afirman que somos seres sociales por naturaleza y que, sobre todo en España, estamos muy acostumbrados al contacto físico.
Nuestros saludos pasan por darnos dos besos o tomarnos de las manos. Sin embargo, en la nueva normalidad, lo hemos reducido a un pequeño golpe con el codo, algo a lo que cuesta acostumbrarse. Esta es una de las cosas que más estamos echando de menos. Sí, ya podemos estar con nuestro familiares y amigos. No obstante, debemos mantenernos alejados de ellos lo máximo posible respetando ese metro y medio vital de distancia.
Pero, ¿es tan importante el contacto como pensamos? Descubre todo lo que nos estamos perdiendo por no poder tocarnos.
Estimulación a base de tocarnos piel con piel
En Estados Unidos existe un organismo dedicado en exclusiva a estudiar este hecho. Se llama Instituto del Tacto y, desde allí, afirman que, en el momento en el que tocamos la piel del otro, se estimulan una serie de sensores que tenemos debajo y consiguen trasladar un mensaje al nervio vago.
Cuando aumenta su actividad, decrece la tasa cardíaca y la presión sanguínea. Es decir, lanza una señales de relajación al cerebro. Otras hormonas, como el cortisol, muy relacionada con el estrés, también son capaces de disminuir. La programación del ser humano está hecha para tocarnos y sentirnos. De hecho, lo hacemos desde los primeros momentos de nuestra vida.
Así que, en resumen, parece que no podríamos ser tan felices sin contacto físico, pues se convierte en una necesidad. No hay más que ver cómo nos relajan los abrazos, que nos calman en situaciones en las que estamos desmoralizados. Además, también se ha demostrado que, gracias al contacto, podemos soportar mejor el dolor.
Tocarnos, algo presente desde el nacimiento
Desde que nacemos, incluso en los animales, nuestros padres se encargan de acariciarnos para hacernos sentir protegidos y cuidados. Para criarnos en los primeros momentos de nuestra vida, cuando no entendemos otro lenguaje, debemos tocarnos y mantener un contacto físico constante.
Esto lo convierte en una necesidad a nivel biológico y también de cuidado. El organismo de los seres humanos cuenta con varios mecanismos, como los neurotransmisores, que se encargan de convertir en una situación agradable todo aquello que es importante a nivel biológico.
Es tan importante que incluso existe un término para referirse a ello: el «hambre de piel». Esta se da por la necesidad de cariño y contacto que tenemos las personas desde el momento en que llegamos al mundo. Los bebés que fueron privados de este contacto, pueden tener tendencia, cuando son mayores, a padecer diversos tipos de trastornos psicológicos o psiquiátricos.
Cuando no nos tocamos, lo malo es peor
Entre los nuevos protocolos que debemos seguir para mantener alejado al virus de nosotros se encuentra uno de los que más nos cuesta: el de la distancia física. Durante un largo tiempo, parece que debemos dejar de tocarnos y estar tan cerca los uno de los otros. Esto, de hecho, tendrá unas consecuencias contra las que luchar es bastante complicado.
En los malos momentos, cuando está presente el dolor, la angustia o la rabia, lo pasaremos un poco peor que si nos pudiéramos reconfortar en los brazos de otra persona. Además, también nos será más difícil encontrar alivio, pues este contacto es uno de los pilares de nuestra salud mental.
Parece que ya hay estudios que dicen que el 30% de las personas podrían necesitar atención psicológica debido a la situación creada por la pandemia. También la Organización Mundial de la Salud ha advertido ya de los riesgos de esta falta de contacto, que nos aporta, de forma normal, confianza. En nuestra cultura, incluso un apretón de manos es importante, pues así nos saludamos incluso con un enemigo, mostrando una ofrenda de paz.
Los grupos más vulnerables
Existen terapias grupales en una gran cantidad de ramas para que, gracias al contacto, las personas nos unamos y nos sintamos mejor. Equipos de trabajo que no se llevan demasiado bien en la oficina, pueden incluso firmar una tregua y pasarlo bien si hacen algo en común.
Ahora esto se nos está restringiendo y, para los grupos más vulnerables, será todavía peor. En este grupo destacan, sobre todo, las personas solas. Esta ausencia total de contacto, incluso cuando se encuentran con alguien, podría contribuir a acrecentar ese sentimiento de soledad en ellas.
Por parte de los médicos especialistas, siempre ha habido el mismo consejo. Cuando somos personas que viven solas, debemos potenciar al máximo las relaciones afectivas y sociales. Ahora, si no podemos hacerlo, ¿cómo sentirnos mejor con nuestra situación?
Soluciones al conflicto de no poder tocarnos
Si no podemos tocarnos, no debemos tampoco darlo todo por perdido. Existen algunas técnicas de autorregulación a través de las que podemos despertar en nuestro organismo una sensación muy similar a la que tenemos cuando nos dan un abrazo. Es muy efectivo, cuando tenemos unas situación de estrés por delante, el saber calmarnos.
Lo podemos hacer a través de la respiración consciente, muy efectiva en la meditación, sentándonos y tragando saliva de forma pausada. Esto hará que nos calmemos cuando no podamos más. De hecho, son trucos que debemos aprender de forma masiva y en poco tiempo para que nuestra salud mental no se vea afectada a causa de la distancia social.
Además, hemos visto cómo hemos sido capaces de suplir una parte de esa distancia durante el confinamiento gracias a la tecnología. La hemos puesto de nuestra parte y hemos sido capaces de seguir manteniendo el contacto gracias a las videollamadas. Cuando vemos una foto o un vídeo de otra persona por la que sentimos afecto, se despiertan las mismas zonas de nuestro cerebro que se ponen en marcha cuando la tenemos delante.
Pongamos la comunicación a nuestro servicio
Si hay algo que debemos hacer, es poner en práctica la comunicación, tanto verbal como no verbal. Es decir, sacar nuestro lado más sociable. Lo podemos hacer con pequeños gestos, como una sonrisa, hablando con un vecino o conocido algo más que antes o manteniendo largas charlas por teléfono o por vídeo.
Estos pequeños detalles contribuirán a marcar la diferencia. Es cierto que, por no poder tocarnos, nos estamos perdiendo muchas cosas a las que, además, estamos muy acostumbrados. Sin embargo, debemos pensar que tenemos muchas otras herramientas que podemos poner a nuestro servicio para sobrellevarlo lo mejor que podamos el tiempo que dure la situación.
Gracias a todos estos gestos, nuestro cerebro será capaz de afrontar lo que estamos viviendo con una salud mucho más fuerte. En el caso de los niños, por ejemplo, será un poco más complicado. Si esto dura demasiado, los estaremos animando a no tocar, no mantener contacto, etc. Esto podrá repercutir y que sean menos empáticos y con más problemas para relacionarse. No obstante, es algo que se podrá solucionar a largo plazo si ponemos de nuestra parte.