El fenómeno de las personas sin hogar que viven en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid, mejor conocido como el aeropuerto de Barajas, no es nuevo. Durante la últimas dos décadas la cantidad de hombres y mujeres que se refugian en los pasillos del terminal aéreo más importante de España ha variado, pero durante los últimos meses, la crisis económica ha hecho que lleguen más que se han quedado en la calle.
El desempleo y la incapacidad de pagar una vivienda son las principales razones que dieron las personas sin hogar que utilizan el terminal aéreo para vivir. Algunos solo lo utilizan para pasar la noche, pero otros están permanentemente instalados allí, a la espera de que llegue alguna ayuda o simplemente a esperar que se les pase la vida.
Carlos (nombre ficticio) tiene dos meses durmiendo en el pasillo adyacente al baño de la primera planta del aeropuerto Adolfo Suárez, de Madrid, en Barjas. Allí tiene una esterilla para no tener que acostarse en el suelo, y un par de bolsas donde guarda sus pocas pertenencias. Es extremeño y desde 2018 viajó a Madrid para buscar trabajo en el área de la construcción, pero después de Filomena, en 2020, le tuvieron que amputar los dedos de los pies y ahora no puede trabajar. Ha estado vagando e intentando buscar apoyo en los refugios de la Cruz Roja, pero allí no le dan cabida por ser español.
Él es uno de los casi 100 (cifra que ofrecen los propios sin hogar) ciudadanos que duerme en el principal aeropuerto de España y que está a la espera de que algún organismo le dé la oportunidad de trabajar, de manera que pueda pagarse una habitación para vivir con Alí, un rumano con quien siempre está y que lo llama padre.
«Yo soy alcohólico. Yo no quiero dinero, lo que necesitamos es un trabajo, pero nadie nos quiere dar trabajo. Si tenemos trabajo podemos pagarnos un apartamento para vivir juntos, porque en los refugios el problema es que hay gente violenta, peleas y nosotros no queremos eso», expresó Alí a Moncloa.com.
Es invierno y en las afueras del aeropuerto hacen apenas 5 grados. Son las 10 am y la dinámica de la terminal aérea no se detiene. Gente que llega, gente que se va y gente que simplemente está allí, resguardándose del frío. La mayoría se ubican en las áreas más retiradas de los pasillos, donde el flujo de viajeros es casi nula. Algunos van ligeros de equipaje, otros tienen montones de bolsas y maletas que han acumulado en su estadía allí, que las utilizan como muros para cubrirse mientras duermen.
Normalmente son personas casi invisibles para los viajeros, que apenas pasan tiempo en la principal terminal aérea de, pero la realidad es que quienes trabajan allí están al tanto de una realidad que es ignorada por los cientos de miles de personas que entran y salen de Barajas cada semana. «Hay gente de muchas nacionalidades: españoles, rumanos, marroquíes, uruguayos, chilenos, colombianos y unos africanos. Algunos solo duermen y durante el día se van a Madrid a buscar chatarra y venderla; hay otros que se quedan por ahí para pedirle a la gente, con la excusa de que han perdido un vuelo y están los carteristas, que se provechan de los tumultos para robar a la gente», comentó Boris, un empleado de una compañía dedicada a forrar maletas.
La Policía Nacional que está en el aeropuerto asegura que no puede hacer nada, que se trata de un espacio público y que por lo tanto pueden estar allí el tiempo que deseen, mientras no provoquen ningún problema.
El lado oscuro de la historia
Los sin hogar del aeropuerto de Barjas están distribuidos en la T1 y la T4, que son los terminales que tienen el mayor flujo de pasajeros en la capital española. Los trabajadores advierten que en esta época hay pandillas en ambos terminales, que suelen tener rencillas entre ellos, por motivos de territorialidad, pues se disputan las áreas en las que pueden pedir dinero a los viajeros y las áreas en las que roban carteras.
«Hay un grupo de marroquíes que suelen venir a la T4, desde la T1, pero los que viven en la T4 se enfrentan a ellos, porque roban a los pasajeros y para evitar que la policía los saque, entre ellos arreglan los conflictos, pero a veces se ponen violentos», relató el trabajador del terminal aéreo.
Otro de los grandes conflictos es la cantidad de personas dependientes de las drogas que pernoctan en el aeropuerto. De a acuerdo con los testimonios de quienes trabajan en el lugar, son los que más problemas dan, porque algunos se ponen violentos y son los que más dinero piden a los viajeros, para poder comprar los estupefacientes.
Ante esta situación, las autoridades tampoco hacen nada, pues de acuerdo con lo que cuentan los trabajadores de la terminal, en muchas oportunidades al revisar a estas personas, no tienen las drogas encima y solo llevan moneda extranjera, que suelen cambiar en las propias casas de cambio que están en el aeropuerto.
Por tratarse de un espacio público, la principal terminal aérea de España y la puerta de Europa, se ha convertido prácticamente en tierra de nadie, pues si bien es cierto que hay muchos efectivos de seguridad privada y funcionarios de la Policía Nacional, la realidad es que el problema de los sin hogar no es de las prioridades, siempre y cuando no revistan una amenaza para los viajeros.
«A algunos les decimos los ‘ilegales’ y hemos tenido conflictos con ellos, porque nos quitan el trabajo. Ofrecen el servicio de embalaje de maletas a los viajeros, muchas veces por debajo del precio establecido en los locales autorizados y otras veces engañan a los turistas, que no saben el verdadero precio y les cobran más dinero. Desde hace un año, aproximadamente, hay algunos que se compraron un chaleco amarillo y que se hacen pasar por trabajadores del aeropuerto, pero en realidad son de esas personas que viven aquí y engañan a los pasajeros, para conseguir dinero», explicó el trabajador de uno de los establecimientos para forrar maletas que está ubicado en la cuarta planta del terminal aéreo.
De acuerdo con AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea), el control de la situación de estas personas que deciden vivir en los terminales aéreos del país, depende absolutamente de los ayuntamientos donde estén ubicado, por lo que son instalaciones públicas que no dependen de esta institución.