La ministra Teresa Ribera ya tiene nombre. La conocen en Transición Ecológica como la ministra de «mal ambiente» por su «insoportable» carácter», tal y como la definen quienes conviven con ella casi a diario. Viaja mucho y eso hace que en el ministerio de vez en cuando se respire algo de oxígeno, pero lo cierto es que desde los asesores de prensa hasta los directores generales se quejan abiertamente del mal ambiente de trabajo que hay en Transición Ecológica. Todo, marcado por el carácter de Teresa Ribera, alguien «altivo» que acostumbra a «abroncar» a los suyos de forma permanente. Tal es la reputación de Ribera, que ya incluso los ministros socialistas coinciden en que Ribera no suma. Más bien resta.
Es una conversación permanente en Transición Ecológica. El estrés que se vive en el ministerio ha convertido la sede en un caldero constante de quejas que poco le importan a Ribera. Quienes tienen a la ministra a tiro de Whatsapp tiemblan cada vez que suena el timbre y junto al icono verde se lee el nombre de la ministra. Esto es un sentimiento que ha llevado a muchos a inmolarse a nivel laboral con tal de no aguantar más la tensión que se vive en el ministerio a manos del «reinado del terror» de Ribera. Muchos ministros son exigentes, pero lo de Ribera es otro nivel, tal y como relatan quienes conviven con ella. Solo el jefe de gabinete de la ministra, Marc Pons, aguanta de forma estoica mientras de vez en cuando curiosea con los suyos la posibilidad de volver a Baleares.
Esto ha sido así desde el principio, una realidad que ha llegado y salpicado con ganas también a cualquier diputado que se haya visto obligado a tratar con ella. Solo sus formas son nacionalmente conocidas, pero los que están bajo su mando, sufren una realidad que pocos ambientes laborales relatan.
El problema para Ribera ahora es bien distinto. El mal ambiente laboral es una cosa, pero que circule por Ferraz la idea de que la ministra se ha convertido en un agujero electoral para los socialistas no es una buena noticia para la vicepresidenta del Gobierno. Para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lo principal es su supervivencia política. Si considera que Ribera resta, algo que ya comentan incluso exministros en sus comidas informales, no le temblará el pulso para marcarse una nueva purga y mandar a Ribera al mismo sitio al que mandó al exministro de Justicia Juan Carlos Campo.
Ribera está, según fuentes de su entorno, sobrepasada por la situación
Ribera está, según fuentes de su entorno, sobrepasada por la situación. Cuando llegó al Gobierno, poco pensaron que este Ejecutivo tendría que enfrentarse a situaciones tan complejas como las que está viviendo Pedro Sánchez y su equipo. Pero más ha afectado esta realidad a una vicepresidenta que suponía que su mandato sería abroncar a los suyos de forma permanente mientras coloca algunos molinos de viento y algunas placas solares en puntos clave del país. A diferencia de todo ello, Ribera está quemando carbón, peleándose por abaratar la luz aunque ello conlleve más humo negro y buscando la forma de bajar el precio del combustible a toda costa.
Nunca pensó la ministra de «mal ambiente» que le pasaría factura de esa manera su peculiar forma de trabajar. «Es muy malencarada», aseguran quienes han tenido un trato muy estrecho con ella. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que en Transición Ecológica se viven unos niveles de tensión laboral bastante desagradables por culpa de una ministra a la que los suyos ven «sobrepasada» por las circunstancias y por la carga de trabajo. Si cuando llegó a Transición Ecológica ya era una mujer de trato complejo, ahora que está en el punto de mira se ha convertido en el mayor miedo de quienes trabajan para ella. Marc Pons mira más LinkedIn que la agenda de la ministra en busca y captura de alguna salida que le quite de encima a la ministra, según las fuentes del ministerio.
Es evidente, según fuentes de Ferraz, que habrá cambios profundos si Sánchez consigue revalidar su cargo en la Moncloa. Hay muchos ministros que tienen tanta erosión encima que tienen todas las papeletas para no repetir. Algunos, quienes conocen a Sánchez pero ya no están en activo en el partido, creen que el presidente del Gobierno cambiará casi al 100% de sus ministros. Alguno sobrevivirá, pero la mayoría irán fuera. Pero lo que sí es cierto es que Margarita Robles, ministra de Defensa, y Teresa Ribera, de Transición Ecológica, acompañarán a Nadia Calviño fuera del Ejecutivo, aunque esta última pasará a mejor vida en Europa si los planes le salen bien.
Por supuesto, quienes la conocen aseguran que Ribera se pliega solo al presidente del Gobierno. Su relación con Sánchez es «buena» porque la socialista sabe con quién puede mantener su cargo de ministra de «mal ambiente» y con quién debe someterse. A Sánchez no le tiembla el pulso cuando tiene que disparar a uno de los suyos y la ministra, hasta el momento, se ha mantenido en un papel muy discreto y sin exabruptos que le ha valido una vicepresidencia. Veremos lo que dura, dado que las quejas sobre Ribera han llegado a Moncloa. Así lo relatan en las dependencias de Sánchez.