Pedro Sánchez está intentando utilizar el insólito bloqueo del Partido Popular a la renovación del Consejo General del Poder Judicial para caricaturizar a la formación de centro-derecha como una fuerza sectaria.
El Gobierno de España utilizará su política antisectaria en el mundo diplomático para desgastar a Alberto Núñez Feijóo, consciente de que el Ejecutivo ha colocado a los ‘populares’ Jorge Moragas, Alfonso Dastis, José Ramón García Hernández e Idelfonso Castro como embajadores de Tanzania, Italia, Noruega e Irlanda respectivamente.
MORAGAS SE MUESTRA FUERTE CON ALBARES
A final de año se cumplirá un lustro del adiós de Jorge Moragas a la política partidista. El diplomático catalán decidió salir de La Moncloa, este de verdad, a finales de 2017 con la intención de poner fin a una década en primera línea de fuego.
En realidad, Moragas saltó a la arena política como secretario de Relaciones Internacionales del PP de José María Aznar, pero no sería hasta 2008 cuando se situó en la cúpula del partido al convertirse en un estrecho colaborador de Mariano Rajoy, primero en la oposición y entre 2011 y 2017 como director del Gabinete de presidencia del Gobierno, con un sueldo que superaba los 110.000 euros anuales.
Rajoy regaló a Moragas un exilio dorado de 200.000 euros anuales más vivienda de lujo al convertirlo en embajador representante permanente de España ante la ONU. Pero poco le duraría el capricho a cuenta de la moción de censura de Pedro Sánchez, que le sacó del puesto para colocar a Agustín Santos (que había dirigido el Gabinete de Miguel Ángel Moratinos).
Es cierto que el PSOE sorprendentemente lo nombró embajador en Filipinas, encargo aparentemente ‘menor’ pero que estaba lleno de carga simbólica para Moragas, que contó en ‘Viajeros Cuatro’ que su madre nació en el país asiático.
«Mi abuelo se vino con la Compañía de tabacos de Filipinas, la única multinacional que tenía España entonces, a principios del S XX. Se enamoró de mi abuela, que era una señora muy guapa, por cierto, perteneciente a una antigua familia española de Filipinas», aseguró.
IRSE DEL PODER
«Irse del poder es difícil y doloroso. Tiene un punto de amargura. La Moncloa es una droga», decía días antes de marcharse de la política. Moragas añadía: «Hace ya meses sentí que lo había dado todo por la política y que ya no podía más. Que tenía que darle una vida más ordenada a mi familia y reinventarme. Lo hablé con el presidente y lo entendió. Elegí volver a la carrera diplomática y había que esperar a que surgiesen destinos».
«Salieron varias opciones, pero al final me decanté por el puesto de Nueva York en la ONU porque es una misión formidable en un órgano con temas muy importantes como el cambio climático, Corea del Norte o el problema catalán, que es necesario explicarlo bien a nivel internacional», aseguró.
Moragas afirmó que elegía EEUU como destino «porque quiero darle una buena educación a mis hijas. Me voy a gastar el dinero en ello. No es un retiro dorado. No sabes lo que cuestan los colegios en Manhattan… 35.000 euros por estudiante. Yo me voy de la política endeudado, no me he corrompido y no me iba a ir a una Telefónica para que se me acusase de puerta giratoria. Vuelvo a la carrera diplomática, a mi trabajo, y el sueldo no lo he escogido yo, sino que está estipulado».
INFLUENCIA EN EL GOBIERNO
Moragas cultivó un perfil propio en su paso por la política. El diplomático siempre huyó de las estridencias dialécticas de algunos compañeros de partido y mostraba una imagen jovial llegando en moto al Congreso antes de ser entrevistado con picardía por Thais Villas de ‘El Intermedio’, que ejercía de fuerte azote con Mariano Rajoy.
Quizá esta personalidad dialogante le ayudó a ser nombrado embajador de Filipinas (con un sueldo anual que ronda los 170.000 euros) o Tanzania y también para influir en favor del nombramiento como embajador de Albania de uno de sus más estrechos colaboradores durante su estancia en La Moncloa, el el diplomático burgalés Álvaro Renedo.
La decisión del ministro de Exteriores José Manuel Albares provocó la sorpresa en el grupo de Unidas Podemos, atónitos al comprobar el poderío de Moragas. No es de extrañar su facilidad para entenderse con el PSOE ya que arrancó su carrera laboral en 1995 como asesor de Protocolo de la Presidencia del Gobierno con Felipe González.
Moragas ha conseguido asesorar a tres de los últimos cinco presidentes del Gobierno… y podrían ser cuatro si Pedro Sánchez imita a su ministro de Exteriores.
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