Los gurús expertos en todo vaticinaban que el bitcoin acabaría con el sistema financiero tal y como lo conocemos hasta ahora. Las grandes plataformas de intercambios de criptomonedas se pusieron de moda y los anuncios de futbolistas y cantantes animando a comprar la preciada moneda digital nos hacían sentir tantos a los que no contábamos con este preciado invento del siglo XXI. Nos decían que era una inversión segura, que en poco tiempo podríamos duplicar sino triplicar nuestra inversión inicial.
La realidad es que, a día de hoy, quien invirtió sus ahorros en él hace pocos meses ha visto reducido a un cuarto su patrimonio. Los fuegos artificiales se acabaron y la realidad se impuso: detrás del bitcoin no hay nada, solo propaganda y poco más.
A Feijóo se le aclamó por ser un gestor eficaz, por ser una garantía contra el sanchismo y por ser seguro que solo él podría gobernar España sin pactar con Vox. Y al igual que con el bitcoin se inició una campaña mediática que le aupó a la presidencia del Partido Popular tras los idus de febrero en la calle Génova que llevaron a la decapitación de Pablo Casado. No había español desde el centro a la derecha que no opinara que él era el mejor.
Pasaron los meses y los fuegos de artificio se acabaron. Del mismo modo que el bitcoin llegó a valer 65.000 dólares y hoy cotiza a tan solo 16.000, el líder mejor valorado por todos los españoles dejó de serlo según las encuestas. Y más grave aún: de tener que elegir entre Sánchez o Feijóo, la mayoría de los españoles elegiría al actual presidente.
El llamado efecto Feijóo se estancó y ahora el PP consigue en las encuestas el mismo número de diputados que el anterior presidente popular, Pablo Casado. Además, ya se da por descontado que Feijóo tendrá que pactar con Santiago Abascal a la fuerza y que la vicepresidencia del Gobierno de España pasará de un radical de izquierdas a un radical de derechas.
Sánchez no lo puede hacer peor y aún así la mayoría de cambio de derecha no logra seguir creciendo. Esto lleva a una simple pregunta: ¿Qué pasará si Sánchez decide pasar al ataque? ¿Si rompe con los morados, si hace una crisis de gobierno en la que los nuevos ministros sean reputados servidores públicos y si consigue apaciguar el fantasma de la inflación manteniendo el nivel de empleo? ¿O si los socios de VOX descubren el sabor de la cicuta en confesiones de financiación de su antigua diputada Macarena Olona? El Partido Popular ganará las elecciones, pero no podrá formar gobierno.
Este debate ya está en el seno del partido y los dos bloques que aspiran a sucederle se han armado: andaluces contra madrileños. Juanma Moreno y su mayoría absoluta e Isabel Díaz Ayuso y su imparable maquinaria mediática. Juanma solo tiene que esperar a que la fruta caiga madura. Ayuso sin embargo necesita acelerar porque si no consigue igualar la mayoría de Juanma, estará automáticamente descartada para conseguir suceder a Feijóo. Para conseguirla deberá huir de escándalos, de cribas y todo aquello que haga ruido porque cualquier escándalo no la hará perder, pero sí le quitará esos pocos escaños que le faltan para cumplir su sueño dorado. Si pensamos que todo se había visto ya en el Partido Popular, esto solo acaba de empezar.