Sectores del PSOE piden que se levante el tabú progresista sobre la inmigración

Tony Blair, Hillary Clinton y Matteo Renzi han sugerido en los últimos tiempos que la izquierda debe repensar su estrategia respecto a la inmigración, fenómeno con el que la extrema derecha ha salido de la irrelevancia para gobernar países como Estados Unidos, Brasil, Italia, Hungría, Polonia (y, próximamente, quizá Francia). 

La derecha liberal promueve la globalización mientras la derecha conservadora la quiere combatir a golpe de regulación, en muchos casos de forma inhumana. Y la izquierda se pone de perfil ‘buenista’ sin querer abordar algunas de las consecuencias de este asunto. 

Al progresismo nórdico no le tiembla el pulso a la hora de limitar la presencia de migrantes en sus países y dentro de la formación comunista Die Linke apareció el movimiento Aufstehen (‘En pie’), que pide endurecer las condiciones de entrada y estancia en el país teutón.

La cabeza que conjuga ideas izquierdistas y antiinmigración con mayor éxito en Europa es el filósofo italiano Diego Fusaro, que afirma que «la izquierda ha sustituido a Marx por la bandera arcoíris y unos derechos civiles sólo para ricos». El pensador rojipardo piensa que «si Dios, patria y familia son conceptos fascistas, entonces Platón era fascista». 

LA IZQUIERDA ESPAÑOLA Y LA INMIGRACIÓN

España como cruce de caminos católico goza de una gran sensibilidad hacia el fenómeno de la inmigración, carta que hasta ahora no había sido utilizado por el Partido Popular a excepción de algunos dirigentes sin peso orgánico (véase Xavier García Albiol).

La irrupción de Vox ha modificado la postura de los ‘populares’. Y ambas escuadras sumaron más del 80% de iniciativas sobre inmigración en el Congreso desde el 3 de diciembre de 2019 hasta el 30 de junio de 2021, tal y como señala un informe del ‘think tank’ Political Watch y la Fundación Por Causa.

La izquierda está incómoda con el tema migratorio, enraizado con la identidad, pero sectores del PSOE piden que se rompa el tabú. Es el caso del sociólogo Ignacio Urquizu, exdiputado ‘sanchista’ y actual alcalde de Alcañiz. 

El también parlamentario de Aragón ha compartido en sus redes sociales un reciente texto del politólogo Víctor Lapuente, que en eldiario.es asegura que «el problema de la inmigración ha beneficiado a la derecha radical en todo el mundo, pero las soluciones a la inmigración podrían favorecer a la izquierda moderada». Eso sí, «si es inteligente».

El colaborador de la SER explica que las formaciones progresistas y la derecha tradicional llevan años intentando esquivar «la palabra inmigración, o la integración social de la gente llegada de otros países, y sobre todo otras religiones, en cualquier asunto: de la segregación escolar a la igualdad de género, pasando por el mercado laboral o el abandono escolar».

Lapuente cree que esta postura tenía sentido porque se podía «estigmatizar a colectivos enteros aludiendo públicamente a lo que, en el bar, en el rellano de la escalera o en la salida del colegio, mucha gente habla, murmura. O no dice nada, pero se muda del barrio o saca a sus hijos e hijas de la escuela pública. Todos conocemos algún ejemplo, acompañado de la coletilla: ‘no soy racista, pero…’. Esta distancia entre las élites políticas de toda la vida y lo que piensan muchos ciudadanos quizás es una ficción. Pero, algunos datos parecen avalar que, como mínimo en algunos países, las preferencias del votante mediano y del representante político medio divergieron bastante durante bastante tiempo».

Sobre el auge de la extrema derecha escandinava explica que «en los barrios desconectados del resto de la sociedad –en paro, educación, pero también en vacunación contra la Covid– han provocado que la pacífica Suecia se haya convertido en una de las principales cunas (dentro de Occidente) de guerreros del Estado Islámico. Jóvenes criados, y en muchos casos nacidos, en el país más democrático del mundo (según muchos indicadores) y que sienten lealtad a la más intransigente de las ideologías teocrática».

SUECIA, PROBLEMA Y SOLUCIÓN

Lapuente también encuentra la solución en Suecia, donde ganó la socialdemocracia, que «presentó una batería de medidas para favorecer la integración que estaban en las antípodas de las de la derecha: eran propuestas, como mínimo avaladas por expertos, como invertir más recursos en colegios problemáticos, destinar más trabajadores sociales a determinados barrios (propuestas de los socialdemócratas) o construir viviendas públicas de alquiler en barrios acomodados para combatir la segregación (iniciativas de la izquierda alternativa). La sensación que daban es que, mientras la derecha gritaba contra los inmigrantes, la izquierda ofrecía soluciones. A corto plazo, el grito es más rentable. Pero, a la larga, la izquierda tiene un mejor arsenal para conectar de nuevo con el votante mediano».

Urquizu, al calor del texto, asegura que «si la izquierda no aborda esta cuestión, tiene un riesgo serio. En las sociedades más multiétnicas es más difícil hacer políticas redistributivas, como por ejemplo en EEUU. Por lo tanto, quienes defendemos el estado del bienestar, debemos ser serios con la inmigración».