Uno de los grandes perdedores de estas elecciones generales ha sido el partido de Abascal. La perdida de escaños que auguraban las encuestas se alejaron de los resultados reales en cuanto a la posición de Pedro Sánchez, pero sí acertaron en cuanto a los apoyos que obtendría Vox. A pesar de que el partido de Abascal ha conseguido mantenerse en la tercera posición, a expensas de si el voto en el extranjero produce el sorpasso que tanto esperan los de Sumar, la realidad electoral de Vox es que no ha conseguido su objetivo de fidelizar a sus votantes y ha pasado de 52 diputados a 33. Estos resultados se acercan más a la historia política de Ciudadanos que a la de un partido indispensable para conformar un gobierno que «derrote al sanchismo».
Santiago Abascal ha intentado venderse como la derecha de la derecha, como una opción necesaria para el Partido Popular y ha centrado todos sus esfuerzos en colocarse como el principal socio del partido de Núñez-Feijoo para gobernar, a pesar de que este tuviera que apoyarse en la esperanza de la mayoría absoluta para no responder a las preguntas de su posible pacto nacional con Vox. Sin embargo, después de los resultados del 23 de julio, no solo ha constatado la perdida de fuerza de los de Abascal, quienes se han derrumbado en lugares tan claves para sus apoyos como es Castilla y León al pasar de los 6 escaños a tan solo 1, sino que también pronostica el fin de la era de Santiago Abascal.
Desde el interior del partido, el hecho de no haberse convertido en una pieza clave para dar el giro prometido al Gobierno de España ha significado que la idea de un cambio de líder comience a tomar fuerza entre las filas. Como ya le pasó a Albert Rivera, Santiago Abascal está comenzando a sufrir las consecuencias de su caída, y ya desde dentro de Vox, según fuentes internas, la idea de buscar un nuevo representante está enfrentando más a las dos corrientes que existen en el seno de esta formación: el ala liberal ligado con Espinosa de Los Monteros y el ala «falangista» de Jorge Buxadé. Ambas vertientes de Vox han sabido convivir gracias a un líder que se ha posicionado en medio de ambas para «coger» de cada una lo que más le favorecía. Sin embargo, desde en interior de partido se plantea la cuestión de cual de las dos corrientes podría ganar si se releva al equidistante Abascal.
Vox mira hacia el liberalismo económico para abandonar al nicho de Buxadé
El resultado del partido de ultraderecha ha sido en el único que las encuentras se han puesto de acuerdo para acertar. La pérdida de 19 diputados era una cuestión que ya barajaban todas las investigaciones a la hora de medir la intención de voto, por lo que su caída era un hecho claro ante el que el partido de Abascal no ha querido hacer autocrítica. A pesar de estos datos, Vox ha mantenido la misma estrategia con la que obtuvo los 52 escaños en 2019, apoyándose en su entrada a los gobiernos autonómicos y municipales tras los resultados de mayo de 2023. Así, ha dejado que la rama nacionalista y ultra católica liderada por Buxadé copara una parte muy relevante de su imagen como opción política.
Sin embargo, esta vertiente «falangista» no ha conseguido que Vox obtenga los resultados esperados en las elecciones generales, a pesar de que ya lo acontecían los estudios cuantitativos. Por eso, tras saber que se han confirmado las malas predicciones, la corriente más cercana a Espinosa de los Monteros ha comenzado a «afilar los cuchillos». Según fuentes internas, Buxadé está comenzando a ser protegido por sus fieles, mientras que los ultra liberales se hacen fuertes dentro de un partido en el que ambas vertientes conviven pero no coinciden, y que se han estado medidas por un presidente cuya posición comienza a ser cuestionable.
Abascal transita la senda que ya marcó Ciudadanos
Por muy alejados que puedan estar Santiago Abascal y Albert Ribera a nivel político, sus carreras en el Parlamento se parecen más de lo que a ellos mismos les gustaría. Ya en los primeros comicios generales de 2019, mientras que Vox conseguía posicionarse como quinta fuerza parlamentaria, Ciudadanos conseguía ser la tercera formación más votada al conseguir 57 diputados y 4.155.665 de votos. Sin embargo, en menos de un año, el partido que Rivera pasó a ser una alternativa a la derecha del PP a perder 47 escaños en las siguientes elecciones del 10 de noviembre.
Es en esta caída de Rivera donde Abascal le arrebata el puesto como tercera fuerza y Albert comunica su dimisión un día después de conocer los resultados del 10N. Menos de cuatro años después, en los que Vox ha utilizado su presencia política para recurrir más de 40 medidas al Tribunal Constitucional y encabezar dos mociones de censura, el partido de Abascal no solo no ha conseguido subir «al siguiente nivel» político, sino que ha perdido el derecho a estas herramientas que le otorgaba el hecho de tener más de 50 escaños en el Congreso. Por eso, en Vox ya se plantea en fin de una era y no es la del partido, sino, según fuentes internas, es la de Abascal.