La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha llamado este lunes a promover la defensa de la vida en el trabajo y ha recordado que «no son números, son personas», con motivo del Día Internacional de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, que se celebra este domingo 28 de abril.
Así se desprende del comunicado firmado por el obispo responsable de la Pastoral del Trabajo, Abilio Martínez Varea, y el director de este departamento, Antonio Javier Aranda López. En concreto, hacen un llamamiento para promover la defensa de la vida en el trabajo.
En el comunicado, que tiene como título ‘Comprometidos por la defensa de la vida en el trabajo, nos sentimos llamados a acompañar a las víctimas’, recuerdan que cada día, entre dos y tres personas mueren como consecuencia de la siniestralidad laboral. En todo caso, reconocen que en 2023 se ha experimentado un descenso de estas cifras, pero que «sigue resultando aterradora la cifra de 721 personas que perdieron la vida a causa de su trabajo».
Igualmente, precisan que, más allá de las estadísticas, les preocupa «la extensión tan amplia de la falta de salud laboral y, sobre todo, las devastadoras consecuencias que ésta tiene en la vida de las personas trabajadoras y sus familias».
En este sentido, añade que los números ayudan a apreciar «la magnitud del problema» al que se enfrenta la sociedad y piden no olvidar que se habla «de personas, de seres únicos». «Cuando nos acercarnos a la víctima de un accidente laboral lo primero que nos recuerda es el dolor y la soledad con la que se tienen que enfrentar a esta situación y nos hace constatar la tragedia personal y familiar que hay detrás de cada accidente», explican.
PIDEN IDENTIFICAR SUS CAUSAS Y EMPEÑARSE EN ELIMINARLAS
Asimismo, recalcan que «el cuidado de la vida humana pasa por erradicar esta tragedia, por identificar sus causas profundas y empeñarse en eliminarlas desde todos los ángulos posibles».
Finalmente, también recuerdan que hay personas que sufren secuelas físicas y psíquicas que les acompañarán ya toda su vida, como familias que se rompen tras la pérdida de uno de sus miembros, o el golpe repentino de una discapacidad «por el sufrimiento de un mal sobrevenido en sus vidas por el simple hecho de salir a la calle cada mañana a ganarse la vida».