Sabían que los problemas podrían venir en algún momento, pero no de esta manera. Fuentes del Gobierno insisten en que la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, ha echado balones fuera y ha culpado de la mala gestión de la huelga de camioneros a parte de su equipo, ese mismo que ha heredado del exministro y exsecretario de Organización del PSOE José Luis Ábalos. Entre las excusas de la ministra para quitarse responsabilidad por esta huelga que ha paralizado varios sectores económicos en el país, la socialista ha hecho hincapié en que la mayoría de los altos cargos de su ministerio le vinieron impuestos. La supuesta «mala comunicación» con altos funcionarios como la secretaria general de Transportes y Movilidad, María José Rallo del Olmo, se ha mencionado más de una vez en los pasillos del ministerio. Lo que está claro es que la ministra de Transportes no quiere asumir toda la responsabilidad de lo ocurrido con los camioneros.
El chivo expiatorio ha sido (y es, de momento) Jaime Moreno, director general de Transporte Terrestre, al que Raquel Sánchez ha culpado, en parte, de que la huelga se descontrolara por completo. Pero cada vez más nombres salpican el ministerio. Ahora se vigila con lupa a otro alto cargo, a Benito Núñez Quintanilla, director general de Marina Mercante, un nuevo alto cargo cuya gestión está en entredicho. Junto a estos dos directores, está el nombre de María José Rallo. Todos están en el ojo del huracán en Moncloa porque su ministra no quiere hacerse responsable de un equipo que no ha elegido ella personalmente. Lo mismo le ha pasado a otros ministros, como es el caso de la titular de Justicia, Pilar Llop, pero la diferencia es que en Justicia no ha estallado una crisis de estas dimensiones.
la ministra quiere retocar su ministerio
El caso es que el hecho de que Sánchez haya heredado el equipo de Ábalos pesa, y mucho, sobre la ministra, por no hablar de que le ha dado una coartada perfecta para quitarse responsabilidad en el conflicto con los transportistas. En un principio, desde Ferraz insistían en que el cese de Ábalos no debía ser acompañado de todos sus altos cargos para evitar males mayores, pero ahora la ministra quiere retocar su ministerio. El problema es que desde Moncloa entienden que una remodelación profunda de Transportes a poco más de un año de los próximos comicios no es muy pertinente. Aunque no se descartan cambios puntuales si la huelga de camioneros se complica. No si con ello pueden «depurar» responsabilidades.
Son muchos los movimientos que hay en Transportes. De hecho, desde la salida del anterior ministro, un cese que no se esperaba prácticamente ni el propio también secretario de Organización del PSOE, la tensión se ha mascado en el ambiente. La sensación entre los altos funcionarios elegidos a dedo era de que podrían abandonar su puesto de un día para otro. De hecho, fuentes del ministerio confirman a MONCLOA.com que muchos vivían «mes a mes» por la inminente presión de poder ser cesados en cualquier momento. La mayoría de los funcionarios nivel 30 del ministerio saben que están ahí por la gracia de Ábalos. Y si se mantenían era porque Sánchez no quiso que su purga fuera «excesivamente sangrienta».
El problema es que la crisis de los transportistas ha arrojado más tensión en el ambiente. Mientras no hubieran exabruptos, Jaime Moreno y todos los que como él gozan de un abundante salario público respiraron tranquilos. Sabían que su paso por Transportes caducaría, casi con total seguridad, en las próximas elecciones, pero también eran conscientes de que al menos les quedaba un año y medio superando la barrera de los 4.000 euros al mes. Ahora esto ha cambiado porque Raquel Sánchez ha puesto los nombres de todos sus altos cargos en la cuerda floja. Y lo ha hecho en más de una conversación con Moncloa.
Tal es la sensación de tensión en el Ministerio de Transportes que Raquel Sánchez se ha aislado en su despacho del resto de altos cargos y solo trata con ellos para temas puntuales. A excepción de su jefe de gabinete, Ricardo Mar Ruipérez, que aunque viene del «abalismo», ha aprovechado la cercanía de su cargo para ganarse el favor de la ministra. Ya no hablamos de ese ministerio en el que todos estaban nombrados por gente de confianza partiendo del mismo denominador común: Ábalos. Desde que Raquel entró en el ministerio sin capacidad de hacer nuevos nombramientos, ha mirado con recelo a su equipo. Y ahora que las cosas se han complicado, al más puro estilo de Esperanza Aguirre no ha dudado en hablar de los «sapos» heredados.
En Transportes, algunos, añoran a Ábalos. Lo hacen porque la mayoría sabe que con el cese del ministro acabó su proyección política. La de todos menos la del «trotaministerios» Jaime Moreno, alguien que desde el PSOE destacan su «inexplicable» capacidad para ser experto técnico en tres ministerios distintos en poco más de una década. Al margen de estos hombres del renacimiento, que ya escasean, el resto es consciente de que debía poner a punto su LinkedIn para los que viene. El problema es que la reacción de Raquel Sánchez «vendiendo» a los altos cargos del ministerio en cuanto las cosas se han puesto difíciles ha empujado a los directores generales a actualizar sus credenciales y a preguntar sobre su propio futuro laboral. Ser alto cargo de un ministerio es un buen momento para empezar a pedir trabajo, ¿no?