El libro ‘La moción’ (Ed. Samarcanda) de la periodista parlamentaria Lucía Gómez-Lobato sale hoy a la venta con varios hechos desconocidos en torno a cómo se gestó la censura a Mariano Rajoy. Una de las novedades que lleva la obra es la reacción que tuvo Soraya Sáenz de Santamaría con una diputada de ERC al terminar la votación que aupó a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno: «Junqueras no debería estar en prisión», le confesó a Ester Capella.
La obra de Gómez-Lobato incluye testimonios de muchos de los protagonistas políticos que participaron en el histórico cambio de gobierno. Incluso, viajó a Alemania para entrevistar a Carles Puigdemont tras su breve paso por la prisión, de la que hace similitudes con la cárcel Modelo de Barcelona.
«Emocionalmente no sufrí un shock, pero, hostia, verte entrar en una prisión de 1905, en un territorio prusiano en ese momento, vetusta, oscura… Yo estuve en la Modelo cuando la cerramos, en la celda de Puig Antich, y era exactamente así», rememora Puigdemont.
El expresidente compara también el presidio germano con su vida de adolescente en un internado. «Manejé bien estar en la cárcel porque me recordaba perfectamente a mi infancia en el internado y, honestamente, no noté la diferencia entre ese lugar y estar en un internado católico de los años 70 en las condiciones de vida allí. Tenía nueve años y aprendí enseguida que, o me adaptaba, o lo iba a pasar mal. No me costó nada, pero nada, adaptarme a la cárcel«.
El trato que recibió, según cuenta, le facilitó aún más las cosas. Allí contó con la empatía de los guardias, que le llegaron a pedir autógrafos e incluso le llevaron el libro de honor de la cárcel, que acabó firmando cuando a los doce días salió en libertad condicional bajo fianza, sorprendido, «porque no esperaba salir tan pronto».
La presentación de la moción de censura por parte del PSOE pilló con el pie cambiado al resto de partidos políticos. En ERC, por ejemplo, su portavoz, Joan Tardá, no las tenía todas consigo y preguntó al secretario de Organización de los socialistas, José Luis Ábalos, cómo iban a llevar las riendas del país con el exiguo respaldo de 84 diputados. En definitiva, cuál era la estrategia de Sánchez. Y el ahora ministro de Fomento resumió en cinco palabras el plan de trabajo: «Bueno, gobernar para ir gobernando».
En el Gobierno de Mariano Rajoy no saltaron las alarmas hasta pasados unos días. Cuando desde La Moncloa y Génova se empezaron a ver que los primeros contactos del PSOE con otros partidos iban en serio, la vicepresidenta del Gobierno entró en modo pánico. «Llama a Marta Pascal. La moción sale», le indicó a Roberto Bermúdez de Castro, el secretario de Estado de Administraciones Públicas que estaba dirigiendo las riendas del 155 entre Madrid y Barcelona.
El hombre que seguía coordinando con eficacia la labor más ingrata del Gobierno, la aplicación del 155 en Cataluña, se convirtió, por sorpresa y paradoja, en la esperanza del Ejecutivo por su buena relación con la entonces coordinadora general del PDeCAT. A los pocos minutos recibió otro mensaje del propio Rajoy: «Habla con Marta Pascal y ofrécele lo que sea», le exigió.
Bermúdez de Castro no tomó el encargo al pie de la letra: «Ni yo podía ofrecer nada ni el presidente habría aceptado ninguna barbaridad«, aclara en el libro. Pero hizo esa llamada. Pascal le explicó que no tienía ningún margen, que la decisión de dar el sí a Sánchez estaba tomada, que el PDeCAT no podría explicar jamás un voto que permitiera a los impulsores del 155 seguir en el poder.
Además, la dirigente independentista le afeó que sus jefes no fueran capaces de convocarla a La Moncloa. «Te aprecio mucho, pero esperaba que se pusiera en contacto conmigo alguien de primera línea, por respeto», le dijo Pascal a Bermúdez de Castro.
«Capella comprende el intento, pero no puede reprimir la respuesta: ‘Vosotros sois marcianos. ¿Después de todo lo que ha pasado?'»
Con todo, el PDeCAT tuvo muchas dudas sobre su apoyo a Sánchez debido a que Puigdemont creía que era mejor tener un Rajoy debilitado en La Moncloa. Por ello defendía la abstención, una opción que impedía a Sánchez ganar la moción. «Con un Rajoy débil se pueden conseguir más cosas negociando«, les comentó a sus compañeros del PDeCAT por videoconferencia.
El expresidente catalan, sin embargo, empezó a ceder y pidió que, a cambio del sí, el PSOE se comprometiese a una solución política para Cataluña y un lavado de los resortes de la dictadura en la estructura del Estado. Pasados ya 10 meses de la moción, Puigdemont sigue sin estar contento con haber aupado a Sánchez a La Moncloa. Lo que lamento es haber anunciado la decisión sin haber tenido la posibilidad de situarla más en el marco internacional; aprovechar la moción de censura para convertirnos en un motor de cambio profundo en el trato a Cataluña«, confiesa a Gómez-Lobato.
Asimismo, insiste en que su principal temor era perder el control del relato en Europa: «Donde yo vi la dificultad es en que toda nuestra narrativa desaparecía con un cambio en Moncloa. Pasábamos de un Gobierno autoritario y con vínculos franquistas a uno al que no le podíamos reprochar lo mismo«, subraya Puigdemont.
Además, no perdona a Rajoy que le engatusase con la suspensión de la declaración de independencia a cambio de no aplicar el 155. «Rajoy me engañó. Me arrepiento de haber suspendido los efectos de la Declaración de Independencia cuando además lo teníamos todo a favor para conseguirlo. Ese fue mi gran error y lo voy a recordar siempre. Quiero que todo el mundo lo sepa: España engaña«, sentencia en ‘La moción’.
El primer día de la moción de censura, en la que sólo se produjeron las intervenciones de Sánchez y otros portavoces, es el momento en el que Rajoy ve que está todo perdido. Poco antes de la comida en el restaurante Arahy, exactamente a las 14:05 horas, recibió un mensaje de Andoni Ortúzar con la decisión del órgano de dirección del PNV de apoyar al candidato del PSOE. La respuesta del todavía presidente del Gobierno fue lacónica, también en cinco palabras: «Ya fuera de todo. Feliz».
En el interior del restaurante, Rajoy preguntó a María Dolores de Cospedal, la número dos del PP, si había algún resquicio para evitar lo inevitable. El propio Sánchez le había conminado en el pleno a dimitir antes de que prosperase la moción del PSOE. «Si tuviéramos la seguridad de que no perdemos el Gobierno, incluso si el PNV nos garantiza que apoyan a otro candidato, yo me voy», le dijo Rajoy a Cospedal.
Pero la aritmética era diabólica. Incluso el apoyo del PNV a otro candidato del PP era insuficiente porque el empate a 175 en la Cámara baja abocaba al fracaso de esa iniciativa postrera. Sólo iba a alargar la agonía popular. Con todo, aún hubo algún intento a la desesperada desde las filas del PP.
«Pero si el Rey propusiera a otro candidato nuestro, ¿estaríais dispuestos a darnos la presidencia?»
El entonces portavoz del PP, Rafael Hernando, llegó a llamar a una diputada de ERC, la citada Ester Capella, para pedirle una «última extravagancia», en opinión de la autora, que consistía en consultar a Oriol Junqueras, presidente de ERC encarcelado en la causa contra el procés, si sus nueve diputados se abstendrían con cualquier candidato del PP que no fuera Rajoy. «Capella comprende el intento, pero no puede reprimir la respuesta: ‘Vosotros sois marcianos. ¿Después de todo lo que ha pasado?‘», le espetó a Hernando.
También Cospedal sondeó a Ortúzar sobre la posibilidad de que Rajoy dimitiese, ejerciendo en ese momento la máxima representación de un PP que se veía perdiendo a la mañana siguiente el Gobierno.
-Cospedal: Hola, Andoni. Oye, ¿Rajoy os ha hablado alguna vez de dimitir?
-Ortúzar: Nadie nos ha planteado esta hipótesis.
-Cospedal: Pero si el Rey propusiera a otro candidato nuestro, ¿estaríais dispuestos a darnos la presidencia? -pregunta sin concretar ningún nombre-.
-Ortúzar: No te puedo decir porque no lo hemos tratado en la Ejecutiva, pero si ese gesto se produjera, para nosotros la legitimidad para intentarlo la tendría el PP. Así que con toda seguridad no votaríamos a un candidato de otro partido. Lo de votar al vuestro lo tendría que consultar.
-Cospedal: Con esto me vale. No hables con nadie más de este tema. Ahora la interlocutora soy yo.
El propio Rajoy, tras el primer día de la moción, llegó de noche a La Moncloa para pasar su última noche en la que había sido su vivienda en los últimos siete años. Dando un último paseo por los jardines presidenciales, preguntó a su jefe de Gabinete, José Luis Ayllón, si merecía la pena dimitir.
-Rajoy: Todo el mundo está hablando de la posibilidad de mi dimisión. Tú, eso, ¿lo has mirado bien?
-Ayllón: Sí, y no lo veo. No hay nada bueno en la dimisión.
-Rajoy: ¿Por qué?
-Ayllón: Porque la dimisión lo que hace es dejar un Gobierno en funciones. Hay un precedente. El presidente Suárez. El único que ha dimitido. Siguió siendo presidente en funciones, hasta que se invistió a Calvo Sotelo un mes después. Si dimites, asumirás una responsabilidad que no tienes, no podrás disolver las Cortes, habrá que hacer otra ronda de consultas con otro candidato nuestro y en esa pelea por la investidura no tenemos ninguna posibilidad.
Ayllón recordó a Rajoy que su propia investidura fue posible gracias a la rareza de la abstención de gran parte de los socialistas y que sacó unos presupuestos adelante por otra: la de Pedro Quevedo, un diputado canario socio del PSOE al que la provisional gestora socialista permitió ‘venderse’ para desbloquear la situación y evitar otras elecciones.
A la mañana siguiente, tras la votación en la que no salta la sorpresa y el anuncio de que Pedro Sánchez es el nuevo presidente del Gobierno, la bancada popular abandona rauda el hemiciclo.
Capella (ERC) se levanta de su escaño sin perder de vista a la vicepresidenta y cuando llega a ella, le enseña un mensaje de móvil de Junqueras. «Ningún rencor, ningún odio. La política es así. Hacemos lo que creemos que es mejor para Cataluña». La vicepresidenta del Gobierno lee el mensaje, levanta la mirada y, tal y como recuerda Capella, contesta: «Junqueras no debería estar en prisión».