Podemos ha cumplido diez años de vida y uno de los mayores conocedores del espacio que la formación morada hoy comparte con Sumar es el escritor Daniel Bernabé, colaborador de medios como la Cadena SER, El País o Infolibre. El autor de ‘La trampa de la diversidad’ o ‘Todo empieza en septiembre’ atiende a MONCLOA.com:
PREGUNTA (P). ¿Cómo recuerdas la puesta en marcha de Podemos?
RESPUESTA (R). Cubrí la presentación del proyecto en el Teatro del Barrio. Podemos en aquel momento intentaba canalizar electoralmente el interés que despertó la política en la gente joven a raíz del 15M y lo logró, pese a que en ese tiempo hubo otras muchas otras fuerzas que lo intentaron. Algunas fructificaron, principalmente a nivel municipal, y la mayoría naufragaron.
(P). ¿Qué balance haces de la primera década del partido?
Hay que distinguir en tres etapas de Podemos en estos diez años. La populista, en la que tuvo unos resultados muy exitosos que respondían al signo de los tiempos y a la utilización de los medios de comunicación, que a su vez buscaban audiencia y blanquearse. Creo que en esa fase en el partido solo estaban obsesionados con tocar poder y se desatendió la organización territorial.
En la segunda se entró en una fase eurocomunista con la que empaticé. Podemos buscó los postulados de la izquierda clásica y Pablo Iglesias leía la Constitución en los debates electorales. En aquel momento, Iglesias apostó por coaligarse con otras fuerzas de la izquierda y se apoyó en sus postulados en el conflicto interno con Íñigo Errejón.
En 2021, con la salida de Iglesias del Gobierno, se entra en una tercera fase en la que su fundador apuesta por la agitación y el conflicto desde un campo mediático. Creo que esta etapa les ha llevado a malas decisiones.
Cabe recordar que hace casi tres años se le encomienda a Yolanda Díaz la tarea de unir a las izquierdas tras las infinitas escisiones que había sufrido Podemos. Es cierto que Díaz podría haberlo hecho mucho mejor, con más mano izquierda hacia Podemos. Pero creo que Iglesias no entendió que debía dejarle su espacio.
(P). ¿Cuál crees que es el punto de inflexión?
(R). En las elecciones andaluzas intentaron dar de lado a IU y, sin quererlo, se hicieron daño. Podemos, últimamente, se ha convertido en algo muy disruptivo, muy ligado con el conflicto y al que casi ningún partido se le quiere acercar.
(P). Podemos ha sido víctima de salvajes campañas mediáticas. Pere Rusiñol hace unos días denunciaba la burbuja mediática creada en Madrid al calor de la publicidad institucional de las administraciones regidas por el PP.
(R). Madrid siempre ha tenido su gravedad propia, no como ciudad, ya que sus habitantes tienen sus propio problemas. Pero sí con sus élites. Ahora mismo se está creando una especulación gigantesca en materia de medios de comunicación mediante cabeceras que no viven de sus lectores, sino de las ‘subvenciones’.
Y la única misión de la mayoría de estos medios es servir en primera línea de fuego contra el Gobierno. La intención es sabotear el debate público. Me gustaría saber qué piensa realmente Alberto Núñez Feijóo, porque da la impresión que varias cabeceras madrileñas condicionan su acción política.
En definitiva, creo que hay una minoría con mucho dinero y poder que está radicada en Núñez de Balboa y que quiere imponer su voz a 47 millones de habitantes.
(P). ¿Cómo has vivido el salto de colaborar en medios ‘underground’ como La Marea a estar en la Cadena SER o en El País?
(R). Sigo siendo un escritor independiente. Un autónomo, con todo lo que esto implica. He tenido suerte porque Pepa Bueno confió en mí y Aimar Bretos ha hecho lo propio. En realidad, creo que este paso es fruto, entre otros asuntos, de los cambios que se produjeron en España en el quinquenio del cambio (2010-2015). España ha cambiado pese a la ola reaccionaria que surgió en 2017.
Daniel Bernabé triunfó en las librerías con ‘La trampa de la diversidad’
(P). En 2018 lanzas ‘La trampa de la diversidad’, en el que denuncias la fijación de cierta izquierda por banderas sectoriales en vez de reivindicar la lucha de clases.
(R): Creo que la lucha de clases está más viva que nunca, pesa que estos términos suenan muy antiguos. Cuando los fondos de inversión atenazan a los gobiernos es lucha de clases. Pero gran parte de la clase trabajadora no está organizada y apoya en muchos casos reivindicaciones individuales en vez de colectivas. O algunos solo apuestan por materias culturales o luchas civiles en vez de plantear luchas laborales.
(P). ¿Sumar es muy ‘trampa de la diversidad’?
Creo que Yolanda Díaz desplegó políticas muy interesantes entre 2020 y 2022, aplicando cuestiones interesantes que no se habían ejecutado durante décadas y, además, lo hizo con éxito pese al catastrofismo profetizado por el neoliberalismo.
Es cierto que Sumar ahora no me toca emocionalmente y no estoy especialmente ni vinculado ni representado. Me siento huérfano políticamente y tengo que decir que Pedro Sánchez, con lo conseguido en los últimos tiempos, se ha ganado mi respeto al llevar al PSOE a un camino interesante.
Sigue siendo un anatema en la izquierda española hablar bien del PSOE, quizá porque enseguida te tachan de vendido al poder. Pero Sánchez está aplicando políticas que no se veían en Europa desde los tiempos de Lionel Jospin en Francia o Syriza en Grecia.
El Gobierno ha logrado resultados muy notables y España puede convertirse en faro progresista a nivel global, emulando lo que supuso Margaret Thatcher hizo en los años ochenta en el campo conservador.
Se puede una oportunidad de oro al no dar valor a lo que está ocurriendo en España.
(P). Veo dos movimientos en la izquierda transformadora, quizá agotada por la guerra Sumar-Podemos: la buena valoración del PSOE y, en el norte, el acercamiento hacia fuerzas independentistas: ERC, EH Bildu, BNG…
(R). La gente vuelve a lo seguro, a la tradición. Podemos no se asentó en los territorios y el espacio se convirtió en una sopa de siglas inasumible de gestionar o ingobernable. Pese a lo cual, hay que reconocer la labor del partido: en 2020 todo el mundo pronosticaba que iba a conformarse a nivel estatal una coalición efímera como las que firmaban PSOE e IU, que en Andalucía duraban dos años por el giro conservador socialista o por problemas de la propia IU al entrar en políticas reales y en contradicciones.
Y, sin embargo, aguantaron toda la legislatura aplicando políticas transformadoras.
(P). Por último, ¿cómo se ha acogido tu primera novela, ‘Todo empieza en septiembre’?
Es un thriller político que edité hace un año. La novela versa sobre la adulteración de un proceso electoral por parte de la ultraderecha y este pasado verano, en España, se realizaron algunos guiños involuntarios a la obra con todas aquellas mentiras sobre los pucherazos de Correos o el sabotaje a las líneas de AVE para que parte de la ciudadanía no votase.
El libro no ha sido acogido por gente de izquierdas como yo esperaba. Quizá no han visto la oportunidad que se abría con una novela que contenía una denuncia sobre un juez corrupto, un capo de los medios o las cloacas policiales.
Incluso algunos me han afeado que lo editara Planeta. Es una pena la miopía que existe en ciertos sectores progresistas.