En un mundo donde el auge de las comodidades ha marcado un aumento en la disponibilidad de alimentos listos para consumir, no es sorpresa que nos encontremos en medio de una epidemia ultraprocesada. Este fenómeno, donde los productos alimenticios han sido modificados hasta el punto de perder sus propiedades nutricionales naturales, plantea una serie de interrogantes sobre lo que realmente hay en nuestro plato.
Por tanto, en la medida en que estos productos invaden nuestros supermercados y, por ende, nuestras dietas, es crucial indagar y dar a conocer qué es lo que estamos ingiriendo y cuáles podrían ser las consecuencias para nuestra salud.
1UN VISTAZO A LOS ULTRAPROCESADOS: ¿QUÉ SON?
Cada vez es más común encontrar en los estantes de cualquier tienda alimentos que, lejos de ser productos frescos o mínimamente procesados, son el resultado de extensas cadenas de producción industrial. Los alimentos ultraprocesados son aquellos que han sido sometidos a procesos tales como la extracción, refinamiento, y adición de sustancias no comúnmente usadas en la cocina. A menudo contienen altos niveles de azúcares añadidos, sal, grasas, así como aditivos como conservantes, colorantes y potenciadores del sabor. El primer fragmento a considerar es la transformación de la materia prima original, que muchas veces queda irreconocible al final del proceso.
En segundo lugar, la presencia de aditivos en estos productos es una de las mayores preocupaciones. Estos componentes están diseñados para mejorar el sabor, apariencia y durabilidad del producto, pero podrían tener efectos adversos para la salud. Estudios científicos han apuntado a ciertas correlaciones entre el consumo de aditivos y problemas de salud, aunque la causalidad directa muchas veces es difícil de establecer.
El marketing es un aspecto clave en la proliferación de estos productos, con técnicas de publicidad que destacan colores llamativos y sabores intensos, muchas veces dirigidos al público infantil. Esta comercialización masiva y efectiva contribuye significativamente a su consumo en la población. Por último, el bajo coste de muchos de estos productos los convierte en opciones atractivas para el consumidor, sin tener en cuenta los costes a largo plazo para la salud.