Ciudadanos es un partido que no sabría del todo en qué punto situarse en el espectro ideológico. En el centro, sí, pero que se incline a la izquierda o a la derecha depende de las circunstancias. Y los últimos movimientos de su nueva lideresa, Inés Arrimadas, han acercado a la formación no al progresismo, sino al «sanchismo», que es una vertiente aún por definir que pasa por la resiliencia y por perdurar en el poder.
Arrimadas se arriesgó y puso toda la carne en el asador al apoyar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que se prolongara su deseado estado de alarma. Pero ahora, fuentes del PSOE indican que los socialistas han encarrilado las relaciones con los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Y eso puede suponer que Sánchez dé la patada a Arrimadas para echarse en brazos de los nacionalistas catalanes, claves para aprobar unos Presupuestos que den continuidad a la legislatura.
Desde Ciudadanos temen que el ridículo trascienda y que tras apuntalar la prórroga en la que tanto insiste el presidente, Sánchez vuelva a conformar la mayoría de la moción de censura y consiga, así, asegurar los presupuestos. Ciudadanos tiene solo diez diputados, mientras que ERC tiene 13. Pero la clave está no solo en que los independentistas republicanos tienen más escaños, sino que su apoyo no excluye el de otras fuerzas nacionalistas que le concederían la mayoría necesaria para apuntalarse en el poder durante los próximos años de legislatura amparado por unos presupuestos
De ser así, Arrimadas habría hecho un movimiento arriesgado para nada, porque si Sánchez se echa en brazos de los independentistas de nuevo, Arrimadas debería salir de ese endeble trato por la puerta de atrás por coherencia ideológica y por no acabar con la formación naranja deslizándose por el fango.
En Ciudadanos el malestar ya no es un fantasma que recorra la militancia y los puestos intermedios. Es público y notorio. Prueba de ello fue la dimisión de Juan Carlos Girauta o de la exparlamentaria Carina Mejías tan pronto como Arrimadas quiso acercarse a ese Sánchez que se habían hartado de criticar en la tribuna del Congreso de los Diputados todos los partidos conservadores, ya que entonces Ciudadanos lo era.
Sánchez tiene una visión a largo plazo. Sabe que una moción de censura contra él no prosperaría y sabe que los dos bloques que aspiran a gobernar dependen de los nacionalistas. Por eso su acercamiento a ERC, el partido independentista más proclive a conversar y a recibir ayudas a cambio de apoyos parlamentarios, es clave. Parece que las últimas conversaciones entre Sánchez y los independentistas republicanos han salido mejor de lo esperado y que incluso está sobre la mesa el poder renovar el estado de alarma con su apoyo. Eso sí, con concesiones.
De ser así, Arrimadas saldría por la puerta de atrás y habría ayudado a Sánchez a prolongar el estado de alarma para nada. Porque la presencia de ERC haría que el presidente del Gobierno se echara en sus brazos sin dudar. Esto, temen desde Ciudadanos, podría acabar de dar la puntilla al partido que lleva en caída libre desde que su expresidente Albert Rivera decidiera intentar ocupar el espacio electoral del PP. En abril consiguieron 57 escaños, en noviembre 10 y si sigue la tendencia, puede que acabe convirtiéndose en un partido residual que, comparado con otros regionales como el PNV, no tendrían ni por dónde empezar.