Astaná se ha construido desde hace siglos y aún siguen las grúas con su vaivén. La capital de Kazakhstán mira hacia el futuro, con unos sólidos cimientos y un lema –ley y orden-, y al mismo tiempo, la conocida como la Dubái de Asia Central trata de ser también el epicentro económico y político de toda la región, no sólo del país.
Astaná celebra ahora 25 años como capital de un país independiente de Rusia. Durante el tiempo de la URSS, la capital se situó en Almaty, y con Nursultán Nazarbáyev se trasladó a la actual. La ciudad, situada en el corazón del país, se ha transformado y modernizado hasta el punto de poder quitarse el estigma de ser uno de los países que terminan en ‘stán’ -tierra de-.
Un perfecto desconocido creería que Astaná es un sitio rodeado de desierto, sin vegetación ni fauna alguna, árido, rudo y con el peligro acechando en cada esquina. Las advertencias de amigos y familiares, quienes jamás lo han pisado, se sucedían antes de un reciente viaje de MONCLOA y MERCA2 a esas tierras con motivo del Foro Internacional de Astaná. Los casi 7.000 km de distancia que separan Madrid de la capital kazaja son demasiada separación como para hablar de oídas.
ASTANÁ SE CONTAGIA DE SERENIDAD Y LA CONVICCIÓN DE SER UN REFERENTE MUNDIAL
La ciudad contagia su serenidad, sus grandes avenidas y las risas del interior de centros comerciales, tiendas y bares. Los kazajos son mayoritarios en esta ciudad, nutrida también por otros países asiáticos y rusos, también hay descendientes de alemanes. Una mezcla con orden y concierto, donde impera la amabilidad, la educación y el buen hacer.
El Gobierno de Kassym-Jomart Tokayev se ha propuesto continuar la transformación de Astaná, una capital convertida como el símbolo de toda una nación y al mismo tiempo espejo del resto de las ciudades del país. El Ejecutivo kazajo busca darle el empuje económico y político para ser un referente a nivel internacional, con la vista puesta en convertirse en un actor principal en cuanto a las relaciones diplomáticas y actuar como un árbitro.
En comparación, el Gobierno de Astaná es muy similar a Pier Luigi Colina, el árbitro que se ganó el respeto tanto dentro como fuera de los terrenos de fútbol, llegando a tener un mayor protagonismo que las propias estrellas. Tokayev trata de jugar ese papel, crucial en cualquier contienda, como la ocurrida con Rusia en Ucrania. El líder Kazajo no reconoce como rusas las zonas ucranianas invadidas y al mismo tiempo se postula como un territorio para negociar una solución al conflicto.
EL PAPEL DE ASTANÁ, CRUCIAL PARA ASIA CENTRAL
El papel de Kazakhstán desde Astaná es crucial, más cuando se trata de un socio fiable de la UE, con estrechos lazos con España a nivel político. Además, desde la capital kazaja se ha pedido en reiteradas ocasiones modificar el Consejo de Seguridad de la ONU, como ha pedido también el presidente de la organización, António Guterres.
El líder Kazajo no reconoce como rusas las zonas ucranianas invadidas
Kazakhstán busca así la vía para convertirse en la sede oficial de la diplomacia mundial, donde se discutan los temas más relevantes, para construir un futuro mejor desde el centro de Asia. El país no es de dobles sentidos, pero sí de saber leer perfectamente entre líneas. Como cuando el árbitro advierte a un jugador por última vez, pero tampoco duda en sacar la tarjeta amarilla o la roja cuando toca. Hay diálogo, pero también firmeza en las decisiones, al más puro estilo Colina.
En este cuarto de siglo, Astaná ha preparado su futuro, como si fuera el alimento del alma de un joven kazajo. Fuerte, en construcción y cimientos sólidos, con vecinos temibles, como Rusia y China, pero al mismo tiempo contenidos debido a la forja de la diplomacia, el entendimiento y el diálogo que se profesan en el corazón de Asia Central. Quizá por eso tenga su oportunidad, su momento, como el de un joven que espera su momento y cree que éste ha llegado. El ímpeto, la valentía, la firmeza y templanza se apoderan de la misma, como el corazón de un antiguo guerrero de Gengis Khan y la sabiduría de quien sabe esperar sin ceder lo conseguido.
ASTANÁ, DE LA CONQUISTA DE GENGIS KHAN A LÍDER EN EL DIÁLOGO
Esta seguridad con la que trabaja el Gobierno de Astaná se traslada con la misma fuerza a sus calles. La capital no sólo es segura, sin atisbo de pobreza ni una desigualdad manifiesta entre las clases sociales. No existen asentamientos ni tampoco sin techo. Los grandes edificios destinados a las oficinas esconden las zonas residenciales de las familias, mayoritariamente suníes, la rama moderada de los musulmanes.
En esas calles hay espacio para el deporte, con grandes jaulas para evitar que los balones rompan las ventanas colindantes; para el paseo, y el descanso con grandes bancos de madera. Todo ello en áreas de cemento, como se jugaba en la España de los 80, esos campos que rascaban la rodilla cuando había un derribo o un traspiés.
Debido al clima, los más peques disfrutan de guarderías subterráneas, escondidas en lo que parecen búnkers de otro tiempo. En ellas pintan, juegan al ajedrez o continúan aprendiendo matemáticas. El motivo es sencillo. A menos 40 grados en invierno hay que resguardarse del frío y a 36 grados en pleno mes de junio tampoco apetece danzar por la calle. En la misma situación se encuentran algunos bares.
ASTANÁ, LA MEZCLA PERFECTA ENTRE TRADICIÓN Y MODERNIDAD
Esta es la visión de un occidental que se perdió por esas calles, en una madrugada ajetreada y recién aterrizado tras más de nueve horas de vuelo reales. Otros hubieran preferido buscar el colchón del hotel, pero Astaná no tiene tiempo para siestas en su camino del desarrollo y crecimiento.
Por ahora son 25 años y las diferencias son más que notables desde que se rompieron los lazos con la URSS. A buen seguro que le quedarán siglos por delante. En este día, Astaná cuenta con casi un millón de habitantes y la ciudad se prepara para contener varios millones, muchos la verán como invitados, otros tantos la levantarán con sus manos y su esfuerzo. El mundo ya la admira y contempla.
La tradición se mezcla con la modernidad, un matrimonio fértil, como lo son las familias que pasean a altas horas de la madrugada con sus pequeños para escapar del Sol abrasador de la mañana. Apenas se ven velos propios de la religión musulmana, y si los hay éstos son coloridos, como de un pañuelo típico de España de la época de los 60 y 80 se tratara. No hay código de vestimenta, cualquier atuendo es bienvenido, y no, no está bien visto fumar por las calles ni en las puertas de centros comerciales. Hay espacios habilitados para ello.
Astaná es una ciudad que descansa tras una jornada de trabajo, pero quienes permanecen en la calle respetan el descanso ajeno. La ciudad respira paz, pero abríguense si acuden a ella en invierno. El mercurio baja a menos 20 grados e incluso a 40 bajo cero. Es parte del clima de esta estepa.