En el corazón de la tradición gastronómica de Asturias, se esconde un dulce cuyo sabor ha traspasado generaciones: el carbayón. Con su textura hojaldrada y relleno único de almendra, forman parte del acervo cultural de Oviedo, presentándose como un auténtico símbolo de la identidad local. Acompáñenme en este viaje a través del sabor y la historia para descubrir la receta verdadera de los carbayones más irresistibles.
1UN VIAJE A LA HISTORIA DEL CARBAYÓN
Nuestro viaje comienza en los primeros años del siglo XX, periodo en el que el carbayón hizo su primera aparición oficial en el mapa culinario. La Confitería Camilo de Blas, fundada en 1914 en Oviedo, es el reputado lugar de nacimiento de esta dulce tradición. Se dice que estos pasteles fueron creados como homenaje a los ciudadanos de Oviedo, conocidos coloquialmente como ‘carbayones’, nombre que surge de un emblemático roble (carbayu en asturiano) situado en la región. La receta original, celosamente guardada por los confiteros de la ciudad, ha tenido adaptaciones a lo largo del tiempo, aún así, el sabor característico del relleno almendrado permanece inmutable como sello de autenticidad.
Este pastel de hojaldre es reconocible por una capa dorada y crujiente que ya desde su color nos habla del cuidado puesto en su horneado. Pero lo que realmente distingue al carbayón es su corazón: un relleno elaborado a partir de una pasta de almendras, azúcar, yema de huevo y un toque alcohólico, habitualmente de sidra o coñac, culminando con una capa de glaseado dulce que rinde a cualquier paladar. La celebridad del carbayón ha trascendido las fronteras provinciales, convirtiendo esta obra maestra pastelera en parte del patrimonio dulce de España.